A medida que se hacen mayores la posibilidad de ser ‘elegidos’ se reduce. El sistema ha entrado en un bucle del que es complicado salir. No solo llegan más menores que nunca a los centros, sino que además buena parte de ellos tienen un perfil complicado, ya sea porque padecen algún tipo de discapacidad, porque tienen más de siete años, o bien porque forman parte de grandes grupos de hermanos. La prioridad es no romper los vínculos entre hermanos y apenas hay familias canguro con capacidad para acoger a tantos.

«Los centros están desbordados, cuando fui a recoger a mis nenes, quedé espantada porque se te acercan muchos, te agarran y te piden que te los lleves. Me los llevaría a todos, pero no puedo. En 25 años que llevo como madre de acogida nunca he visto los centros como están ahora y eso que he visto lo que no está escrito», relata Carme García, madre de acogida que tiene ahora mismo dos niños de 2 y 6 años que llegaron en patera sin sus padres desde el otro lado del Mediterráneo. En su casa vive también Sheila. La llevaron del centro a su hogar hace seis años y acaba de cumplir los 18.
La ley de protección del menor impide que pongamos rostro a esos pequeños que juegan en su casa. Si lo hiciéramos posiblemente se acabaría con el estigma que reduce año tras año el número de familias canguro, condenando a los niños a una vida fuera de cualquier núcleo familiar. En este momento solo dos familias tienen a su cargo a menores extranjeros no acompañados en Mallorca, dos de ellos son los ‘peques’ que nos reciben en casa de Carme García con una gran sonrisa en los labios.
Según la última memoria anual del Consell de Mallorca, el 31 de diciembre de 2024 había 674 niños y adolescentes viviendo en residencias del sistema de protección del Consell de Mallorca, 370 de ellos eran menores extranjeros no acompañados. Es lo que se conoce como «acogimiento residencial».

Si tienen suerte podrán abandonar el centro para vivir en familia, pero esa es una suerte que solo les llega a unos pocos. En todo 2024 se produjeron 527 acogimientos en familias de los que 207 fueron temporales (105 en familia propia y 102 en familias sin lazos de parentesco con el menor). Los otros 320 niños consiguieron una acogida definitiva en familias (262 con lazos de parentesco y 58 en familias ajenas).
Europa ha fijado como objetivo a todos los países miembros de la unión que en el año 2030 no quede ningún niño de más de diez años en centros residenciales, algo que hoy es más una utopía en Mallorca que una realidad. «Tenemos una situación complicada, siempre priorizamos el acogimiento familiar porque creemos que es el más próximo, seguro y el que más protege al menor, pero la realidad es que en este momento tenemos muchos niños viviendo en centros, entre otros motivos porque hay muchos grupos de hermanos que la administración no quiere separar, también niños con discapacidades o necesidades especiales y mayores de 7 años. A partir de esa edad es mucho más difícil encontrarles una familia, aunque siguen siendo pequeños y son un amor», explica Apol·lònia Socías, directora insular de Servicios Sociales, Infancia y Familia.
Los expertos se enfrentan cada día a nuevos retos. Aumenta el número de adolescentes cuyos padres entregan su guarda al Consell porque tienen problemas graves mentales o de conducta con los que no saben o no pueden lidiar. «Son padres biológicos que se acercan a la administración, ya sea derivados por educación, sanidad o por los servicios sociales, y claudican ante acontecimientos de los que no pueden hacerse cargo. Es un fenómeno en auge que lo que nos indica es que la prevención está fallando», reflexiona Socías.

