Imagen capturada de la señal institucional del Tribunal Supremo, durante la comparecencia del comisario Joan Carles Molinero, en una nueva sesión del juicio a la cúpula del 'procés'.

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Dos mossos y un grupo de bomberos dificultaron la actuación de la Guardia Civil que fueron enviados el 1 de octubre de 2017 a un instituto de la localidad de Sant Joan de Vilatorrada (Barcelona) para tratar de impedir la votación del referéndum independentista, según han declarado algunos de los agentes que participaron en ese dispositivo.

Dos efectivos han explicado al tribunal que juzga el 'procés' que al llegar se encontraron con unas 150 personas colocadas ante las puertas del instituto para impedir la actuación policial y que en las inmediaciones también había dos mossos d'Esquadra, uno de los cuales se encaró con los guardias civiles al decirles que no estaban «autorizados» para intervenir y a pedirles que les enseñaran la orden judicial.

A preguntas del fiscal Jaime Moreno, uno de los testigos ha manifestado que esta reacción del mosso no ayudó a facilitar la actuación del Instituto Armado, ya que «animó» a las personas allí congregadas y les puso «más eufóricos».

El mismo agente, que ha reconocido que los efectivos de su grupo utilizaron sus defensas reglamentarias (porras) pero sólo para «defenderse» de las agresiones de la gente, ha relatado que al salir del centro de votación vio cómo llegaba un grupo de bomberos que se colocaron haciendo «barrera» entre la línea de guardias civiles y los manifestantes.

En ese mismo instituto fue donde un hombre lanzó una silla a uno de los agentes, que cayó al suelo por el impacto en la zona cervical y tuvo que recibir asistencia médica. El supuesto responsable de la agresión fue detenido días después aunque todavía no ha terminado el proceso judicial.

En la mayoría de los casos relatados, los agentes de los Mossos que estaban en la zona permanecieron «pasivos» y en uno de los centros estos efectivos advirtieron a los guardias civiles de que entre los manifestantes había niños y ancianos y que si intervenían, ellos se mantendrían al margen.

Estos han sido algunos de los más de 20 testimonios que se han escuchado en la tarde de este jueves en el Tribunal Supremo por parte de guardias civiles que estuvieron en distintos centros de votación durante el 1-O. Cuando declaraba el quinto agente, Jordi Pina, el abogado de Jordi Turull, Josep Rull y Jordi Sànchez, le ha preguntado por un momento de su actuación.

Tras la respuesta del testigo, Pina le ha insistido: «¿Está totalmente seguro de eso? Lo digo porque lo estoy viendo», ha indicado señalando con la cabeza a un ordenador situado en su mesa, lo cual ha provocado la reacción airada del presidente del tribunal, el magistrado Manuel Marchena. «Lo que podemos hacer es que testifique usted en lugar del testigo», ha dicho Marchena visiblemente molesto. «Normalmente se porta como un letrado serio, compórtese como un letrado serio», ha añadido. Tras los intentos de Pina por explicarse, el magistrado ha continuado. «Como tengo razón, ya está. No me dé explicaciones, que igual agravan su actitud», ha aseverado, tras lo cual el letrado ha pedido disculpas al tribunal.

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Esta no ha sido la única vez que Marchena ha intervenido. Durante la intervención de este mismo testigo se ha producido un nuevo intento de las defensas de lograr la exhibición de vídeos de las intervenciones policiales. En esta ocasión ha sido Andreu Van Den Eynde, que defiende al exvicepresidente Oriol Junqueras y al exconsjero Raül Romeva, quien ha señalado que existía un fundamento jurídico diferente a los ya contemplados por el tribunal para lograr este propósito, momento en el que ha intervenido el presidente para rechazar esta posibilidad de forma tajante, negando al letrado el uso de la palabra.

En otro de los testimonios escuchados esta tarde, un agente ha relatado, aparte de agresiones y amenazas por parte de los manifestantes en el colegio donde actuó el 1-O, que vio cómo «un hombre que llevaba a un niño a hombros» le escupió en la cara y le insultó. «Era digno de ver la cara de odio con la que nos miraba. Llevo 25 años en la Guardia Civil, muchos de ellos los pasé en el País Vasco en tiempos en los que había prácticamente un atentado semanal. Se pasaba muy mal, había mucho odio hacia nosotros. Y lo que pude percibir en esa persona nunca lo he percibido. Lo que más pena o miedo me dio fue que el niño de 8 ó 10 años que iba sobre sus hombros jaleaba lo que hacía el padre», ha contado al tribunal.

Ante el intento de las defensas de preguntar si los concentrados les gritaban a los guardias que eran «gente de paz», el testigo ha rechazado este argumento de forma tajante: «Sí, decían que eran gente de paz cuando antes de eso nos habían estado dando puñetazos y patadas». Otro agente ha destacado que la actuación el 1-O le parecieron «horas», aunque «debieron ser minutos».

Después de relatar «cabezazos, patadas y puñetazos», un agente ha mencionado que le llamó la atención que parecía que algunos concentrados «se habían leído el manual de guerrilla urbana que circula por internet», añadiendo después que un hombre trató de arrebatarle el arma. No es el único al que le ocurrió, ya que ayer ya declaró otro testigo en el mismo sentido.

Han sido varios los guardias civiles que han declarado esta tarde del juicio que durante la actuación el día del referéndum sufrieron lesiones de diversa consideración, en su mayoría contusiones por los golpes que les propinaron los manifestantes o lanzamiento de objetos y por las que recibieron atención médica.

Algunos de los agentes han asegurado que no sacaron sus defensas reglamentarias, si bien otros sí lo han admitido cuando las defensas les han preguntado, aunque han aclarado que sólo las utilizaron para defenderse de las agresiones de los manifestantes y para empujar, no para golpear, y para mantener su «línea de seguridad».

Uno de los agentes ha tenido que explicar por qué dijo, en el operativo en una población de Barcelona de apenas 350 habitantes, «metí la porra pa' dentro como si no hubiera un mañana y no había cojones», tal y como se le escucha en uno de los vídeos grabados por la cámara GoPro que él mismo portaba.

Ese comentario lo ha incardinado el testigo en una conversación privada en la que liberaba la tensión acumulada junto a sus compañeros durante la jornada del 1-O. Igualmente ha reconocido haber manifestado «pensando en alto» la posibilidad de acometer a «la masa» que impedía el acceso al centro de votación mediante «puntazos», una técnica que considera incluida en los manuales de control de masas.