Momento en el que los científicos cogen las muestras del agua. | CAIB

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Técnicos de los espacios naturales protegidos de los parques de Cabrera y sa Dragonera, en Baleares, han identificado rastros de ADN de foca monje mediterránea ('Monachus monachus', 'vell marí' en catalán) dentro de un proyecto para determinar la presencia de esta especie en aguas del archipiélago. Según ha informado la Conselleria de Medi Ambient en una nota de prensa, se trata del estudio 'Spot the Monk' ('Detectar al monje'), liderado por la Universidad de Milano Bicocca y el Imedea (CSIC-UIB).

Esta iniciativa pretende averiguar cuándo y en qué lugares se encuentra material genético de esta especie de foca. Durante 2021, en el marco de este proyecto se han recolectado muestras de agua en 135 localidades del Mediterráneo, desde el mar Adriático hasta Baleares. El personal de los parques de Cabrera y de sa Dragonera ha colaborado con el Imedea junto con centros de buceo y guardas de las reservas marinas para tomar muestras en dieciséis localizaciones diferentes de estos dos espacios naturales protegidos en dos meses.

Foto: P. Henry at IUCN
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A pesar de que no se han producido observaciones directas, los resultados de las analíticas de agua recogidas en Cabrera y sa Dragonera han determinado la presencia de ADN de foca monje, lo que significa que algún ejemplar ha transitado cerca de estas aguas en, como en máximo catorce días desde que se recogieron las muestras. -aunque todavía está en fase de estudio el tiempo en el que el material genético permanece en el agua y podría ser inferior-.

La técnica se basa en la amplificación de trazas microscópicas de ADN en el agua del mar, causado por el paso de los animales. Se trata de una técnica que debe ejecutarse con mucho cuidado para evitar contaminaciones. Por eso, durante el estudio, se han tomado medidas como la elaboración de réplicas independientes de las analíticas genéticas. La foca monje es una especie mediterránea y una de las especies en mayor riesgo de extinción según la UICN.

En Baleares, debían criar en las calas, donde no había depredadores, hasta que, a partir del siglo XIX comenzó una persecución humana que acabó con su extinción, según ha indicado la Conselleria. En 1958 el último ejemplar murió en Cala Tuent y desde entonces ha habido observaciones esporádicas, pero no todas bien contrastadas de animales norteafricanos divagantes, hasta hace pocas décadas. Para la Conselleria, las conclusiones ponen de manifiesto la importancia de las áreas marinas protegidas, como las 89.478 hectáreas marinas del Parque Nacional de Cabrera y las reservas marinas del parque natural de Sa Dragonera, ya que son una buena zona de alimentación para estos mamíferos.