La fábrica que cerró el Gordo de la lotería

Historia de la factoría Oliver, la primera en emplear un motor de vapor de toda España

Obreros de la fábrica Oliver, la primera en funcionar con una máquina de vapor en España.

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Hubo un tiempo en el que la burguesía mallorquina era revolucionaria, republicana y arriesgada. Sin estas tres características la fábrica Oliver de Sóller no habría hecho historia. Su propietario original Joan Oliver Rul·lan formaba parte de esa clase social adinerada que vivió su máximo esplendor durante el Trieno liberal (1820-1823) en Mallorca. Fue miembro del partido republicano federal, el más ‘radical’ del momento.

Con la vuelta del absolutismo de Fernando VII parte de aquellos burgueses revolucionarios tuvieron que huir del país. Fue así como Joan Oliver ‘Maneu’ acabó formándose como técnico de metalurgia en Francia. Allí aprendió a diseñar todo tipo de ingenios mecánicos, entre ellos, la máquina de vapor.

Se desconoce el momento exacto en el que decidió volver a Sóller, pero los investigadores saben que fue entre 1829 y 1830 cuando ‘Maneu’ montó la primera caldera de vapor de España en su antigua factoría.

«La máquina accionaba el movimiento de su fábrica que era una empresa metalúrgica. Sabemos que su negocio prosperó y que Oliver decidió instalarse en Palma. Montó la fábrica junto al convento de la Concepción en Bonaire en lo que antes era s’Hort de Moranta. Era el año 1843», relata Ramon Molina de Deu, especializado en Historia Económica y profesor emérito de la UIB .

Encontrar personal para acompañarle en aquella aventura no debió resultar fácil. El negocio prosperó, gracias, no solo al talento de su propietario, sino a los centenares de trabajadores que se especializaron para hacer avanzar la factoría.

«Su hijo Joan Oliver Castanyer estudió ingeniería industrial en Francia y se hizo cargo de la fábrica al morir el padre. La moderniza. Construye maquinaria, herramientas, grúas, puentes grúa, calderas de motor para barcos… Está muy especializada y trabaja por encargo. Eso requiere trabajadores muy cualificados, porque no trabajan en cadena sino que diseñan pieza a pieza. Sabemos que las ruedas hidráulicas para desecar la Albufera, que luego utilizaron los ingleses, salieron de aquella fábrica», explica Molina de Deu.

Algunas fuentes dicen que la Fábrica Oliver llegó a tener 300 empleados. Su suerte se torcería en diciembre de 1902. La fortuna, o el infortunio, quisieron que les tocara ‘El Gordo de Navidad’. ¿Cuántas veces se han preguntado ustedes ‘Y sí toca’?

Esta historia nos enseña que la suerte es un arma de doble filo. Algunos trabajadores, lo tuvieron claro. Tenían conocimientos y ahora también dinero. Deciden así establecerse por su cuenta. Maneu se queda sin suficiente mano de obra cualificada y la factoría va de mal en peor. Acaba convirtiéndose en una empresa de fabricación de hielo, pero la dificultad de mantener una plantilla cualificada, la aboca al cierre.

Joan Oliver Florit, fue quien se hizo cargo del negocio familiar en sus últimos años. Vivía en una hermosa vivienda que se había construido en las Avenidas, donde luego estuvo el bar Trinquet. Por eso el pasaje que la bordea lleva el nombre de Maneu.

«Lo interesante de esta historia es que nos lleva a una época en la que la burguesía se arriesgaba, era ‘revolucionaria’ y republicana… Todo eso acabó con el turismo», concluye Ramon Molina.