El presidente de la Generalitat, Artur Mas, conversa con la vicepresidenta, Neus Munté, al inicio de la primera reunión del gobierno catalán en el Palau de la Generalitat este viernes, tras el paréntesis estival, a un mes para las elecciones autonómicas del 27-S. | Efe

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Convergència vive en Barcelona horas tensas. La Guardia Civil, por orden de Fiscalía, ha practicado diversos registros en la sede del partido y en diferentes domicilios ligados a este partido. Exactamente cuando falta un mes para las, en principio, trascendentales elecciones del 27-S. Los líderes de Convergència no se han andado con chiquitas y han hablado de show mediático para dar carnaza a las televisiones madrileñas. Los medios de comunicación fueron avisados antes de que comenzase la acción y pudieran así desarrollar su trabajo al máximo.

Habrá que ver qué ver los resultados de esta investigación, pero parece sorprendente tal contundencia a pocas fechas de la manifestación del 11-S y del inicio de la campaña electoral. Tal iniciativa de Fiscalía deja en una posición como mínimo incómoda a Esquerra Republicana y demás aliados de izquierdas que apoyan el proceso independentista dirigido por Artur Mas, incluyendo también artistas, cantautores, famosos e incluso deportistas que dan su apoyo a la lista del Junts pel Sí. Muy rara vez una acción de esta envergadura y calado se había desarrollado tan cerca de unos comicios, porque sus efectos pueden ser demoledores.

En Mallorca hay buena experiencia de ello. Unió Mallorquina, partido ideológicamente afín a Convergència en aquellos tiempos, fue literalmente borrada del mapa a causa de los escándalos ligados a acciones de la Fiscalía. La que fue su presidenta, Maria Antònia Munar, lleva más de dos años en la cárcel. Otros destacados miembros de su partido han seguido el mismo camino. Sobre ellos pesan sentencias firmes del Tribunal Supremo. De UM, que fue bisagra en Mallorca y en Balears durante lustros, sólo queda un difuso recuerdo después del cataclismo de la legisltura 2007-2011. Su final quedó sellado cuando mandó al PP a la oposición y luego chocó con sus aliados de la izquierda. Tal fue el temblor político y judicial de aquellos tiempos que el resultado posterior fue la llegada a la presidencia de José Ramón Bauzá, que encabezó otros cuatro años de tensión y protestas, en este caso por su política educativa, cultural y lingüística, supeditada de cabo a rabo a Madrid.

En Catalunya algunos se han tomado con sorna la actuación de la Fiscalía, pensando que no afectará al proceso electoral. En Mallorca, tras la experiencia de aquellos años del final de UM, se observa en silencio pero mucho más en serio. Los resortes de un Estado cuando quiere dinamitar un partido son ilimitados, actuando simplemente con el Código Penal en la mano. Y más en democracia que en dictadura. La financiación de los partidos es un pozo sin fondo, sobre todo cuando se han de pagar campañas electorales. Sus dirigentes son juguetes de tiro al plato cuando se mete el hocico en los libros de contabilidad. Bien lo saben Rajoy y su calvario Bárcenas, puestos en evidencia cuando Rubalcaba era el vicepresidente del Gobierno.

La estructura de Junts pel Sí, que ha captado a 50.000 voluntarios podría verse afectada por la vía del dinero. Y el tam-tam de las cadenas televisivas madrileñas podría convertirse en insoportable para los soberanistas catalanes en las próximas semanas. Con Corvergencia a la cabeza, han apostado por la independencia de Catalunya, nada menos. Rozan el precipicio y no quieren verlo.

Hoy en día han dejado de tener sentido las palabras del general Baldomero Espartero pronunciadas en 1843: «Para que España funcione hay que bombardear Barcelona cada cincuenta años, más o menos». Pero ya no estamos ni en 1714, ni en 1843, ni en 1909, ni en 1938. Las balas de cañón son contraproducentes e inútiles en la Europa unida y democrática, heredera de la Revolución Francesa. Hoy en día existen otros medios mucho más serios y efectivos. Aquella Revolución inventó el Comité de Salud Pública, aplicó el Código Penal y así mantuvo el tipo internamente, cayese quien cayese.

Convendría que en el Palau de la Generalitat analizasen el pasado con profundidad. Los procesos de independencia suelen salir casi siempre muy caros en un sistema que avanza merced a un Estado muy fuerte y a unos partidos muy débiles que intentan avanzar con el talón de Aquiles de la financiación siempre al descubierto.