La presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, y el secretario general del PSOE y candidato a la Presidencia del Gobierno de España, Pedro Sánchez, se saludan. | Efe

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Por primera vez desde el 2 de mayo de 1879, fecha de la fundación del PSOE, ahora no está claro si conforme a sus estatutos, este partido tiene o no tiene secretario general en estos momentos. Pedro Sánchez hace un esfuerzo sobrehumano por mantenerse en el cargo tras la dimisión de 17 miembros de su Ejecutiva. Aunque entrado en agonía, intenta de manera desesperada poder convocar a su comité federal y, en último término, salvarse en un congreso extraordinario tras dar voz y voto a las bases del partido, que son su única esperanza. Es casi imposible que lo consiga, pero luchará hasta el último aliento porque está convencido de que la militancia está con él mayoritariamente y los ataques que recibe son de cúpulas en una sedienta lucha del poder por el poder.

En el PSIB lo tienen claro: mantendrán su apoyo a Sánchez hasta el último momento. Francina Armengol es vocal de la dirección y no va a arredrarse. Además, tiene al grueso del PSIB detrás tanto en Mallorca como en las Pitiüsas. Sólo en la singular Menorca, con Vicenç Tur al frente, hay simpatías hacia el levantamiento encabezado por la mehala andaluza y los resentidos de diferentes puntos de la Península. Pero el grueso del PSIB piensa de otra manera y tiene claro que todo retorno a un neocentralismo, aunque sea aparentemente de izquierdas, le perjudica.

La papeleta para los socialistas baleares es grande, ya que han sido el principal apoyo de Sánchez, que de momento no puede resistir la embestida del Gran Dinosaurio Felipe González y de su felina de presa Susana Díaz. Es una carga tremebunda cuyo objetivo es permitir que Mariano Rajoy sea investido presidente del Gobierno. Además, caso de que acaben imponiéndose, pueden producir una situación surrealista, muy próxima a la tragicomedia: tendrán que implorar a Rajoy para se presente a una nueva investidura este octubre y se olvide de las terceras elecciones generales. Porque, como es lógico, si hay tercera convocatoria con Sánchez decapitado y con el PSOE teniendo que improvisar un candidato la derrota puede ser histórica y el sorpasso de Podemos imparable. Por primera vez en 137 años de historia del PSOE, este partido tendrá que ponerse de rodillas para que la derecha se digne a asumir la presidencia del Gobierno antes que acudir a las urnas.

Ahora mismo, la salvación del PSOE está en manos de Mariano. Pero a Rajoy no le conviene el panorama de la actual legislatura, con un Congreso convertido en olla de grillos. Le faltan sólo seis escaños para gobernar con el apoyo de Ciudadanos y nadie más y no tener que negociar nada con los socialistas. Ya no le interesa un paco con un PSOE cadavérico. Su espejo ahora mismo es Feijoo y los resultados gallegos.

Por su parte, la única carta que le queda a Sánchez es una resistencia numantina y sortear a los revoltosos hasta conseguir que en un congreso extraordinario o en un proceso primario las bases le den su apoyo. Es demasiado complicado, demasiado difícil y demasiado desmoralizador. Haría falta un milagro como el de Fátima para lograrlo, aunque, bien mirado, España es tierra milagrera hasta límites inimaginables. Se está viendo estos días.