El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, durante el pleno del Congreso que debate esta tarde la proposición de ley del Parlamento de Cataluña que pide la transferencia a la Generalitat de la competencia para convocar la consulta soberanista. | J.J. Guill

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El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, ha cerrado hoy en el Congreso cualquier puerta a la consulta sobre una Catalunya independiente que, a su juicio, sería como «la isla de Robinson Crusoe» y ha enseñado el único camino legal hacia esa meta: presentar una propuesta para intentar reformar la Constitución.

Rajoy ha tomado la palabra en nombre del Gobierno para rechazar ante el pleno del Congreso la proposición del Parlament que reclama para la Generalitat la competencia de celebrar una consulta sobre la independencia de Cataluña.

Tras escuchar a los tres representantes del Parlamento catalán que han defendido en el hemiciclo esa solicitud, Rajoy ha dicho que no se puede acceder a ella porque no lo permite la Constitución ya que se trata de una competencia indelegable del Estado.

«Si este Parlamento tuviera la potestad de transferir la titularidad de todas las competencias exclusivas, estas Cortes tendrían la potestad de liquidar la Constitución y el Estado mismo sin el concurso ni la aprobación del conjunto de los españoles», ha advertido.

Para Rajoy, el propósito de la consulta es inconstitucional, y de nada sirve vestir esa reclamación de «calor popular» porque, ha advertido, «algunas cosas no cambian con manifestaciones ni con plebiscitos».

«No es algo que podamos resolver el señor Mas, aunque hubiera venido hoy, y yo con un café. Aunque tomáramos quinientos -ha precisado-, seguiría faltándonos lo que no tenemos: la potestad que la Constitución nos niega».

El presidente del Gobierno ha hecho gala de su aprecio a la comunidad catalana ("Amo a Cataluña», ha dicho precisando después que lo mismo que al resto de comunidades) y, dirigiéndose a los defensores de la consulta, se ha vanagloriado de una «vanidad": «Tal vez yo creo en Cataluña más que ustedes. Es uno de los puntales de nuestra patria y valoro su inmensa aportación a nuestro pasado, presente y futuro».

Rajoy ha explicado que los habitantes de cada comunidad tienen derecho a escoger quién les gobierna en ella, pero no a decidir qué se ha de hacer con España, porque «cada catalán, como cada gallego o cada andaluz, es copropietario de toda España, que es un bien indiviso».

Para él, el derecho a decidir que se plantea desde Cataluña lo que pretende es privar al resto de españoles de su derecho a decidir o qué quieren que sea su país.

El jefe del Ejecutivo ha negado que Cataluña sufra una presión insoportable o que se persiga a la lengua y a la cultura catalanas.

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También ha rechazado el argumento del derecho a separarse como algunas colonias porque Cataluña no lo ha sido nunca ni se incorporó a la Corona española como resultado de una conquista.

«No puedo compartir una hipotética historia de agravios, no puedo asumir su relato de opresión porque no es verdad», ha añadido el jefe del Gobierno.

De igual forma, ha criticado la «argucia» de decir que la consulta es un ejercicio al que ningún demócrata se puede negar.

«La democracia no se entiende sin las urnas, sí. Pero no bastan para que un acto sea democrático. Falta el respeto a la ley», ha explicado el presidente del Gobierno.

Rajoy ha aprovechado para criticar que los defensores de la independencia no expliquen sus consecuencias, que ha resumido simbólicamente: Una Cataluña independiente sería «lo más parecido que se pueda imaginar a la isla de Robinson Crusoe».

En su discurso, ha recordado que la Constitución fue respaldada por el 90,4 por ciento de los votantes catalanes, muy por encima de la media del conjunto de españa, y lo hicieron por su propio interés, sin pensar que aquello fuera «una mordaza» o un «grillete», sino una garantía y una salvaguarda.

«Esa fue la más genuina, la más libre, la más auténtica determinación de Cataluña», ha opinado Rajoy, quien ha considerado el inicio de los trámites para la reforma de la Constitución como «una puerta abierta de par en par para los que no estén de acuerdo con el actual estado de las cosas.

En esa línea, ha incidido: «Quienquiera que desee modificar la Constitución, quienquiera que pretenda que España se disuelva, se fragmente, cambie de nombre, lo que sea, en vez de solicitar a esta Cámara lo que no está en sus manos, ha de emprender el camino de la reforma constitucional».

«Se les escucha y se les entiende muy bien, pero no se les puede reconocer lo que no tienen: no tienen razón», ha añadido Rajoy ante las voces en Cataluña que se quejan por no ser escuchadas y con una precisión final en alusión a Mas: «A quien no escucho es a quien no quiere venir».

Ha reiterado su absoluta disposición al diálogo dentro de los límites de la Constitución, ha recordado los elogios al consenso en la etapa de la Transición y ha apelado a ese espíritu que unió a todos en el texto constitucional de 1978.

«A todo esto, a todo lo que nos unió en 1978 y que nos une todavía hoy, a todo esto, vagamente, sentimentalmente, sin ningún afán trascendental, lo llamamos patria. Pero si a ustedes no les gusta, podemos llamarle futuro», ha cerrado su intervención Rajoy en medio de una larga ovación de los diputados del PP.