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Baleares recibe 300.000 residentes extranjeros en 25 años

La población total de las Islas ha crecido en este tiempo en 400.000 nuevos habitantes, el equivalente a la actual población de Palma

Una imagen de la calle Sant Miquel el pasado verano, con un gran número de residentes y turistas | Foto: J. Morey

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La población balear ha crecido en los últimos años casi el equivalente a la ciudad de Palma, 386.138 habitantes y el 80% de estos nuevos habitantes son extranjeros. Baleares ya no crece con población de Península y cada vez son más los ciudadanos de las Islas que regresan a sus comunidades de origen. Baleares tampoco crece con población autóctona de las Islas porque el número de nacimientos está bajo mínimos y hay casi el mismo número de recién nacidos que de fallecidos.

Esos 400.000 nuevos habitantes que podrían configurar una ciudad como Palma si se agruparan en un mismo territorio son, mayoritariamente, ciudadanos latinoamericanos que están protagonizando un nuevo ‘boom’ de inmigración hacia las Islas. Con ellas llega además una explosión demográfica que también está en parte detrás del imparable aumento de la vivienda. No hay posibilidades de vivienda construida para acoger a este número de recién llegados.

Suponen un crecimiento anual de alrededor de 20.000 personas, lo que implica la necesidad de entre 6.000 y 7.000 nuevas viviendas cada año. No ha sido así y la alta demanda ha contribuido a la subida de los precios y al hacinamiento de muchos de estos nuevos residentes en pisos pateras, según destaca el catedrático jubilado de Geografía Humana de la UIB, Pere Salvà.

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Este primer cuarto de siglo en Baleares no solo ha traído consigo un aumento de un 45 % del número de habitantes sino que además ha traído cambios muy relevantes en la procedencia de quienes tradicionalmente han migrado hasta las Islas. Ya no son peninsulares, pero tampoco son europeos, Mejor dicho, sigue habiendo inmigración de países de la Unión Europea, pero ya no son el principal foco de emigración hacia las Islas. En estos momentos, los dos principales países que envían inmigración a las Islas ya no son Alemania y el Reino Unido, como ha sido durante media década. Ahora son Colombia y Marruecos y esto está provocado a su vez un cambio en la realidad sociocultural de las Islas.

La principal colonia de inmigrantes en Baleares es la colombiana, con 37.017 residente en las Islas cuando en el año 2000 apenas vivían en al archipiélago 1.039 colombianos. Supone multiplicar por 34 los residentes originarios de este país. La segunda colonia extranjera por número de residentes es la argentina. En las Islas viven en estos momentos 35.600 argentinos, cuando hace 25 años eran 4.568. El aumento de residentes de estas dos nacionalidades, junto a la de los originarios de Ecuador (17.184 en la actualidad) explican el exponencial aumento de la inmigración latinoamericana a Baleares. En las islas viven 140.503 latinoamericanos; a principios de siglo eran solo 10.851. Se han multiplicado por más de 10.

La tercera nacionalidad con más presencia en las Islas es la marroquí: son 32.546 residentes en Baleares frente a los 6.251 que eran a principios de siglo. Hay que bajar al cuarto y quinto puesto para encontrar dos nacionalidades europeas, Alemania (21.381 residentes) y Reino Unido (18.722).

Hace 25 años, antes de la llegada masiva de población procedente de Latinoamérica, el listado de los colonias extranjeras más numerosas en Mallorca era completamente diferente. Los tres primeros países eran Alemania, el Reino Unido y Francia y Marruecos y Argentina no aparecían hasta la cuarta posición. Luego seguían Italia, Países Bajos, Suiza, Bélgica y Cuba.

El apunte
Josep Pons Fraga

Tan espectacular como previsible

Josep Pons Fraga

Balears se encamina hacia el millón y medio de habitantes. Un crecimiento, tan espectacular como previsible según el catedrático de la UIB Jesús González, es fruto de la inmigración. Motivado por el peso del turismo en la economía regional y la necesidad de mano de obra en hostelería y restauración, este aumento demográfico demanda prestaciones e infraestructuras públicas. Pero es imprescindible para mantener el sistema de pensiones y servicios en una sociedad envejecida, cuyas tasas de natalidad son cada vez más bajas.