Marcos Pleite, que padece una atrofia muscular espinal, en clase con su madre, Pilar Belmonte, que toma los apuntes por él. | Teresa Ayuga

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Marcos Pleite es el vivo ejemplo de la tenacidad. Con 10 meses le diagnosticaron una atrofia muscular espinal (AME), una enfermedad genética que causa degeneración y debilidad muscular progresiva. Va en silla de ruedas y no puede utilizar las manos. Aunque su mente es tan clara como la de cualquiera, no había sitio para él en una escuela ordinaria, así que pasó la mayor parte de su infancia en Aspace, conviviendo con alumnos con parálisis cerebral. Aprendió a leer con 8 años y en 2019, empeñado en seguir estudiando, quiso sacarse la ESO para personas mayores de 18 años en el CEPA Son Canals de Palma.

Cuando llegó allí, solo sabía leer, sumar, restar, multiplicar y dividir por una cifra; dividir por dos aprendió la noche antes de hacer el examen de ingreso con su madre. Se ha graduado en menos de tres años con una media de 8,4 gracias a su esfuerzo, a la labor cómplice del profesorado de la escuela para adultos y a su madre, Pilar Belmonte, que todas y cada una de las tardes ha acudido a clase con Marcos a tomar apuntes, como una alumna más, para que él pudiera estudiar después. Esta es su historia.

Superación

La habitación de Marcos es un compendio de sus gustos y aficiones: el mundo de Harry Potter, El señor de los anillos, el universo Marvel... allí pasa la mayor parte del tiempo, es su reino, con los videojuegos, su ordenador e internet, su ventana al exterior. «Parecía que no había sitio para él en este mundo –dice con resignación Pilar, la madre de este chico–. Una persona sorda o con discapacidad visual sabe dónde ir, pero casos como el de mi hijo, que no hay tantos, es mucho más difícil. Nos dimos cuenta cuando intentamos escolarizarlo con tres añitos en un centro ordinario. Recuerdo la cara de susto que puso la directora cuando le hablamos del caso de Marcos. No tenían personal de apoyo suficiente para atender las necesidades de un niño con su grado de dependencia. No hubo otra, lo derivaron a Aspace. Sabíamos que no era su sitio, pero no nos ofrecieron más opciones. Teníamos la manos atadas», explica Pilar.

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Marcos Pleite y su madre, Pilar, con los profesores del CEPA Son Canals.

Allí se pasaba el tiempo pintando, hablando de sus emociones, jugando... sin duda, no era suficiente para la mente bulliciosa de Marcos. «Yo quería saber más, mucho más. Imagínese, desde pequeño me obsesionaban los videojuegos y mis padres tenían que leerme los pasos a seguir, los consejos para pasar de pantalla...», recuerda este chaval, que destaca lo importante que han sido los juegos online para él: «Despertaron mi inquietud por aprender a leer y, más tarde, estudiar inglés. Además, con un ordenador y un micrófono te puedes comunicar con mucha gente. He podido hacer amigos y salir un poco de casa».

A los 8 años aprendió a leer gracias a una profesora de Aspace, que buscaba tiempo en los descansos y en su tiempo libre para darle clase. Fue todo un descubrimiento. Uno de los rimeros libros que leyó fue el primer tomo de la saga del niño mago, Harry Potter y la piedra filosofal. Aún lo guarda como oro en paño. Con 10 años les ofrecieron la posibilidad de la escolarización combinada, que consiste en ir un par de días a la semana a un colegio ordinario y el resto a Aspace, su centro de referencia. El problema es que la educación combinada no permite titularse por lo que era una solución poco halagüeña para el estudiante. «No estaba muy seguro de hacerlo; además, he visto a compañeros de Aspace llegar llorando a moco tendido de la escuela ‘normal’. La gente puede llegar a ser muy cruel. No quería pasar por eso», agrega Marcos.

Fueron los videojuegos los que le abrieron una nueva puerta. Con 14 años le apuntaron a una academia de robótica y programación de juegos online. Hizo amigos por primera vez de fuera de Aspace y visualizó un objetivo en su vida: formarse como programador. Para eso necesitaba seguir estudiando. Así llegó con 19, y con un background escolar limitado, al CEPA Son Canals. No pudo tener una idea mejor.

Marcos contó desde el primer momento con el apoyo incondicional de sus progenitores. Su padre le lleva a Son Canals cada día en su furgoneta adaptada y lo recoge al acabar la jornada. Su madre se ha convertido en otra alumna más en clase; es la ‘amanuense’ que toma los apuntes por su hijo, para que él pueda estudiar después, y le ha acompañado en los exámenes que no pueden adaptar a su situación; en ese caso, ella escribe las respuestas de Marcos. «Quién me lo iba a decir a mí, en clase de nuevo. Siempre hemos dicho que si no le abren las puertas, le ayudaremos nosotros, aunque sea a patadas», apostilla Pilar.

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Marcos, en su habitación, con su ordenador, su 'ventana' al exterior. FOTO: PERE BOTA

Tras aprobar la ESO para adultos, ¿qué será lo siguiente? «Quiero seguir estudiando», afirma. Ahora está valorando cursar un FP o un curso oficial para alcanzar su sueño de convertirse en programador de videojuegos. Nada frena a Marcos Pleite.

El apunte

Tirón de orejas a la falta de medios para chicos como Marcos

Pilar Belmonte reclama a las Administraciones centros educativos preparados para alumnos como Marcos, con un potencial cognitivo importante, pero que requieren personal de apoyo por su grado de dependencia. Estudiantes como Marcos, con una capacidad intelectual asombrosa, tiene dos factores que no garantizan su éxito escolar: el absentismo forzado por su salud y los problemas derivados de una falta de escolarización y estimulación temprana.