Llegados a este punto el Consell plantea nuevos abordajes que ayuden a desencallar la situación que se vive en Baleares. No basta con aumentar, como lo han hecho, el número de plazas residenciales en las Isla. Además de hacer un llamamiento a nuevas familias que quieran entrar en el programa canguro, la administración ya ha dado los primeros pasos para crear un nuevo programa que, al estilo de los que existen en País Vasco y Catalunya, facilite el acogimiento temporal de menores en un entorno terapéutico.
La idea es que profesionales de la salud, preferiblemente psicólogos, puedan acoger en sus familias a menores que necesitan un tratamiento sociosanitario especial y proveerles así a un tiempo del núcleo familiar y de la terapia. «Es lo que llamamos acogimiento especializado por parte de un profesional del ámbito terapéutico. Estamos en la fase previa de estudio y creemos que podría dar cobertura a este perfil que cada vez está más presente en nuestros centros», dice la directora insular.
Zaira Campomar García conoce bien ese perfil. Creció en una familia canguro y se convirtió en madre de acogida cuando se fue a vivir con su pareja. «Tengo dos hijas biológicas de 13 y 12 años y ya he tenido cinco niños de acogida, entre ellos dos hermanos, uno autista. Yo trabajaba en un centro de discapacitados profundos en Palma y cuando me llamaron para proponermelo me cogió de sopetón, pero dije que sí. Era un caso muy complicado, pero fue muy bonito superar los retos que se nos pusieron. Tuvimos que ir mucho tiempo a médicos y estimulación, pero cuando haces las cosas con ganas no es difícil. Aún mantenemos el contacto con ellos. Fuimos a Estados Unidos a hacer de puente con su familia biológica, porque al ser autista el peque tenía mucho apego y era muy complejo», relata.
Zaira sabía bien lo que hacía, no solo por su formación laboral, sino también por experiencia familiar. De ahí que el principal obstáculo que tienen que superar los menores, el estigma social, estuviera más que salvado. Hace ahora 25 años que su madre, Carme García, vio por casualidad cuando iba con ella y su hermana en el coche por el Port d’Alcúdia una valla publicitaria con un dibujo de un canguro y un paraguas de colores. En letras grandes ponía: ‘¿Quieres ser familia canguro? Hay niños que necesitan tu ayuda’.
«No sabía casi ni lo que era, pero llamamos, hicimos los cursos y desde entonces hasta ahora 29 niños y niñas forman parte de nuestra familia», explica García. Por su casa en Alcúdia han pasado desde recién nacidos a adolescentes de diferentes orígenes. «Cuando nos llaman no preguntamos ni edades, ni razas, ni religiones, ni si son o no de Mallorca. Todos son niños que necesitan una familia. Algunos tienen nueve apellidos mallorquines. Donde nos necesiten allí estaremos», relata.
Más allá de los prejuicios y estigmas, ¿Qué es lo que frena a los ciudadanos de Mallorca a colaborar? ¿Es una cuestión económica? ¿Emocional? ¿Es por desinformación?
El Consell abona a las familias canguro una pensión por los gastos que conlleva tener un menor a cargo y se ocupa también de costes extraordinarios con la presentación de una factura, por ejemplo unas gafas que puedan necesitar. Para entrar en el programa hay que superar un curso de cinco sesiones y una entrevista familiar, en la que la administración se asegura de que el niño o la niña van a estar bien cuidados.
Cualquier persona o familia con residencia habitual y legal en Mallorca, dispuesta a ofrecer un ambiente estable, amor y dedicación a un niño es bienvenida. Se trata de gente implicada en el bienestar de la infancia que tiene una situación personal que les permite ofrecerse como acogedores.
Se puede ser familia canguro de diferentes formas. Algunas ofrecen un respiro a los niños para que salgan de los centros los fines de semana, otras acogen temporalmente a los críos mientras su situación familiar se normaliza, hay quien lo hace de forma permanente.
El segundo lunes de cada mes a las 13 horas se hace una reunión informativa en la sede central de IMAS en la calle General Riera, 67 de Palma. Para asistir no es necesaria cita previa. Llamando al teléfono 971 014 311 también se puede obtener información sobre el proceso y resolver dudas.
Mallorca fue en su día pionera a nivel de todo el Estado en el acogimiento familiar de menores, pero ahora se está quedando a la cola. «No podemos decir que hayamos fracasado, porque 527 niños estuvieron en acogida familiar en 2023. No es un porcentaje bajo, son casi la mitad de los menores. Llegamos a ser la primera comunidad en acogimiento y trabajamos para volver a fomentarlo», dice la directora insular Apol·lònia Socías.
Si en algo coinciden la administración y los ciudadanos es en el hecho de que la sociedad está cambiando, cada vez se dedica menos tiempo a la familia y se estigmatiza más. «La sociedad señala como delincuentes a los niños y adolescentes y no entiende la realidad que están viviendo. Los niños que están en el sistema de protección han tenido una especie de ‘discapacidad familiar’, una familia que no ha tenido las habilidades, que ha sido ineficiente en su cuidado o que les ha maltratado. Solo son niños», reflexiona Socías que hace un llamamiento contra la estigmatización.
Sheila Arcas Parra sabe bien lo que es vivir en un centro del IMAS. Acabó en uno de ellos cuando tenía solo 8 años. A los diez, Carmen García la acogió en su casa. Acaba de cumplir 18 años y sigue teniendo un hogar en el que a lo largo de estos años ha tenido casi 30 hermanos biológicos y de acogida. Lo que debería ser normal es un ‘lujo’ para muchos menores en Mallorca que temen cumplir la mayoría de edad y quedarse en la calle sin recursos.
Existen pisos de emancipación para que realicen la transición al mundo adulto, pero hay hasta tres años de lista de espera para acceder a ellos.
«Los niños y niñas no tienen la culpa de acabar donde están. No son delincuentes y no es lo mismo estar en un centro que pasar a tener un padre, una madre y hermanos, con los que puedes seguir haciendo tu vida. Vas a cualquier centro de acogida y lloras porque hay muchos y la mayoría son chiquititos y no se merecen a estar tanto tiempo allí», explica Sheila Arcas. Mira el futuro con ilusión sabiendo que algún día podrá ser ella quien acoja en su casa y anima a los chiquillos que pasan por la situación que ella vivió a «ser valientes y luchar para tener una mamá o un papá».