Andreu Bosch junto a su Seat 600 de 1972. | Pere Bota

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Andreu Bosch se puede decir que es un restaurador, aunque su trabajo es otro –trabaja en Iberia en el aeropuerto–. Su pasión es coger un vehículo viejo, cuanto más destrozado mejor, y devolverlo a la vida. Nos comentaba que su principal hobby eran las motos, de hecho tiene varias de los años treinta totalmente restauradas y que son la envidia de más de uno, pero hubo un momento en que estas se le quedaron pequeñas y decidió probar con los coches.

Y quedamos con él para que nos mostrara su Seat 600 de 1972 de segunda generación. Nos comentaba que lo compró en 2008 en Valencia en un estado lamentable, no podía estar peor, pero como los retos le gustan no le importó y comenzó, poco a poco y en sus ratos libres, la restauración, que se prolongó hasta 2014 cuando lo tuvo terminado.

coche cl¿sicoFOTO: BOTA

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Nos decía que toda la vida le ha gustado restaurar vehículos, empezó con las motos, aún sigue con ello, y luego se pasó a los coches. Se puede decir que su trabajo ha sido restaurador, es algo que le llena por completo y disfruta haciéndolo, no le importan las horas de trabajo que tenga que dedicar a ello, pero lo que sí quiere es la perfección una vez terminado el trabajo. Cuenta con una importante colección de motos, algunas difíciles de encontrar, y que ha buscado fuera de la Isla.

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En cuando a su Seat 600, se siente orgulloso de cómo ha quedado y no es para menos, pues visto el vehículo se podría comer incluso en el motor. Todos los trabajo de restauración los hace él mismo, ya que estudió mecánica y electricidad, por lo que se ha montado su taller de amateur en un local y allí pasa horas y horas haciendo lo que más le gusta. No obstante, reconoce que como ha sido una pasión toda su vida, cuando estudiaba, allá por los 80, se acercaba al taller de un amigo y allí dio sus primeros pasos; a partir de esos primeros contactos con la mecánica su afición ya fue imparable. Afirma con cierta rotundidad que el ser mecánico ha sido su profesión frustrada y le hubiera hecho mucha ilusión dedicarse a la mecánica en plan profesional, vamos, haber montado un taller.

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Ha restaurado diversos vehículos en los últimos años, aunque al final termina vendiéndolos para iniciar un nuevo proyecto, que es en realidad lo que le gusta y le satisface. Reconoce que no lo utiliza mucho, algún que otro fin de semana, lo justo para que el coche mantenga todas sus piezas en perfecto estado y esté listo para circular cuando le apetezca. Y como hombre inquieto, ahora ya prepara nuevos retos. Comenta que uno de ello es la restauración de un Ford de 1932 que espera poder terminar en los próximos años. Algo que seguro conseguirá y, además, estamos seguros de que el vehículo quedará como recién salido de fábrica, dada su forma de trabajar.

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