Diego García, en el observatorio Atacama Large Millimeter/submillimeter Array (ALMA), el mayor proyecto astronómico del mundo ubicado en pleno desierto chileno, | Diego García

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A Diego Alex García siempre le gustó mirar arriba, hacia el cielo y las estrellas. Desde que tenía uso de razón. Es más, su madre asegura que una de las primeras palabras que pronunció fue 'luna', mientras señalaba al cielo con su dedo. Sea cierto o no, este mallorquín que dejó la Isla con 18 años ha convertido su pasión en su profesión. Estudió la carrera de Astrofísica y el doctorado en Gales, realizó el postdoctorado en Alemania y en 2007 se trasladó a Chile para trabajar en ALMA, el observatorio astronómico más grande del mundo, a más de 5.000 metros de altitud, en el desierto chileno de Atacama: «Así está garantizada la ausencia de humedad en la atmósfera, que alteraría las observaciones», apunta García. Su sueño de investigar el universo se había cumplido.

De padre santanderino y madre de la isla Mauricio, Diego García nació y se crio en Mallorca y, curiosamente, a pesar de su afición por la astronomía, no usó un telescopio hasta la universidad. Ver para creer. «No me interesaba saber de 'pe a pa' los nombres de las estrellas, lo que de verdad me llamaba poderosamente la atención era cómo funcionaban las constelaciones», explica Diego, que tuvo claro que para formarse, debía marcharse al extranjero. «Hay pocas universidades donde estudiar astronomía, y la mayoría tienden a llenarte de asignaturas de física y química, por eso elegí la Universidad de Cardiff, en Gales. Allí la astronomía la tocábamos desde el primer año», explica el mallorquín, que confiesa que «le supo a poco». Por eso, se quedó en Gales cursando un master en Astrofísica y el doctorado. También le supo a poco.

Diego García con su hija, nacida en Chile.

Tras este periplo se trasladó a Alemania para realizar un postdoctorado en la Universidad de Bonn, trabajando en un proyecto sobre un telescopio que construían manos alemanas para Chile. Fue su primer contacto con el país andino. En 2007 logró un contrato para trabajar en ALMA, las siglas en inglés de Gran Conjunto Milimétrico/Submilimétrico de Atacama, el mayor radiotelescopio del mundo formado por 66 poderosas antenas de más de 20 metros. Se trata de un proyecto científico creado con la colaboración internacional de más de una veintena de países, entre ellos España, que explora el universo para tratar de responder todas esas preguntas que siguen sin respuesta.

Allí trabajan más de 250 personas de decenas de países, entre técnicos y astrónomos, que se ocupan de que nada falle y de dirigir las cientos de observaciones que se llevan a cabo. La labor de Diego García es la de responsable de proyectos científicos, quizá algo ingrata: «Recibo una larguísima lista de investigaciones que necesitan de nuestro observatorio para realizarse, mi trabajo consiste en decidir el orden de prioridad, dependiendo del tema, el momento, el interés de los proyectos...», enumera el investigador mallorquín.

¿Ha alcanzado su sueño? No tiene duda. Aunque un astrofísico trabaja más con ordenadores que con telescopios, los secretos del universo están a su alcance.