Mariano Rajoy. | ALBERT GEA

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Algo extraño flota en el ambiente. El hecho de que los partidos independentistas catalanes se presenten por separado a las autonómicas del 21-D, sabiendo que así le arrancan un posible contenido 'plebiscitario' no parece fruto de la casualidad. Hay gato encerrado. ¿Están negociado una salida digna con Rajoy? Tiene toda la pinta. Si estuviesen rodeados formarían un bloque de supervivencia. No lo han hecho. Así, pase lo que pase en las urnas, la oferta soberanista quedará difuminada y la política de pactos abierta...Hay aroma de que los encarcelados podrían salir en las próximas semanas. Sería un punto que distensionaría la coyuntura. A su vez, un PdCat que le tenía auténtico miedo a las elecciones puede recuperarse aprovechando el tirón del 'exiliado' Puigdemont. Desde el lado constitucionalista pueden aprovecharse del hartazgo de tantos años de procés. Esperan buenos resultados...esto huele a empate pactado y, a medio plazo, a reforma constitucional y a devolución a Catalunya del Estatut también reformado que echó abajo el Tribunal Constitucional a instancias del PP. La Unión Europea reclama el acuerdo que selle la unidad, de la misma manera que exigió elecciones antes de Navidad. Por eso los catalanes votarán en jueves. No había otra fecha disponible conforme a los plazos legales.

Habrá que ver cómo quedará la nueva correlación de fuerzas. El pacto final Madrid-Barcelona dependerá de este resultado. Por un lado todo indica que Ciudadanos subirá con un cohete a expensas de PP y PSC. Por el otro todo apuntaba que Esquerra batiría récords dentro de su espacio, pero Puigdemont y su marcha a Bruselas a armar el ruido cosecha muchos partidarios. La gobernabilidad puede quedar en manos de los 'comunes' de Colau. Está claro que prefieren a ERC que a ninguna otra opción para pactar. Si es así, Catalunya girará a la izquierda, pero a cambio el sueño independentista quedará aplazado hasta la próxima generación. Y eso es lo que más interesa al poder económico e institucional de Madrid.

Entre tanto, sigue la guerra subterránea. Desde la capital se buscan 'conexiones' entre los independentistas y los rusos. Se lanzan a los cuatro vientos contactos entre independentistas y Edward Snowden, y se apuntan campañas de hackers provenientes del Este y de Venezuela coincidiendo con en 1-0. Es la guerra psicológica previa a unas elecciones clave. Porque excepto el supuesto interés de Moscú por abrir una grieta en la Unión Europea pocas relaciones históricas hay entre Catalunya y Rusia. Pero las hay. Y tal vez algunos intenten sacar punta de ello en las próximas semanas. Para entenderlo cabe recordar que Vladimir Putin comenzó su carrera política como oficial del KGB, los famosos servicios secretos soviéticos, que se han mantenido intactos con el tránsito de Rusia a su pseudocapialismo actual, tutelado por su Estado. Seguro que Putin conoce muy bien una de las máximas de la Inteligencia soviética: «Mi memoria pertenece al Estado».

Y si de memoria se trata, existe entre Catalunya y Rusia. El más famoso agente soviético del siglo XX era catalán. Se llamaba Ramon Mercader. Procedía del carrer Ample de Barcelona, muy cerca de la Mercè. Y fue quien mató a Trotsky en Coyacán en 1940. Falleció en 1978 luciendo la medalla de Héroe de la Unión Soviética (máxima condecoración de este Estado). Su madre Caritat, también fue una destacada miembro del KGB. Y no fue la única. Africa de las Heras, natural de Ceuta pero que al inicio de la guerra civil estaba en Barcelona y militó en el PSUC, alcanzó con los años el grado de coronel del KGB. Desde su base de Montevideo dirigió la actividad de los servicios secretos soviéticos en América Latina hasta cerca de los años setenta. Se dice de ella que fue quien avisó a Fidel Castro del desembarco de Bahía Cochinos. Luego formó agentes soviéticos en Moscú hasta su fallecimiento en 1988. En su tumba, en ruso, sólo hay una palabra inteligible, su pseudónimo: Patria. En vida fue condecorada con la orden de Lenin y la Orden de la Bandera Roja. En 1942 se lanzó en paracaídas como guerrillera en la Ucrania ocupada por los nazis.

No pocos catalanes del PSUC demostraron una lealtad enorme a la URSS. A finales de 1941, cuando la Wermatcht estaba a las puertas de Moscú y Stalin se fue con su gobierno a Kiubitxec, un batallón de catalanes formó la última línea de defensa ante el Kremlin. El general invierno paró a los nazis, pero aquel gesto jamás fue olvidado. Hubo catalanes que tuvieron una actuación muy destacada. Entre ellos el guerrillero Josep Gros, medalla de la Defensa de Moscú, Medalla de la Victoria y de la Orden de la Bandera Roja. Y hubo más (tal vez bastante más). En 1945 salió de Moscú vía Nueva York con destino a Méjico la leridana Carme Brufau con el grado de capitán del KGB. Con los años, y según informes posteriores, se dice que fue la máxima responsable del espionaje soviético en Méjico, un país clave. Por aquel tiempo, en Nuevo Méjico (USA), en Alamo Gordo, Washington fabricaba la primera bomba atónica de la historia. En los años 90, el teniente general Sudóplatov, exjefe de los servicios especiales del KGB, publicó sus memorias.Y dijo: «la red de agentes que mató a Trotsky no se disolvió en 1940, sino que dirigió sus actividades más al norte, cruzo la frontera». Stalin consiguió el secreto de la bomba atómica y dio paso a la Guerra Fría, que ha determinado nuestras vidas.

Ha pasado mucho tiempo desde entonces. Los independentistas catalanes actuales quieren seguir en la UE como único modo de supervivencia. No les interesa relacionarse con la Rusia actual. No tienen nada que ganar. Y sí perder un prestigio que les aleja de la UE. Pero de la misma manera, es posible que el Moscú actual no se haya olvidado de la tozudez y lealtad de aquellos catalanes de entonces. Franco les había abolido su Estatut y ocupado su territorio. Pero siguieron peleando.