¿Qué supone para usted recibir este reconocimiento?
Representa un orgullo, me siento realizada aunque pienso que todavía puedo hacer más. He trabajado mucho, no he tenido nunca vacaciones. Pero lo he hecho con ilusión y quiero seguir trabajando para poder transmitir a los jóvenes esta ilusión y la actitud de servicio.
¿Qué le motivó elegir esta profesión? ¿Cómo sintió la vocación?
De pequeña. Los Reyes Magos ya me trajeron un ‘Paqui’, que era un muñeco de plástico con unas jeringas, que terminó con toda la goma pasada de tantos pinchazos y de tantas cosas que le hacía. Después tuve que cuidar a mi madre, que era hipertensa y tenía úlceras en las piernas. Iba a Barcelona al especialista a ver cómo tenía que hacerle las curas y pensaba que acabaría siendo practicante en mi pueblo pero al irme al Hospital Clínic de Barcelona todo cambió. El Clínic me lo dio todo y si no me hubiera casado con un médico mallorquín seguiría allí.
¿Cómo fue su inicio en Mallorca?
Difícil. Venía de un hospital con alta tecnología y unos quirófanos en los que ya se hacían trasplantes renales, con unos circuitos distintos. Fernando y yo teníamos 25 años, estábamos recién casados. Nos encontramos con unos cirujanos extraordinarios pero mayores y tuvimos que hacer el cambio generacional, sin hacer daño a nadie. Yo, a parte de enfermera era instrumentista por la Universidad de Barcelona y aquí todo esto no existía. Como anécdota te contaré que había un cirujano que fumaba en el quirófano. Yo me inventaba la ley, le decía que vendría una inspección y que no podía fumar y me decía, ‘Nena, el humo es estéril’ y seguía fumando (risas). Pero ser humilde funciona en esta vida y aunque tenía 25 años, tuve la capacidad de entender dónde estaba y en qué podía ayudar.
¿Le tocó cambiar muchas cosas?
Sí, tuve que cambiar muchas cosas, pero estaba muy segura de lo que quería y de lo que hacía falta, desde el mobiliario hasta los procesos de esterilización... Pero lo hice despacio. Mis suegros, que eran los dueños de la clínica, me dieron todo su apoyo. Tengo que decir que mis primeros amigos aquí fueron ellos y la comunidad de religiosas teatinas que trabajaba en la clínica. Parte de mi trabajo también fue mimar y cuidar mucho a estas religiosas porque en aquel momento no estaban ni dadas de alta en la seguridad social. Es un orgullo poder decir, en este sentido, que siempre hemos cuidado a nuestro personal y hemos cumplido con nuestros proveedores.
‘Cuelga la bata’ para dedicarse a la gestión sanitaria.
No, no la he colgado la bata nunca. En la actualidad apoyo a la gestión, pero más a la organización, a la innovación y a la creación de nuevos servicios. Hemos conseguido tener los mejores quirófanos de Europa. Siendo una clínica pequeña, ya fuimos los primeros, en el año 85, en montar una unidad de litotricia renal extracorpórea, también tuvimos el primer PET TAC, el primer Da Vinci de la sanidad privada… Nos duele que los enfermos se tengan que desplazar para hacer una prueba o una intervención. El enfermo elegirá donde quiera ir, pero le tenemos que dar la oportunidad de no tener que desplazarse. Y si no queda más remedio, nos aseguramos de facilitar todo el proceso a ese paciente que nos ha confiado su salud. Y en este aspecto tengo que destacar que los grandes hospitales de referencia de todo el mundo, a los que derivamos a nuestros pacientes, aceptan nuestros diagnósticos y nuestras exploraciones, y no precisan repetir las pruebas.
¿Cómo ha visto evolucionar la enfermería en estos 50 años?
La enfermería ha evolucionado como todo. Como la sanidad, la sociedad… Ahora que se habla tanto de la inteligencia artificial, para nosotros es un instrumento y una ayuda, pero del factor humano nunca se podrá prescindir. La IA nunca dará la mano al paciente, ni las explicaciones adecuadas. La tecnología es fundamental a nivel de seguridad en el paciente, de los resultados, de las exploraciones e intervenciones y el aprendizaje que hacen las enfermeras de todas estas técnicas es extraordinario pero nunca podrán sustituir la relación con el paciente.
El factor humano.
Sin duda, el cuidado y el mimo que puede dar la enfermería es insustituible. La sociedad tiene que valorar el trabajo que realizan los profesionales y mimarlos también.
Ha sido además impulsora de la primera escuela privada de Enfermería ¿Qué supone para usted este proyecto?
Mi satisfacción, me ha costado 30 años de lucha y muchas decepciones hasta que hace tres años lo pusimos en marcha gracias a Quironsalud, al CESAG y a la Universidad de Comillas. El año que viene ya sale una primera promoción de 50 alumnos y es algo muy importante para nuestra comunidad.
Una comunidad con déficit de enfermeras
El déficit de enfermeras siempre ha existido. Esta escuela ayudará a tener más profesionales pero tenemos que ser capaces de crear más plazas. La población envejece y hacen falta cada vez más cuidados de enfermería.
De toda esta trayectoria ¿Qué le hace sentir más orgullosa?
Haber impulsado una atención sanitaria profesional, eficaz y eficiente, con una muy fuerte base a la atención humana, a los pacientes, y extensiva a los familiares. Lo que llamamos el ‘Espíritu Rotger’. Quiero aprovechar para dar las gracias a todos los profesionales que me han acompañado en estos 50 años, y a la sociedad en general que han depositado su confianza hacia la Clínica Rotger.
El apunte
Cinco décadas de una prolífica actividad siempre centrada en el bienestar del paciente