MADRID - Momento de la firma de un acuerdo de divorcio. | ARCHIVO

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Aunque hayan puesto fin a su relación sentimental, muchas parejas se ven condenadas a seguir conviviendo, bajo el mismo techo, ante la falta de viviendas asequibles; un problema que se da en todo el ámbito nacional, peroen especial, en Mallorca. Los desorbitados alquileres que se ofertan imposibilitan a muchos a llevar a cabo una separación efectiva. No encuentran otra alternativa que la de seguir viviendo con sus ya exparejas, incluso cuando la relación termina mal. Ha sido el caso de los mallorquines Cati R. y Javier G. -nombres, que los entrevistados han solicitado, sean ficticios para proteger su intimidad y no perjudicar en procesos judiciales aún abiertos-.

Cati tiene 45 años y dos hijos, de 12 y 8 años. En 2019, su por entonces, pareja y ella acordaron divorciarse. Sin embargo, además del duro proceso de separación, se toparon con un problema añadido: la falta de vivienda en la Isla. La casa en la que vivían en Manacor estaba hipotecada a nombre del padre de su ahora exmarido, por lo que Cati se vio sin hogar. No podía volver a casa de sus padres ni permitirse alquilar un piso, «mínimamente decente» sin que se llevara gran parte de su nómina. Por recomendación de sus respectivos abogados, acabaron optando por el método conocido como «casa nido»: los niños residían en el hogar familiar y eran los progenitores quienes iban cambiando su domicilio, según el régimen de visitas establecido. La relación, tras el divorcio, acabó resentida y el contacto habitual entre ambos, compartiendo tareas del hogar y viéndose a menudo, derivó en una situación, asegura Cati, insostenible.

Tras meses de incomodidades y disputas, encontró un piso por 900 euros mensuales, precio que se podía permitir. La solución, por contra, no fue duradera, ya que la propietaria necesitó la vivienda, debido también a un divorcio. En la actualidad, y pese a contar con «un buen sueldo de funcionaria», Cati comparte piso con una amiga y los hijos de ésta. «Lo más barato que encuentras son pisos por 1.200 euros al mes. Una persona, hoy en día, de clase media, no se lo puede permitir. El tema de la vivienda en Mallorca ha llegado a una situación límite», critica.

«A parte de lo doloroso que ya es un divorcio, tienes que pasar por una auténtica odisea para conseguir un sitio más o menos habitable», concuerda Javier G. La relación con su expareja terminó también dañada tras el divorcio y, del mismo modo que Cati, ante la escasez de vivienda asequible, continuaron unas semanas bajo el mismo techo. «La convivencia era insoportable y, como no encontraba ningún piso, acabé durmiendo en el coche», donde pasó tres noches hasta que lo acogió un amigo. Ahora paga 650 euros al mes por un loft, sin ninguna habitación y con una sola cama. Debido a las características del inmueble, no puede acoger a su hijo, de 12 años. Cobra 1.050 euros al mes y tiene que sufragar los 650 euros de alquiler y los gastos básicos. «No llego ni al día 10 del mes», critica. La madre de su hijo le solicitaba una pensión de manutención de 450 euros al mes, que ahora ha reducido a 200. «No es justo, pero es lo que hay. ¿Qué hago? No tengo solución», lamenta Javier.