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Los desplazamientos interurbanos en verano siempre tienen un componente de peligrosidad más elevado que durante el resto del año. Los atascos a la salida y entrada de las grandes urbes, el cansancio acumulado del año y las ganas por llegar al destino de vacaciones condicionan la conducción.

Tampoco ayuda el hecho de que, en fines de semana puntuales, aumente el número total de vehículos que transitan las principales carreteras españolas. Hay que tener en cuenta que, aunque durante este verano tan peculiar no se están alcanzando los niveles de tráfico habituales, sí se está manteniendo estable la siniestralidad.

El hecho de que se formen atascos y embotellamientos tiene, además, un riesgo añadido al contrario de lo que pueda parecer. En este tipo de retenciones hay una gran sensación de seguridad porque se avanza lento y se genera la sensación de que no hay opción a sufrir un incidente. Pero no es del todo cierto.

Cuando hay un gran flujo de vehículos en una autovía o carretera siempre hay riesgo de embotellamiento y, con él, aparece el peligro de sufrir un accidente por culpa del efecto dominó.

Se llama efecto dominó al fenómeno por el que, al formarse un atasco, los vehículos frenan de forma brusca y a alguno de los conductores no le da tiempo a reaccionar. Cuando este colisiona con el coche que le antecede, dependiendo de la fuerza con la que lo haga puede provocar un choque en cadena.

Una de las lesiones que suele tener como consecuencia un choque en cadena de este tipo es el latigazo cervical, que puede provocar secuelas graves. Las claves más seguras para evitar el efecto dominó son dos: regular siempre la velocidad del vehículo y mantener la distancia de seguridad, incluso en parado. Esto ayudará a tener el tiempo de reacción necesario para frenar así como el espacio suficiente para la distancia de frenada.