TW
0

Antes, cuando un periodista contaba una historia, los demás escuchaban atentamente porque sólo nosotros accedíamos a los templos en los que se cocinaban las noticias.

Igualmente, cuando un científico hablaba, los demás nos limitábamos a aprender, porque ellos y sólo ellos bebían de la verdad. Hoy ya no. Hoy todos podemos ir a las fuentes; ver los estudios académicos sobre el Covid; comprobar que hay mil teorías. Hoy, gracias a las redes, tenemos la misma información que los periodistas o los científicos.

Por eso, cuando España dice en su guía de buenas prácticas ante el coronavirus que hemos de estar a dos metros de distancia de otras personas, podemos dudar, porque la Organización Mundial de la Salud establece que basta con un metro. Las recomendaciones de todos los países del mundo están entre el metro y los dos metros. Y sin embargo, nada de esto nos debería dar seguridad.

Porque estas distancias son el resultado de estudios de los años treinta. Entonces se determinó que las microgotas que se escapan de la nariz o de la boca de un contagiado pueden alcanzar los dos metros, a nivel del suelo. Y a esa ciencia nonagenaria nos aferramos.

Noticias relacionadas

Yo no me tomaría estas distancias muy en serio porque hay muchos otros estudios que apuntan a que eso de las microgotas es una ficción, que en realidad el Covid se trasmitiría por el aire, a través de micropartículas que se llaman aerosoles. De esta forma, los dos metros sólo serían el punto de partida del peligro. Un grupo de científicos chino ha concluido que la distancia segura mínima es cuatro metros. Pero Lydia Bourouiba, a través de una investigación llevada a cabo en el Massachusetts Instituto of Technology (el famoso MIT), ha descubierto mediante el uso de cámaras ultrasofisticadas que algunas partículas podrían alcanzar los seis metros de distancia. La especialista remarca que el verdadero problema es la falsa sensación de seguridad que nos dan las autoridades al decirnos que con uno o dos metros estamos seguros.

Ahora bien, si usted piensa que manteniéndose a seis metros de todo otro ser humano, como sugiere el MIT americano, ya basta, va servido porque otros estudios introducen todavía otro factor para confundirnos más: el tiempo. Indican que no es sólo una cuestión de distancia, que lo es, sino también de cuánto tiempo compartimos con otra persona. En Gran Bretaña, donde también prohíben acercarse a menos de dos metros de otra persona, añaden que en cualquier caso hay que limitar esa situación a quince minutos, porque a más tiempo de cercanía, más peligro. Como si el virus fuera capaz de reconocer el camino. En efecto, otro estudio científico dice que dos segundos a una distancia de un metro equivalen a sesenta segundos a dos metros.

De modo que ya puede usted ir introduciendo todas las variables en una calculadora para no exponerse. Cuando haya acabado, aún debería incorporar una enésima variable: un estudio chino dice que en condiciones iguales, existen diecinueve veces menos posibilidades de contagio al aire libre que en un espacio cerrado.

Si está aturdido, aún debe saber que tres científicos de la Universidad de Durban han hecho un estudio exhaustivo de cómo se difundió el Covid 19 en un hospital local y demostraron que en ningún caso el contagio tuvo lugar por el aire sino siempre por contacto físico, tras tocar alguna superficie en la que un infectado había dejado el virus. O sea que tal vez habría que preocuparse más por lavarse las manos que por la distancia.
Me estoy perdiendo. Pero sobre todo le estoy perdiendo el respeto a la ciencia. Al final, va a resultar que son como periodistas pero con bata blanca. Este es otro efecto de Internet, que nos permite acceder a la misma información que ellos. Y enloquecer, como ellos.