Porque Jonny, por entonces estaba de portero de Tito’s, en la puerta que daba a la Plaza Gomila. Algunas madrugadas con más movimiento que otras, más que nada porque eran horas que el alcohol, a algunos, los transformaban… «Sí, y cuando eso sucede, has de aparcar la violencia y aplicar la Psicología. En pocas palabras, tener mano izquierda, mucha paciencia, puesto que nosotros -les comentaba a los otros que estaban conmigo- vivimos gracias a ellos. Porque si dejan de venir, el dueño cerrará y nos quedaremos sin trabajo. Por eso muy pocas veces tuve que echar mano de la fuerza».
Volviendo a Jaume Santandreu, «junto con Gaspar Aguiló y otras personas, Jaume se hizo con una pensión en la calle de Rialto, calle San Felio, donde metieron a no sé cuántos indigentes… Pero eran muchos, tanto que ocuparon las tres plantas, teniendo que dormir bastantes de ellos en el suelo, pues no había camas suficientes. Naturalmente, los vecinos, ante aquella repentina invasión de sin techos, bastantes de ellos toxicómanos, entraron en pánico. Y como los entendí, traté de tranquilizarlos, a la vez que a los refugiados en la pensión les decía que se portaran bien, que no montaran alborotos, cosa que no siempre hacían, pues, como digo los había bastante zumbados. Tal vez por ello, alguien del vecindario, viendo que no había solución, pese a nuestra buna voluntad porque la hubiera, pasó una cantidad de dinero a un pobre inglés para que resolviera el problema. ¿Que qué hizo…? Pues una noche, cuando vio que todos estaban en la pensión, lanzó un cóctel molotov en la planta baja, que al explosionar, las llamas subieron hasta el tercer piso, cargándose toda la instalación eléctrica, y sembrando el pánico entre la gente que allí estaba. Como pude, avisé a Jaume, que al poco rato estaba allí, junto con Gaspar Aguiló, el médico Miquel Barceló, Xisco Seguí, periodista de Ultima Hora, policías, bomberos… A todo esto tuve que frenar a los sin techos, pues iban a por el inglés, que se había quedado en la calle, hasta que se lo llevaron. Entonces, los sin techo me amenazaron a mí por haberle protegido, En fin, que se armó uno que no terminó mal de puro milagro. El alcalde de Palma, que también se persono el alcalde, que alabó mi comportamiento, diciendo que era merecedor de la Medalla de la Ciudad, cosa que nunca recibí, vamos, que todo quedo en palabras, pero… Bueno, yo hice lo que creía que tenía que hacer, sacar a la gente de allí y luego evitar el linchamiento del inglés a consta de que la emprendieran conmigo. Lo cierto es que, como digo, hice lo que tenía que hacer, cosa que Jaume lo vio muy bien.
-¿Cómo te llevabas con Jaume?
-Muy bien. El tenía tres hermanas, «por lo que tú -me decía- eres el hermano que no he tenido. Y como tal me trató siempre. O mejor, nos tratamos. Puedo decir que todo lo que sé del mundo de la marginación se lo debo a él, puesto que lo vivía a diario, ya fuera desde Can Gazá, y antes, en otros centros que fundó, o en manifestaciones que hizo, o en encierros, siempre en protesta por las pocas ayudas que tenían los indigentes y, sobre todo, la falta de alojamiento, por lo cual se tenían que buscar la vida en la calle. En casi todas estas ocasiones tuvimos el apoyo de la gente…En casi todas, porque hubo, que yo recuerde, una excepción. Fue cuando todos, me refiero a sin techos y nosotros, nos encerramos en el recinto del IMAS. ¿Qué pasó? Pues que llegó alguien que les ofreció dinero, poco, pero mucho para ellos, con la condición de que se largaran de allí, cosa que hicieron, dejándonos solos. A Jaume eso no le sorprendió, pues sabía de la debilidad de esta gente ante el dinero, aunque fuera poco. Por eso no se desmoralizó, sino por el contrario, nos animó a seguir en la lucha.
-Hubo una época que Jaume y tú os distanciasteis, incluso dejasteis de hablaros, ¿no?
-Bueno, sí, pero esas cosas también ocurren entre las buenas familias. Seguramente fue porque en algo no nos pudimos de acuerdo, y en vez de discutirlo amistosamente, nos cabreamos y cada uno se fue por su lado, posiblemente pensando que el otro vendría a disculparse. Porque el día que falleció su madre, fui a Manacor a estar con él, nos dimos un abrazo y a partir de ahí… Pues como si no hubiera pasado nada. Jaume no era rencoroso, ni yo tampoco. Le vi muchas veces cabreado, tal vez porque su día a día era muy intenso, pero jamás le he visto hacer daño a nadie, ni intentar perjudicar a nadie. Él vivía por y para los pobres… Por eso pasó de muchas cosas por ellos.
-Jaume, además, si era necesario, se desplazaba hasta el lugar donde había el problema, ¿no?
-Sí, así lo hacía. En una ocasión, enterado de que un mallorquín estaba preso en Francia, en una cárcel cerca de la frontera con Bélgica, nos fuimos a verle. Barco a Barcelona, y de ahí, hasta la cárcel, en coche. Le vimos, estuvimos un rato con él, Jaume le dio una cantidad de dinero y regresamos a Palma. Fue un viaje relámpago. Ida y vuelta con parada en el presidio y en dos hotelitos para dormir.
-¿Crees que de no haber sido persona tan entregada a la causa, es decir, si hubiera sido cura simplemente, hubiera llegado lejos?
-Por lo menos… Seguro que hubiera llegado a cardenal. Pero salir en defensa de los pobres, antepuso esto a todo lo demás. Por ellos era capaz de hacer cualquier cosa, lo cual demostró en diversas ocasiones a lo largo de su vida. Y es que él era como era, lo cual le diferenciaba de otros curas. Prueba de ello es que su últimas voluntades fueron morir en Can Gazà, rodeado de los suyos, y ser enterrado en su jardín.
-¿Qué crees que va a pasar con Can Gazá sin Jaume?
-Estoy seguro de que va a continuar, ahora de la mano de Miguel Ángel, Toni y más gente que seguro querrá continuar con su obra. Por nuestra parte, me refiero a Tardor, vamos a intentar que la Fundación Calonge, que ayuda mucho, entre ellos a nosotros, en estas causas, colabore con Can Gazá.
1 comentario
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En vida fue olvidado, apartado incluso humillado y ahora todo son elogios, que sociedad más hipócrita y sobretodo la sociedad católica.