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Trabajar en fin de semana es una cosa que resulta extraño a una gran parte de la sociedad. En España, un 70 % de la población es ajena a esta actividad laboral en 2022. Sábado y Domingo suponen días de descanso en el calendario de los baleares, pero ese 30 % restante, aunque sea un número aparentemente pequeño, a nivel europeo, España se sitúa entre los cuatro países que más trabajan en la UE.

Según Eurostat, uno de cada cinco trabajadores tiene que ofrecer sus servicios a lo largo y tendido del corto fin de semana. Cuando la mayoría usan estos dos días para poder descansar y socializar, hay un pequeño grupo que trabaja mientras los otros disfrutan de su tiempo libre.

Andrea Ferrer, natural de Sencelles y que vive en Barcelona por los estudios, lleva desde los 16 años trabajando sábados y domingos. «Es duro porque a lo largo de la semana estoy cursando un máster y trabajo de jueves a domingo», apunta. También trabaja horas extras que pueden variar según el día. «Muchas veces doy una mano entre semana de 12 a 18:30, que son remuneradas, pero por ejemplo, el domingo está incluido en mi horario laboral y no se cobra más», confiesa.

A nivel social parece complicado entablar relaciones y al no poder coincidir con sus amigos, se limita a adaptar su horario. «La gente puede hacer planes el fin de semana y yo, en este caso, sólo puedo hacerlo una vez cada cuatro, que es cuando tengo libre», afirma. A pesar de la carga laboral que le supone, asegura que la situación laboral actual le obliga a tener que coger este tipo de empleo. «Para una historiadora del arte es muy complicado encontrar un trabajo en condiciones», finaliza. Sin embargo, tiene claro que su situación tiene fecha de caducidad. «Es un trabajo temporal, hasta que pueda encontrar algo digno, con horarios normales».

Por otro lado, Jaume Ballester, conocido como ‘Dj Simonet’, focaliza su trabajo de otra manera. A pesar de que sus turnos son muy exigentes, lo afronta diferente. «Trabajando el sábado es una forma de ganar más dinero. Por la noche, los sueldos son más elevados y también es más fácil encontrar trabajo», comenta, pero asegura que no se limita a poner música el fin de semana, ya que detrás hay una parte laboral que la gente no ve. «De lunes a jueves tocan días de oficina, gestoría, facturas y reuniones. No estás en la discoteca, pero hay mucho papeleo y también tienes que preparar la sesión musical», argumenta.

El mundo está acostumbrado al horario de lunes a viernes desde las 8:00 horas hasta las 15:00 horas. A pesar de que la noche y el fin de semana es más duro, Jaume le encuentra muchos puntos fuertes en los que se agarra para seguir ejerciendo. «A pesar de que la gente, generalmente, te trata peor, me gusta trabajar de el fin de semana porque ya estoy muy acostumbrado», comenta.

En general, la gente se muestra reacia a trabajar el fin de semana, pero al final, es una cosa que en España está bastante interiorizada. Camareros, DJ’S, dependientes de tienda y muchas más profesiones se tienen que adaptar a las exigencias del mundo laboral, aunque en muchos casos es un trabajo temporal, pero Jaume no lo ve así. «No sé que decirte. El futuro a largo plazo es incierto, al final soy autónomo y no puedo permitirme pensar en cambiar de rumbo. Ahora mismo estoy muy bien con este trabajo», finaliza.

Son muchos los factores que empujan a alguien a trabajar el fin de semana. Desde necesidad económica por tener un punto más en la escala salarial o por propia supervivencia. Este es el caso de Joan Martorell. Un mallorquín de 25 años afincado en Madrid y que trabaja cada fin de semana en un club de tenis para pagarse la estancia en la capital de España, donde cursa sus estudios universitarios. «Es pura necesidad económica. Mis padres me pagan los estudios, pero todos mis gastos aquí los cubro siendo profesor de tenis», afirma, pero asegura que «a nivel social no me supone mucho problema, tal vez me impide salir tanto, pero bueno, me gusta lo que hago».

Sin embargo, a pesar de que cubre los fines de semana, las escuelas de tenis no priman por ello. «En mi sector es habitual tener clases en sábado y domingo, por eso no se paga más como en la hostelería», comenta con algo de resquemor. Joan lleva un año en Madrid y aunque, «como ya he dicho, me encanta lo que hago, pero estudio para ser piloto de avión e intentaré compaginar, pero dudo que sea posible».

En cambio, cuando hablamos de autónomos, los horarios no existen y para poder sobrevivir, se tienen que adaptar a las exigencias del mercado y de sus servicios como restaurador. Así lo describe David Restrepo. «Vivo por y para el restaurante. El fin de semana es cuando más se trabaja porque el resto es cuando tiene libre y puede venir», asume, pero dice que no lo impide hacer vida normal. «Trabajo prácticamente el 100 % de los sábados y domingos, pero siempre tengo un hueco para poder socializar fuera del trabajo. Al ser autónomo, sino trabajo no facturo», insiste.

Al final, la vida laboral va mucho más allá del tradicional ‘lunes a viernes’ que se ha instaurado en muchas oficinas y para que el resto disfrute, hay una gran parte que se limita a ofrecer sus servicios en los días menos agradecidos de la semana. Un lugar escondido y oscuro del que muchos desconocen las situaciones del día a día, pero que se acumulan cada vez más para poder salir adelante debido a una economía que cada vez se encrudece más.