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Una quincena de okupas se hizo el lunes con todo un edificio a estrenar de Palma, que estaba a punto de ser entregado a sus legítimos propietarios. Durante cuatro horas un negociador mantuvo tensos contactos con los asaltantes, que finalmente cedieron y aceptaron salir de las casas. La Policía Nacional, a todo esto, rodeó con un espectacular despliegue todos los accesos y salidas del inmueble, mientras dentro se llevaba a cabo la negociación.

El edificio está ubicado en la calle Aragón de Palma y había sido finalizado recientemente, aunque los pisos todavía no tenían luz. Estaba a punto de ser entregado a los propietarios y por la mañana saltaron todas las alarmas: un grupo de 15 okupas de etnia gitana, entre los que había niños, irrumpió en el interior. Utilizaron unas cartulinas rígidas de los extintores para abrir las puertas y se colocaron, rápidamente, en siete casas.

Los afectados y el promotor, tras descubrir lo que estaba pasando, llamaron a la Policía Nacional, que envió a numerosos agentes y rodeó todo el complejo. Las familias, de cinco clanes distintos, sostenían que no tenían donde ir y que no iban a marcharse y a las cuatro de la tarde, cuando la situación era de máxima tensión, se designó como negociador al responsable de la Federación Gitana, Carlos Cortés ‘El Charly’. «La cosa estaba muy mal -ha contado este martes a Ultima Hora - y fueron cuatro horas muy duras, hasta las ocho de la tarde. Son gente de Palma, que no tenía donde ir, y su situación era desesperada porque tenían niños. En esos pisos aún no había ni electricidad, porque los acaban de terminar, y en la calle había muchísimos policías. La tensión iba en aumento cada minuto que pasaba».

Finalmente, a los intrusos les hicieron ver que si no salían de forma pacífica de los inmuebles la presión policial y judicial no cesaría «y su condición fue que no querían que les denunciaran, ni la policía ni el promotor». Al caer la noche, con los nuevos compradores a pie de calle, indignados, y el promotor exigiendo la salida inmediata de los okupas, las familias gitanas accedieron a abandonar el edificio. «Esto es pan para hoy y hambre para mañana. La situación de las viviendas para familias gitanas sin recursos es desesperada», apuntó Cortes. Hoy, por si acaso, los nuevos compradores del edificio de la calle Aragón han montado guardia en la puerta de la calle. Que nunca se sabe.