El espíritu de Lindbergh y el de Salvador Hedilla (primero en realizar un vuelo turístico de Barcelona a Palma el 2 de julio de 1916), inspiraron a un pobler, Joan Crespí ‘Xopolet’, que también quiso escribir su nombre en el libro de la historia, aunque en Mallorca sigue siendo hoy un gran desconocido para la población general.
Tras su vuelo de Barcelona a Palma, Hedilla se había convertido en toda una celebridad en las Islas a pesar de lo accidentado de sus exhibiciones. Una de ellas la realizó en sa Pobla por las fiestas de Sant Jaume de 1916. Es posible que el recuerdo que aquél vuelo inspirara la carrera aérea de Xopolet (que entonces tenía solo tres años), o que simplemente su tendencia al riesgo le viniera de cuna. Fuera cual fuera la razón, 20 años después de que Hedilla hiciera historia, el pobler cubrió su mismo trayecto (Barcelona-Palma) con una avioneta de apenas 30 caballos, desoyendo las advertencias de expertos pilotos e ingenieros catalanes que le advertían que aquella era una misión suicida.
«Todos los aviones que habían volado antes de Barcelona a Mallorca eran más grandes, con más potencia y capacidad o eran hidroaviones que podían amerizar en el mar en caso de sufrir algún problema pero Xopolet estaba empeñado en llevarse su avión, que había llevado en barco a Barcelona para reparar, de vuelta a Mallorca volando», explica el historiador Andreu Canals Bosch, uno de los voluntarios de la Asociación de Amigos de la Aviación Histórica.
Los descendientes de Joan Crespí ‘Xopolet’ han donado a la asociación una brújula que perteneció al aviador y numerosa documentación histórica que pasará a formar parte del futuro museo de la aviación de Son Bonet. «Una sobrina del piloto de sa Pobla nos ha donado documentos, fotos y una brújula de su avioneta. Hay tanto material que podrá tener un apartado para contar su historia en el museo», añade Canals.
El historiador dice que sus descendientes le explicaron que la ilusión por volar le venía de cuando era pequeño que había visto una exhibición aérea en sa Pobla. «Pensamos que pudo ser alguna de las exhibiciones que hizo Colomer por toda Mallorca o la línea turística que había en el 34 que utilizaba una pista de aterrizaje para llevar a los turistas a las cuevas del Drach», dice.
Explica que su padre tenía una carpintería en sa Pobla por lo que la familia gozaba de cierto bienestar económico lo que permitió que el hombre viajara a Madrid para formarse como piloto en la primera escuela civil privada, una especie de delegación de la escuela Progreso en Getafe. Comenzó sus estudios en 1933 con la mala suerte de que la escuela acabó quebrando, por lo que se tuvo que trasladar a Barcelona donde completó su formación un año después.
De regreso a Mallorca montó una incipiente escuela de vuelo con una o dos avionetas que no fue bien y en 1934, se asoció al Real Aeroclub de Baleares. Se estableció en Son Bonet.«Le dijeron que podía usar la pista y guardar la avioneta. En 1935 tuvo una avería con un aterrizaje muy duro y es cuando se llevó en barco la avioneta a reparar a la escuela Progreso de Barcelona, que tenía un taller de aviones y estuvo allí hasta junio de 1936», relata Andreu Canals.
Con la avioneta Avro-Avion motor Cirrus de 80 cv ya reparada decidió emprender el vuelo hacia Mallorca. «Le decían que era un suicidio, no es que su avioneta fuera un mal avión, pero los que habían venido a Mallorca eran hidroaviones o aviones más grandes, con más potencia y capacidad. Su avioneta era de 30 caballos y no tenía ni brújula ni nada. Cuando le dijeron que no podía volar hasta Mallorca sin brújula su respuesta fue: Ya montaré una», continua el historiador. Y no hay duda que lo hizo. El 29 de junio de 1936 con su brújula montada llenó el depósito de combustible y a las 15 horas despegó con rumbo a Palma.
«Llegó un telegrama diciendo ‘ha despegado nuestro piloto’, porque sus amigos estaban al tanto de su intención. Aterrizó en Son Sant Joan 2 horas y 5 minutos después del despegue. Allí no se podía quedar, así que despegó de nuevo y voló hasta Son Bonet donde le esperaba el alcalde de sa Pobla Felip Serra Cladera, acompañado de un oficial de ingenieros», concluye.
El historiador, experto en aviación, considera que «fue una azaña épica porque no se había hecho nunca un vuelo como el suyo con este tipo de aviones. Sabemos que después fue a sa Pobla y sobrevoló el pueblo para que sus paisanos conocieran la historia». «Para mi fue su mayor gesta», concluye.
Tras el golpe de Estado de 1936, temiendo perder su avioneta en algún bombardeo, la trasladó de Son Bonet hasta una pista improvisada en la Colonia de Sant Jordi. Realizó varios vuelos para lanzar octavillas del bando nacional.
Durante la Guerra Civil fue piloto militar de los sublevados, llegando a fabricar de forma artesanal una bomba para intentar hundir un submarino enviado por los republicanos a Cabrera para rescatar a la tripulación de un hidroavión que había sido apresada en la Isla tras un amerizaje de emergencia. No logró su objetivo.
Acabada la contienda retomó su actividad como piloto civil, llegando a presidir el Aeroclub. «Sabemos que no dejó de volar hasta que cumplió 84 años», explica el voluntario de la Asociación de Amigos de la Aviación Histórica.
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