El mallorquín Esteban Carvajal. | Teresa Ayuga

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Los alquileres en Palma no están hechos para solteros. Si hace tiempo ya era complicado, ahora la inflación, la crisis energética y la falta de vivienda a precios asequibles lo ha convertido en misión (casi) imposible. Todo ello ha obligado a miles de personas a compartir piso para poder llegar a fin de mes. Esta delicada situación, que cada vez se repite con más frecuencia, es la que está viviendo Esteban Carvajal, de 29 años. Hace seis años que se independizó por primera vez en Ciutat, pero reconoce que «he llegado a pagar por una habitación casi lo mismo que por un piso para mí solo».

El mallorquín se vio abocado a compartir piso cuando el dinero que ganaba trabajando de camarero no le permitía pagar el alquiler y sus estudios de auxiliar de enfermería. Su primera parada fue en un inmueble en Son Ferriol, en el que vivía con tres personas, pero el elevado precio le obligó a mudarse en septiembre. Ahora reside en la barriada de s’Escorxador, con cuatro compañeros de piso. En este último domicilio ha encontrado «un chollo», dice riendo en sentido irónico, porque considera que los precios actualmente son abusivos, y asegura que, por lo menos, «ahora ya no termino el mes con la cuenta en negativo».

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Esteban Carvajal, que en estos momentos trabaja en una residencia de ancianos a la vez que cursa la carrera de Enfermería en la UIB, comparte piso con personas con un perfil muy parecido: estudiantes y empleados. «A pesar de ganar más de mil euros, estamos obligados a vivir juntos para poder tener algo de ocio y vida social. Si no nuestro sueldo va destinado íntegramente a pagar el alquiler», lamenta. Su opinión sobre lo que ocurrirá en el futuro es muy poco optimista; pronostica que el mercado inmobiliario seguirá igual y que «cada vez nos acercaremos más a los precios desorbitados de Ibiza, donde te piden mil euros por una habitación».

Los datos avalan que la vida es más cara para aquellas personas que están solteras, especialmente en Palma. Ante este hecho, el estudiante de la UIB solo ve dos opciones viables para que esto no le afecte: residir en pareja o trasladarse fuera de Mallorca. Pese a que la idea de volver a independizarse en solitario no entra a día de hoy entre sus planes, le seduce la posibilidad de reducir los gastos en pareja no solo del alquiler, sino de suministros porque recuerda que «en la luz, el gas o el agua se nota mucho la diferencia de pagarlo una persona o entre dos». Comprarse una casa también rondó por su cabeza, pero finalmente se dio cuenta de que no podía asumir los precios de las viviendas y la entrada de la hipoteca que le pedían. Y recalca que los inmuebles que se podía permitir estaban situados en la Part Forana y «al final los gastos que me hubiera ahorrado me los tendría que haber gastado en gasolina».

Esta es la situación de Esteban Carvajal, un joven palmesano que tuvo que abandonar su independencia para poder llegar a fin de mes. Hoy en día es la de muchas otras personas que no tienen más opción que la de compartir piso para poder sobrevivir sin endeudarse. Una práctica que en esta época ha dejado de ser ‘cosa de jóvenes’. Cada vez se conocen más casos de mayores que han tenido que abandonar su casa porque, al enviudar, no han podido conservarla. Una nueva realidad que dificulta la vida.