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Expresidente del Gobierno de España, licenciado en Derecho, 51 años, casado y con dos hijas. Con este currículum empieza a partir de hoy José Luis Rodríguez Zapatero una nueva vida alejada de la política activa, eje de prácticamente toda su trayectoria profesional.

Afiliado al PSOE poco después de cumplir la mayoría de edad, diputado en el Congreso con 25 años, secretario general del partido con 39 años y jefe del Ejecutivo con 43, Zapatero se retira de la primera línea cuando todavía queda lejos la jubilación.

Asegura que será un expresidente modélico, centrado en su trabajo institucional en el Consejo de Estado, y que se mantendrá neutral ante el futuro del PSOE, aunque seguirá formalmente al frente del partido hasta el próximo febrero.

Deja el país al borde de una nueva recesión y con el paro desbocado, y a su partido hundido en los peores resultados de su historia, aunque también abandona el cargo con el íntimo orgullo de haber sido el presidente que consiguió que ETA anunciara su fin definitivo.

Concluye así una fulgurante carrera política que comenzó casi en la adolescencia en León, cuando con 16 años asistió a un mitin de Felipe González.

Tras estudiar Derecho y ejercer durante un tiempo como profesor de Constitucional, en 1986 llegó al Congreso como el diputado más joven de aquella legislatura y pronto se hizo con las riendas del partido en su provincia de adopción -se crió en León, aunque nació en Valladolid donde su abuelo era pediatra-.

Apasionado de la política y de la vida parlamentaria, en el año 2000 aceptó el reto de liderar la corriente reformadora «Nueva vía» en el seno de un partido carente de liderazgo y necesitado de savia nueva desde la desaparición de la figura de González.

Y así, empujado por su inagotable optimismo antropológico, consiguió que un diputado prácticamente desconocido para la opinión pública fuera elegido secretario general del PSOE en el 35 Congreso del partido, ganando a un veterano como José Bono.

Tras cuatro años de una oposición en la que hizo gala de «talante» y disposición al acuerdo, pocos días después de los atentados del 11-M, y contra todo pronóstico, se impuso a Mariano Rajoy en las elecciones generales de 2004.

Comenzó entonces una legislatura centrada en proyectos que se han convertido en emblemáticos para la izquierda, desde la salida de las tropas españolas de Irak, hasta el matrimonio homosexual o las leyes de dependencia y de la memoria histórica.

Con la crisis en ciernes, venció de nuevo a Rajoy en las urnas en 2008 e inició su segundo mandato con nuevos estímulos para intentar reactivar la economía, una política que se demostró nefasta para el déficit público y que no pudo impedir la recesión ni el abrumador y constante incremento del desempleo.

Mayo de 2010 ha quedado grabado en su memoria como el momento en el que tuvo que adoptar las decisiones más duras de su gobierno, la congelación de las pensiones contributivas y la rebaja de los sueldos de los funcionarios.

A partir de ahí, sólo hubo reformas y ajustes, muchos obligados por los socios europeos.

Se comprometió a trabajar por España costara lo que costara, a él y a su partido y, aunque el precio cobrado por las urnas ha sido histórico, confía en que con el tiempo se valorará su trabajo.

De trato afable y educado, se enorgullece de su disposición al diálogo y de no enfadarse nunca, aunque algunos de los ministros que le han acompañado a lo largo de los últimos años sí le reprochan la frialdad con la que puede dejar caer a un colaborador cercano.

Se le ha criticado también el carácter presidencialista de su gobierno y su tendencia a escuchar más a algunos amigos y asesores que a los propios miembros del gabinete.

El 2 de abril anunció que no optaría a un tercer mandato y a finales de julio convocó las elecciones generales que han dado la victoria a su contrincante en los dos anteriores comicios.

A pesar de desear volver a León, continuará viviendo en Madrid junto a su mujer, Sonsoles Espinosa, y sus dos hijas.