ENTREVISTA

Un usuario de Ca l'Ardiaca: «Esto es un campo de concentración del siglo XXI»

Manuel Yelamos denuncia varios robos en el último mes en el albergue, entre ellos el de su dentadura postiza

Manuel Yelamos, posando para esta entrevista | Foto: P. Pellicer

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Manuel Yelamos lleva unos nueve meses pernoctando en el albergue de Ca l’Ardiaca, un lugar que define como «campo de concentración del siglo XXI». Y es que asegura que en los últimos meses varios compañeros le hacen «la vida imposible» y ha sufrido varios robos, entre ellos el de su dentadura postiza; lo cual ha denunciado ante la Policía Nacional. Natural de Almería, tiene 73 años y una condena por narcotráfico de cánnabis, que está cumpliendo desde hace años y finaliza este agosto. Desde 2023 tiene la condicional, por edad e incapacidad de Grado 1.

Antes de llegar a Ca l’Ardiaca estuvo en el albergue de Llar Kurt: «Me fui porque me comían las chinches y vi como moría un hombre. Salí de ahí y acabé en Ca l’Ardiaca», cuenta. Según dice, está ahí «por orden judicial» y los primeros meses fueron bien: «He estado con gente de muchas nacionalidades que respetan a las personas mayores, pero ahora me han puesto con personas problemáticas que me hacen la vida imposible». Por ello, busca desesperadamente una habitación para abandonar el centro o conseguir una plaza para ir a Casa de Familia. «Me dicen que no hay sitio», lamenta.

En el último mes ha interpuesto tres denuncias ante la Policía Nacional por amenazas y el robo de varios objetos personales. La primera, cuando le substrajeron el DNI, la cartera, 70 euros en efectivo, varias tarjetas de crédito y dos cartillas bancarias, la tarjeta del autobús TIB, el teléfono móvil, un bolso y unas gafas graduadas. La segunda, por su dentadura postiza, según él, valorada en 3.000 euros: «Por la noche la guardo envuelta en papel y la meto en mi calzado para que no se me olvide por la mañana. Me levanté como cada día y cuando fui a desayunar vi que no estaban los dientes», explica.

«Una monitora me dijo que sospechaba de un usuario que está pendiente de adaptar una dentadura, yo ni sabía que eso se podía hacer», admite. La tercera y última, fue por intimidaciones. Según cuenta, un compañero de habitación le quería matar: «Desde que ha llegado ha tenido problemas con varios, insultando y agrediendo. A mi una noche me empezó a decir ‘narcotraficante’, le dije que por qué me decía eso y me contestó ‘te voy a matar hijo de puta’. Lo expulsaron, pero luego volvió a entrar». «Esto son historias de terror vividas en Ca l’Ardiaca. Toda la vida en prisión, viviendo como un marqués y ahora estoy en una novela negra. Hay que ser malvado para robar una dentadura y dejar a alguien sin comer», lamenta.

«Me han dicho que es imposible que entre en Casa de Familia, así que le he pedido a uno de mis hijos que me ayude a encontrar una habitación. Yo no debería estar en Ca l’Ardiaca, no tengo el perfil, no bebo ni tomo sustancias», critica. Ahora está pendiente de recibir noticias de una posible habitación en Palma por la que le piden 600 euros mensuales, pero no le ofrecen ningún tipo de garantía: «No me quieren hacer un contrato de alquiler». Desde su punto de vista, «la tienen tomada» con él en el albergue, por antiguas desavenencias con un educador social que conoció en Llar Kurt: «Estoy aguantando, pero quiero que se tomen medidas para que no siga pasando lo que pasa ahí dentro».

Tal es el hartazgo, que Manuel pasa fuera del centro el máximo tiempo posible. Cada día, sobre las 07.00 horas, se desplaza al Hospital de Son Espases en autobús y desayuna y come en la cafetería del centro hospitalario. Pasa gran parte del día, hasta las 16.00 horas, en la biblioteca del hospital: «Estoy todo el día aquí porque aquello es un infierno, me quiero ir de allí. No puedo más», asegura.