El medievalista Gabriel Ensenyat antes de la presentación del libro. | Jaume Morey

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Uno de los mejores medievalistas e intelectuales que tenemos es el andritxol Gabriel Ensenyat Pujol, autor de una ingente cantidad de estudios sobre la historia de Mallorca. El catedrático de la UIB presentó este miércoles en el Museu de Mallorca su última obra, Moros & catalans (Galés edicions), Premi Mallorca d’assaig 2022, con prólogo de Guillem Frontera.

¿Usted se siente moro o catalán?, español creo que no...
— Resulta difícil que uno se identifique con algo que siempre tienes en contra y, además, te somete a un descomunal espolio fiscal. Históricamente la Mallorca que llegó a mediados del siglo XX tiene su origen en la conquista de 1229 y en un poblamiento masivamente catalán. Después tuvieron lugar aportaciones diversas, sobre todo procedentes del enorme contingente de esclavos que, una vez liberados, se quedaban en Mallorca. Todo esto ha sido muy bien estudiado y hoy en día está claro. Quien lo discuta va a cuenta propia.

Se refiere a una españolización forzada de Mallorca, pero esa dependencia la ve paradisíaca si es desde Catalunya.
— No, la relación con Catalunya no ha sido siempre un oasis de calma, pero resulta que los mallorquines que llegaron al siglo XX descendían del gran aporte poblacional de procedencia catalana. Basta ver los apellidos que han perdurado, la toponimia... Y la lengua, claro. Ser simplemente Mallorca es como querer ser simplemente Ciudad Real.

¿En qué consistió y qué quiere que sea el debate identitario?
— Hace 50 años había personas que pensaban que entre la Mayurqa musulmana y la Mallorca cristiano-catalana posterior había más permanencias de las que ahora sabemos que existieron, que son pocas, insuficientes para hablar de continuidad. De hecho, en estos casos siempre hay continuidades puntuales de carácter tecnológico, toponímico o urbanístico. Pero con relación al contingente humano la disrupción fue absoluta. Hoy el problema es otro, naturalmente.

¿Qué son los mallorquines?
— Hay pasados sucesivos, pero no son equiparables ni lo que ha producido la actualidad. El corte de 1229 fue drástico; los otros, no, solo parciales. Empezando por la gente: la sociedad islámica fue abruptamente eliminada, cosa que antes no había ocurrido. Y la nueva sociedad era radicalmente diferente de la anterior: hablaban otra lengua, tenían otra religión, otras costumbres, otra mentalidad, organización política, social y familiar, incluso la gastronomía y la manera de vestir eran diferentes. Y otro arte. Con tanto cambio hablar de continuidad es una ficción, una temeridad.

¿Qué nos podría decir de Guillem Rosselló Bordoy, estudioso de la época islámica?
— A través de su libro L’Islam a les Illes Balears (1968), Guillem Rosselló tuvo una importancia capital en el debate, presentando el islam (en este caso el insular) como una sociedad normal y no como el paréntesis inoportuno (y sobre todo antiespañol) ideado por la historiografía patriótica española (o sea, casi toda). Desde entonces sus estudios han sido clave para conocer mejor el pasado musulmán. Y para encajarlo en nuestra historia. Yo siempre me refiero a aquellos musulmanes isleños como «los otros mallorquines».

¿Se entiende una Mallorca sin la emigración peninsular?
— Como dijo en 1982 Leopoldo Calvo Sotelo, la emigración resultaba fundamental para españolizar los territorios menos españolizados. Todo esto sin que los emigrantes tuvieran ninguna responsabilidad. Al contrario: los mallorquines de pura cepa para quienes trabajaban bien que los explotaban laboralmente. Les llamaban «mano de obra barata».

¿Cómo ve la nueva migración?
— La avalancha actual dificulta mucho la integración necesaria, sobre todo en relación a la cultura minorizada, la nuestra.

¿Cómo va a ser el futuro antropológico de Mallorca?
— Guillem Frontera hace unos meses escribió que de seguir así pronto no habrá mallorquines, sino descendientes de mallorquines, igual que ya no quedan incas sino descendientes de los incas. Lo suscribo completamente.