Imagen capturada de la señal institucional del Tribunal Supremo.

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La sesión de tarde de este miércoles en el juicio por el proceso independentista en Catalunya ha estado protagonizada por las experiencias de guardias civiles que intervinieron el 1 de octubre de 2017 en diferentes centros de votación para tratar de impedir el referéndum del 1-O.

Todos han hablado de insultos, agresiones y amenazas por parte de los manifestantes que se agolpaban en los colegios y que ejercían una fuerte resistencia; incluso, uno de los agentes ha recordado que en un forcejeo con la multitud alguien trató de arrebatarle el arma del cinturón.

Este guardia civil actuó en la unidad de refuerzo que intervino en el colegio en Sant Cebrià de Vallalta (Barcelona), donde ha dicho que se llegaron a concentrar más de un millar de personas que protagonizaron multitud de incidentes durante la actuación policial.

«Tiraron del cable antihurto que va unido a la pistola y al cinturón, lo arrancaron, asieron el arma por la empuñadura e intentaron tirar de ella, pero por mucho que tire uno no sale si no sabes el mecanismo, y gracias a Dios que no salió», ha explicado este agente a preguntas del fiscal Fidel Cadena, tras lo cual ha precisado que todo ocurrió en cuestión de «segundos».

En la misma línea se han manifestado seis de sus compañeros que han comparecido esta tarde en la vista oral. Uno de ellos ha atestiguado que un hombre tiró de él hacia el interior del centro y que allí le quitaron el escudo de protección y recibió golpes y un puñetazo en la nuca. Otro guardia civil ha indicado que en un forcejeo le intentaron quitar el escudo.

Según han narrado los seis agentes que acudieron a este centro de Sant Cebrià de Vallalta para apoyar a una primera unidad que había intentado acceder al colegio 'El Pi Gros', todos ellos resultaron lesionados de diferente consideración --contusiones y un dedo roto-- y requirieron asistencia médica ya fuera ese mismo día o al siguiente.

Cuando llegaron al centro, los manifestantes estaban tranquilos, algunos de ellos sentados en el suelo y otros de pie. Lo primero que hicieron los guardias civiles fue preguntar a la gente si querían salir de la concentración voluntariamente.

En ese momento, una mujer expresó su decisión de dejar la manifestación, lo que provocó silbidos y que el criterio de esta persona cambiase.

DE LEJOS «NO PARECÍAN VIOLENTOS»

Los testigos han continuado diciendo que a partir de ese momento el ambiente se volvió «hostil» y recibieron golpes, escupitajos y todo tipo de insultos, que han sido recordados por los guardias civiles tímidamente, llegando alguno a pedir permiso para mencionarlos.
«En las distancias cortas hubo patadas, puñetazos, escupitajos, pero de lejos no parecían violentos», ha indicado uno de los agentes.

A la pregunta de las defensas acerca de si utilizaron el escudo y la defensa reglamentaria, la mayoría de ellos lo han negado. Sólo uno ha admitido haber hecho uso de este material en algún momento de la actuación.

Preguntados por si vieron a algún mosso por la zona, todos han recordado a una pareja de la policía catalana. En este punto las versiones han sido algo distintas, pues mientras que algunos han asegurado que una mossa se ofreció para mediar ante los manifestantes, otros han resaltado la actitud pasiva de este 'binomio', incluso la posición «desafiante» de uno de los agentes autonómicos.

Uno de estos seis guardias civiles fue el capitán a quien se le encomendó la seguridad de este dispositivo, que ha señalado que antes de acudir a Sant Cebrià de Vallalta fue enviado a otra población, Sant Iscle de Vallalta, para tratar de impedir la celebración del referéndum en una residencia de ancianos.

A preguntas del abogado Benet Salellas, que ejerce la defensa del presidente de Òmnium Cultural, Jordi Cuixart, el testigo ha indicado que desconoce el motivo por el que se le ordenó actuar en estos «pequeñísimos» pueblos de Barcelona.

A continuación, ha comparecido otro agente del Instituto Armado que actuó también como refuerzo el día del referéndum en un colegio de El Callús (Barcelona), donde, según su relato, sucedieron acontecimientos similares con la gente concentrada, que también profirió insultos entre diversos cánticos como «somos gente pacífica». Ha recordado que tuvo que ser asistido al recibir una patada en los testículos.

En otra localidad de la provincia de Barcelona, intervino un teniente de la Guardia Civil que también ejerció el 1-O como jefe del dispositivo de seguridad en el colegio público. Como el resto, ha narrado insultos, amenazas y algún que otro escupitajo contra los agentes que intervinieron.

Su equipo se encontró con una «barrera» de gente sentada en el suelo y con los brazos entrelazados para impedir el paso, así que fueron uno a uno intentando quitarles de allí.
«Tardamos creo que una hora, acabamos empapados en sudor», ha explicado, y que mientras tanto les proferían gritos en catalán como «hijos de puta» o «fascistas». «Como hacíamos caso omiso, nos los traducían al español», ha apuntado.

En ese colegio elegido como centro de votación vio a varios mossos. Primero un 'binomio' en la calle que no les ayudaron a encontrar la entrada; después, otro que les preguntó si tenían orden judicial; y, en tercer lugar, otros con los que hablaron los agentes a su cargo y que al día siguiente pudo ver en las imágenes que se reprodujeron en televisión.
Según sus subordinados, esos últimos mossos les habían estado «increpando» y diciendo que «qué vergüenza» lo que estaba haciendo la Guardia Civil, lo que motivó que los manifestantes se «vinieran arriba».

NIÑOS Y ANCIANOS

En ese colegio, ha relatado el teniente, pudo ver «niños de corta edad» a los que sus padres tenían en brazos así como «ancianos"; uno de estos, al que acompañaba «su hijo de cuarenta y tantos años» estaba «desorientado». Y también vio a «un número desproporcionado de gente grabando» con sus móviles. «No había visto otra cosa igual, si acaso en algún concierto de adolescentes», ha señalado.

Este teniente de la Benemérita también intervino en una actuación de Fonollosa (Barcelona), donde se encontraron una «barricada hecha de alpacas» a la entrada de la localidad, así que tuvieron que ir andando hasta el ayuntamiento, lugar previsto para la votación.

Allí sí que fue ayudado por un mosso para encontrar la entrada al edificio, aunque también ha relatado «forcejeos y empujones» con los vecinos concentrados. En el repliegue, además, recibió una fuerte patada.

Por último, otro guardia civil responsable del dispositivo de seguridad en el centro de atención primaria de Sant Andreu de la Barca (Barcelona), ha relatado al tribunal que como no podían entrar por la resistencia de la gente tuvo que solicitar refuerzos. «Recibimos patadas, empujones y esputos, y grabaron todos nuestros movimientos», ha afirmado.