La parte anterior cuenta con un frontal muy imponente en el cual se ve claramente la marca ‘Renault’ que últimamente prima en todos sus modelos. | Miquel Àngel Llabrés

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Allá por los años 70 fue cuando empezó a fraguarse el Espace en su primera versión, aunque al principio estaba prevista su puesta a la venta por parte de la marca Talbot –de ahí el parecido de la primera versión con los vehículos de esa marca–. Pero por una historia rocambolesca, la primera variante de este modelo acabó siendo producida por Renault en 1984, con un buen índice de ventas.

Podemos decir que el Renault Espace ha sido el precursor de todos los monovolúmenes que se encuentran a la venta en la actualidad, lo cual le confiere un título honorífico bastante importante, porque ya van cinco generaciones con éste.

Estéticamente, la parte delantera del nuevo Espace se caracteriza por tener un diseño totalmente redondeado, con unos faros alargados, en el interior de los cuales se encuentra una línea de iluminación led de lo más acertada. La parte delantera muestra una unión total entre los faros y los parachoques.

La parte posterior no es menos moderna y atractiva gracias a unos pilotos también de leds situados en la parte superior del portón trasero, que tienen forma de triángulo en el lateral, con un parachoques prácticamente vertical al más puro estilo de furgoneta, aunque para nada dé la sensación de serlo.

PROPULSORES
En cuanto a motorizaciones, por ahora hay tres disponibles, dos gasolina y dos diésel. La unidad que hemos probado nosotros era la de gasóleo más potente, de 1.598 cc y 160 CV con la tecnología Twin Turbo dos turbocompresores, añadida al motor Energy dCi. Este propulsor cuenta con la caja de cambios automática con diferentes modos de conducción.

La verdad es que antes de subirnos al Espace pensábamos que sería un vehículo pesado y difícil de mover, pero nada más lejos de la realidad. Nos hemos encontrado con un modelo con un gran dinamismo, con una aceleración importante desde bajas vueltas incluso con el modo ecológico, y que ofrece grandes sensaciones al conducirlo con el modo Sport, ya que sube más de régimen antes de cambiar de marcha. Así, tarda menos de 10 segundos para acelerar de 0 a 100 Km/h y en las recuperaciones el vehículo también es muy rápido gracias a la efectividad del cambio automático.

En cuanto al consumo, éste también llama la atención, ya que un vehículo de estas dimensiones, peso y potencia, según la marca gasta sólo 4’6 litros a los 100 Km. Nosotros no hemos conseguido esta marca, pero llevándolo en modo ECO la verdad es que no hemos llegado a los 6, lo cual está muy bien.

En carretera el vehículo se muestra bastante ágil para ser un monovolumen, aunque las suspensiones podrían ser un poco más duras para disminuir un poco el balanceo, que no es molesto, pero que sí le resta un poco de rotundidad al entrar en las curvas. El sistema 4Control –con las cuatro ruedas directrices– le ayuda a trazar mejor las curvas, aunque también hace que la dirección sea muy sensible, quizá demasiado.

El interior es realmente lujoso, con ausencia de plásticos, que suelen resultar ruidosos. Si se le pueden poner dos peros podrían ser una consola central excesivamente ancha, que reduce el espacio para las piernas, y que la tercera fila de asientos sea prácticamente sólo para niños.
El equipamiento de serie lleva multitud de gadgets para hacer que la vida en el interior sea del todo cómoda para el conductor y para el resto de ocupantes del vehículo.