ENTREVISTA

Fidèle Podga: «El sistema alimentario está pensado para provocar hambre»

El misionero laico de Manos Unidas ha trabajado en proyectos humanitarios en África y Sudamérica

Fidèle Podga, ayer en Palma | Foto: J. Morey

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Fidèle Podga es misionero laico y ha participado como responsable en varios proyectos de Manos Unidas en países africanos y sudamericanos. Esta semana está en Palma para colaborar en la campaña de sensibilización contra el hambre que ayer presentó la entidad.

Los ODS 1 y 2 hablan del fin de la pobreza y hambre cero, respectivamente, ¿son realistas?

—Si el límite se fija en 2030, creo que son objetivos que se pueden conseguir. Otra cosa es si los ODS tienen la capacidad de hacerlo efectivo porque se hayan puesto los medios suficientes. En mi opinión, no, porque, entre otras cosas, la agenda 2030 es voluntaria; cada país hace lo que buenamente puede con el único criterio de no ser el último en la fila.

¿Quiénes son las principales víctimas de la desigualdad?

—Son siempre los pobres, las capas de la sociedad más vulnerables. Son mujeres y, sobre todo, niños. Siempre que se habla de pobreza se mira desde una perspectiva norte-sur, pero me gustaría que se analizara también la desigualdad dentro de los propios países del sur, que son los más desiguales, porque para que haya riqueza tiene que haber pobreza. En el sur unos pocos son ricos mientras la población está explotada, marginada y arrinconada.

¿Se puede revertir la situación?

—Por supuesto que sí. Somos la generación capaz de revertir esto. Lo que pasa es que para que cambie, en mi opinión, hace falta cambiar las estructuras y eso nunca viene de un despacho político; tendrá que venir de un revulsivo de la sociedad civil.

¿Por ejemplo?

—Si sabemos que en determinados lugares del mundo hay explotación laboral, como compradores nos podríamos preguntar dónde se han hecho los productos que consumimos. ¿De dónde es la ropa que nos ponemos o los alimentos que comemos? Se tendría que poner sobre la mesa el consumo local, que además es lo que genera riqueza para los lugareños.

¿No cree que el planteamiento es un tanto utópico?

—No, se puede lograr a través del consumo local, la economía comunitaria, social y solidaria. Esta idea va muy vinculada a lo que el Papa define como ‘economía de Francisco’, que es la economía del pobre y que se centra en cómo se tiene que hacer para que todos vivamos con lo suficiente; eso se puede, no es utópico.

¿Cómo se puede lograr?

—Habría que revertir los términos y dejar de hablar de competencia y competitividad y utilizar palabras como las de la campaña de este año de Manos Unidas: compartir. Mientras pensemos que nuestro bienestar económico está por encima del de los demás, no cambiará nada. En la alimentación, por ejemplo, hay 733 millones de personas que no pueden comer; sin embargo, un tercio de lo que producimos lo tiramos a la basura; y se produce lo necesario para dar de comer al doble de la humanidad. Esto ocurre porque los sistemas agroalimentarios están pensados para provocar hambre.

En su dilatada experiencia, ¿ha visto más desigualdades o solidaridad?

—He visto más solidaridad, porque he colaborado en proyectos para devolver la dignidad a personas que hemos dejado en la cuneta; que es lo que, a título personal, me anima a seguir en esta lucha. Sí que es verdad que te levantas un día y ves cosas que te revuelven, pero la solidaridad está ahí. En este sentido, siempre he vivido desde una perspectiva optimista.