Traslado forzoso a Manacor de la paciente más veterana de diálisis de Son Espases: «Me han roto el corazón»

Mercedes Vives Fuster tiene una enfermedad renal crónica diagnosticada a los 12 años

Mercedes Vives Fuster, en su último día en la diálisis de Son Espases | Foto: Hospital Son Espases

TW
19

Maria Mercedes Vives Fuster tiene una insuficiencia renal crónica desde los 12 años y durante 25 años ha sido atendida por el mismo equipo médico, primero en Son Dureta y luego en Son Espases.

Hace siete años y medio se mudó de Palma a Montuïri para vivir con el amor de su vida con el que el próximo mes de julio contraerá matrimonio. Cada lunes, miércoles y viernes por la mañana, una ambulancia la recogía en la casa que ambos comparten en el pueblo y la trasladaba hasta el centro hospitalario Son Espases, donde permanecía enchufada a la máquina que limpia su sangre durante casi cinco horas.

A finales de abril le comunicaron que la ambulancia ya no iría a buscarla y que se la trasladaba al Hospital de Manacor. «Me han roto el corazón, es como si hubiera perdido a una parte de mi familia. No tengo ninguna queja del personal médico de Manacor pero, aunque las enfermeras y médicos no pueden crear vínculos con sus pacientes, después de tantos años los llegas a crear. He visto a algunas de las enfermeras y auxiliares embarazadas, he conocido a sus niños, he pasado muchas horas de mi vida junto a ellos», lamenta.

En este momento afirma sentirse «sobrepasada» por las circunstancias que coinciden con la preparación de su boda pero explica que tiene intención de recurrir la derivación. «Por qué me han cambiado a mi si hay libertad de elección de médico?», se pregunta.

Mercedes Vives era solo una niña cuando comenzó a mostrar los primeros síntomas de una enfermedad renal crónica por la que tiene la incapacidad. «No me funcionan los riñones, uno de ellos no se ha llegado a desarrollar, es como un muñón y el otro hace reflujo», explica. Ha sido trasplantada en tres ocasiones, la primera vez con solo 12 años de edad y ahora tiene 43 años. «Me hicieron el primer trasplante para conseguir que me desarrollara y creciera porque si no, no llegas a pegar el estirón. Me pusieron el riñón en el lado izquierdo y tuve mucho rechazo por lo que cuatro años y medio después me volvieron a trasplantar. El último riñón que me colocaron en el Clínic de Barcelona no llegó a funcionar», detalla.

Recuerda sus primeras sesiones de diálisis en la Poli clínica en Palma siendo solo una cria. Al cumplir los 18 empezó en Son Dureta y luego pasó a Son Espases con el mismo equipo médico que tenía. «Son como mi familia, estoy eternamente agradecida a todo el equipo médico, enfermeras auxiliares y médicos; sobre todo al doctor Gascó», explica. Tanto ellos como sus compañeros de diálisis la despidieron con emoción el pasado 2 de mayo, en la que tenía que ser su última sesión. «Yo llevé sidra sin alcohol para los otros pacientes de diálisis y bebidas y ensaïmadas para el equipo médico. Ellos me dieron la sorpresa y me entregaron un ramo de flores», recuerda emocionada.

No solo ha perdido a su equipo médico de confianza, con el que ha pasado parte de su adolescencia y toda su vida adulta. Explica que el nuevo horario le causa problemas de conciliación. «Tengo a mi madre con 78 años que ya se ha caído varias veces y mi hermana con una enfermedad psíquica. Mi madre vive al lado de Son Espases, ahora tengo que ir de Palma a Manacor o de Manacor Palma después de una diálisis. Es una injusticia y si tengo un accidente con el coche está en riesgo la vida de los demás conductores. La diálisis te deja agotado, a veces provoca mareos y dolores de cabeza. Es una injusticia que después de tanto tiempo me digan que ya no me llevarán más al hospital de Son Espases. No sé hasta que punto pueden hacerlo y tengo pensado recurrir», concluye.