Rosa Sagrera, en su trabajo en El Corte Inglés. | Pere Bota

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No hay almacén más ordenado que el de la planta joven de El Corte Inglés de Avenidas. Es el dominio de Rosa María Sagrera, más conocida como 'Rosita' entre su familia, compañeros y amigos. Tiene 37 años y síndrome de Down, es meticulosa hasta la extenuación, charla con cualquiera que le de conversación y es muy maniática con sus labores. No le lleves la contraria o le cambies una rutina sin avisarle con tiempo, porque se 'torcerá'. Quizá por su pasado deportivo. Ha sido siete veces Campeona de España de Gimnasia Rítmica adaptada. Se pasó años entrenando de lunes a domingo y viajando para competir acompañada por sus padres y su hermana pequeña.

Hace 15 años optó por aparcar su carrera deportiva y centrarse en el mundo laboral. Ha sido afortunada. Cuenta con un trabajo estable desde hace casi cinco años, no todo el colectivo puede decir lo mismo. Según cifras del Observatorio sobre Discapacidad y Mercado de Trabajo de Fundación ONCE (ODISMET), tan sólo el 25 por ciento de las personas con discapacidad en edad laboral tienen un empleo, una tasa a todas luces insuficiente. La integración laboral del colectivo sigue siendo una asignatura pendiente.

Rosa se sacó la ESO, estudió un FP de Administración y siempre ha trabajado de cara al público. Es lo que más le gusta. Pasó por la conserjería de dos entidades bancarias, donde ensobraba cartas sin parar, repartía cartas o contestaba las dudas de los usuarios; luego pasó a trabajar durante diez años en el servicio de atención al paciente de una clínica privada, así como en su equipo de lavandería. Finalmente, tras pasar por los talleres de la Fundación Asnimo, entró a trabajar en El Corte Inglés gracias a su servicio de orientación: «Es importante que las personas con discapacidad tengamos independencia económica. Nos permite crecer como personas, mejora nuestra autoestima y ser independientes en todos los sentidos. Podemos lograrlo todo», afirma Rosa.

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Rosa Sagrera, con varios compañeros de trabajo. FOTO: PERE BOTA

Para muestra, un botón: cuando Marina, su hermana pequeña, se sacó el carnet de conducir, esta recibió dos regalos. Sus padres le compraron su primer coche, Rosa, en cambio, rompió una hucha y le dio un fajo de billetes que llevaba ahorrando cual hormiguita trabajadora que es: «Como yo no voy a poder conducir nunca, y tú ejercerás de mi taxista particular, te doy este dinero por adelantado por las carreras que vas a realizar», le dijo. Puso en la mano de su hermana 700 euros.

Rosa trabaja a media jornada en El Corte Inglés, de lunes a sábado de 9.15 a 12.45. Limpia el almacén, ordena la ropa y la pliega y vacía las cajas, la labor que más disfruta; también el berenar con los compañeros de la planta joven de Avenidas. Le encanta el cine, jugar a los bolos, ver series y películas en casa y salir los sábados con su novio y su grupo de amigos. A veces, con Asnimo, van los sábados de tardeo y a cenar.

Es una chica más, pero con un cromosoma extra, el 21. Gracias a la independencia económica que ha adquirido, ha podido darse el capricho de pagar el vestido de novia de su hermana pequeña y su mejor amiga también, que se casa este año. Será testigo y la dama de honor más orgullosa. Solo le quita el sueño que tendrá que hablar en público. «No sé qué voy a decir», confiesa. Tiene unos meses por delante para averiguarlo.