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Can Vinagre, en calle Oms, se llenó ayer de pésames. Ha muerto Virtudes, con 102 años, superviviente del Casc Antic, impertérrita parroquiana de este bar, epicentro de la jarana civil de Sant Sebastià. Virtudes Gallego paseaba su ancianidad y sus achaques desde el portal de su casa, sobre la tienda de fotografía Casa Ruano, hasta Can Vinagre, cuatro puertas más allá. Estaba soltera, no tenía hijos, algún sobrino allá en Francia. Del grupo de amigas que tenía en Oms, ella era la que las había sobrevivido a todas. Y sin embargo, no estaba sola. Cada mañana bajaba de su casa hasta el bar y era cuidada por los clientes y el propietario, el inmenso Mateu Martorell.

Virtudes era vecina insigne, aunque carecía de títulos nobiliarios, apellidos rimbombantes, cargos, títulos académicos o propiedades. Testigo de los cambios de la ciudad, era el vestigio de una Palma de espíritu rural. Encabezonada en comer galletas de aceite con café mientras a su alrededor la ciudad se entregaba a los huevos benedictine y el aguacate, fue el baluarte de un Casc Antic en el que todas las vecinas, ya extintas, tejieron su red de cuidados. Mateu Martorell, propietario de Can Vinagre, le cedió su piso de la calle Oms sin cobrarle alquiler, una excentricidad en esta Palma de viviendas imposibles.

Virtudes llegó de joven a Palma procedente de Jaén. Pasó de recoger la aceituna a limpiar hoteles, también trabajó en Casa Alzamora vendiendo almendras. Se le quedó un pensión de apenas 700 euros. Dice Mateu que se deshacía con los niños pero también se comenta que en los últimos años gruñía cuando se le acercaba uno. Tal vez se le agotó la paciencia. Fue inmortalizada por la cámara de Miquel Julià y se ganó un capítulo en Temporada alta, el libro de Josep Maria Nadal Suau. El viernes a las 19.00 horas se celebra su funeral en la iglesia de Sant Miquel. Ha muerto una vecina y Palma está de luto.