La reina doña Sofía saluda durante su visita a la sede del Banco de Alimentos de Lanzarote en la localidad de Arrecife, el pasado viernes. | Efe

TW
3

«La reina Sofía está pasando por una de las peores épocas de su vida, sufre muchísimo, más que nunca. Muchos días le cuesta levantarse de la cama», cuenta una persona que ha vivido muchos años cerca de ella. «En lo único que no ha cambiado doña Sofía es en su dedicación absoluta a la Corona porque es lo único en lo que de verdad cree, y es lo que de verdad sabe hacer, ser reina. Se levanta siendo reina y se acuesta siéndolo. Mantiene su peinado característico y poco más, el resto, lo que había creado con tanto esfuerzo se ha venido abajo».

«Cuando doña Sofía se convirtió en reina consorte se convirtió en la sombra de su marido. Intentaba estar siempre a su lado, apoyándole. Adaptar la vida de Zarzuela a la de un Jefe de Estado con rango de rey fue posible gracias a la experiencia de Doña Sofía. Para ella era algo casi natural, lógico. Había llegado el momento y había que poner toda la carne en el asador pero su presencia era tan constante, tan intensa, que a veces su marido se sentía demasiado controlado y necesitaba huir. Ella nunca ha querido pasar unas vacaciones en una isla caribeña, ni se le pasa por la cabeza. Una reina está en palacio siempre, como Isabell II», continúa explicando la misma fuente.

«Se siente bien entre los suyos y lo demuestra ofreciendo lo mejor de sí misma; Se viste mejor, usa sus mejores joyas, se la ve más relajada y feliz en la Corte de Margarita II de Dinamarca que en el Quirinale de la República italiana. Le encantan las ceremonias reales. No es una snob, simplemente cree en lo que hace, y cree que la monarquía es lo mejor. Da igual si no has nacido princesa, en cuanto entras a formar parte de la Institución a través del matrimonio automáticamente pasas a ser de los suyos. Ahora bien, exige un comportamiento a la altura. Con Diana de Gales fue extremadamente crítica, siempre estuvo al lado de Carlos». Esa dedicación le pasó factura en forma de depresión severa. Buscó su propio camino.

Todo estuvo controlado hasta 1992, cuando Sabino tuvo que salir en televisión pidiendo contención a la prensa a raíz de la portada de Época que titulaba La dama del rumor. La reina se sintió humillada públicamente, tanto que se cuestionó su papel en la Corona.

Reina cooperante y solidaria

En 1994 las Cortes aprobaron una Ley de Fundaciones que permitió que la Fundación Reina Sofía tomara un rumbo propio. En 1996 la Reina decide dar el paso definitivo en su consolidación como figura cooperante en todo el mundo. Creó una agenda al margen de la de su marido que la permitía viajar ayudando y representando a España. Creó su marca, se liberó . Había encontrado su camino, al que se entregó más todavía después de las bodas de sus hijos que la liberaban de un trabajo que dio por hecho sin saber lo que le esperaba.

Madre coraje

Con los hijos casados y el trono aparentemente arraigado la reina se relajó. Pensó que estaba todo hecho pero cometió el único error de su vida como Reina, hablar con Pilar Urbano. «Ese libro cayó en Zarzuela como una bomba. Nadie esperaba que se diera tanta importancia. Eso molestó a algunos miembros de su familia, que no entendían que se pusiera en primera línea. La celebración de su setenta cumpleaños fue dramática, no bajó ni a comer pese que había invitados. Tuvo que presidir doña Elena», añade la misma fuente.

El divorcio de Elena fue un mazazo, la imputación de Cristina e Iñaki Urdangarin otro, la entonces mala relación de los príncipes otro más, pero «no era el Jefe de Estado como era su marido, el si tenía un papel importante. Ella apoya a sus hijos pero no como una madre al uso, ella piensa como una reina, y actúa como tal. Se avanza a lo que se espera de ella y en ese momento lo que el pueblo esperaba es que fuera madre, a pesar de los errores que hayan cometido sus hijos, algo que a Don Juan Carlos le costó entender».

«Juan Carlos I, cumplida su misión, se relajó, buscó apoyo fuera de casa y en ocasiones olvidó que era Rey en activo. La abdicación pretendía acabar con esa tensión que se vivía política y familiarmente, sobre todo tras la aparición en escena de esa señora rubia que no quiero nombrar». Se refiere a Corinna Larsen, una bomba de relojería, que doña Sofía, y sobre todo la infanta doña Pilar, quisieron desactivar apoyando la abdicación.

Reina 'viuda'

Sofía conoce bien los hilos del poder para poder utilizarlos a su antojo, se imaginaba placenteramente viuda no emérita. «Cuando la abdicación, estaba triste, mucho. En su última cena de gala en el palacio de Oriente verla vestida de reina impresionaba. Ese día quería que se notara su tristeza, eligió el negro, como habría hecho en una recepción de gala antes de un entierro real. Había orquestado una jubilación junto a Don Juan Carlos. Los reyes como él acaban volviendo a casa para mantener las apariencias. Esas cosas de bragueta entre royals se perdonan», explica.

Quizás por eso antes de la partida de su marido volvió a ponerse el anillo de compromiso. Sofía estaba convencida, y sigue estándolo, de que su marido volverá al redil. «Para doña Sofía, que se cuestione todo lo que ha hecho su marido para dañar al hijo es lo peor que podía pasarle. Lo vivió con su madre, que al enviudar fue usada para derrocar a Constantino. Una situación similar la aterra, pero es lo que estamos viviendo», sentencia.

La diferencia es que no es viuda.