Una de las cientos de manifestaciones que se celebraron en todo el país pidiendo la liberación del joven político. | FUNDACIÓN MIGUEL ANGEL BLANCO

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La organización terrorista ETA colmó el nivel de hartazgo de la sociedad vasca con el secuestro y asesinato del joven concejal vizcaíno del PP Miguel Ángel Blanco Garrido, que motivó cinco días de continuas movilizaciones y concentraciones espontáneas.

El secuestro y asesinato del joven de Ermua (Bizkaia) en julio de 1997 llegó tras dos años con largos secuestros (el del funcionario de prisiones José Antonio Ortega Lara, de 532 días, y los de los empresarios José María Aldaya y Cosme Delclaux) que dieron lugar al lazo azul de Gesto por la Paz y concentraciones semanales para reclamar la libertad de los retenidos.

La movilización que provocó el anunciado asesinato de Blanco –al plantear ETA la exigencia del traslado de todos los presos a Euskadi en 48 horas, se supo que no cabía la negociación–, no tuvo parangón y dio lugar a lo que se denominó el ‘espíritu de Ermua’ y a que la izquierda abertzale perdiera el dominio de las calles de Euskadi.

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La tarde del jueves 10 de julio ETA secuestró al entonces desconocido concejal ‘popular’ y anunció el plazo de 48 horas. Esa misma tarde-noche comenzó la movilización social en Ermua, donde fue permanente durante cinco días y cuatro noches, y al día siguiente, viernes, se celebró una multitudinaria manifestación que cerró la hermana del edil, Mari Mar Blanco, con un emotivo discurso.

Ese mismo viernes, convocadas por el Pacto de Ajuria Enea, hubo concentraciones en todos los municipios, en muchos casos con «contra-manifestaciones» para pedir el traslado de los presos de ETA a Euskadi convocadas por Herri Batasuna, que consideró «estéril e injurioso» condenar el secuestro de Blanco.

El sábado, día que se agotaba el plazo, se celebró en Bilbao la mayor manifestación habida en Euskadi, encabezada por los líderes del Pacto de Ajuria Enea, el Gobierno de España y los dirigentes de los partidos, sindicatos y patronales españolas.

Pese a las movilizaciones y las peticiones internacionales, ETA ejecutó en la tarde del sábado a Blanco con dos disparos en la cabeza, aunque el edil no falleció hasta la madrugada siguiente.