Papá Noel entrega regalos a los niños de la Fundación Hadas Kids. | Jaume Morey

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Hay una Navidad sin el árbol lleno de regalos; sin una casa donde reunir a la familia. Hay otra Navidad que se vive en la calle, a la intemperie, en situación de sinhogarismo. Hay también navidades en soledad, y personas que buscan cobijo entre los amigos, si es que los hay. Y otras en que te toca estar alejado de tu entorno por ingreso hospitalario. Y hay una Navidad muy vulnerable, que toca a gente que más que sentir estas fiestas piensa en que acaben pronto.

Es la otra Navidad, de la que se habla poco pero que cada año está cerca de nosotros. Ultima Hora reúne cinco historias que impactan, que viven esta semana festiva como una más por sus circunstancias. Porque las «felices fiestas» pueden ser    «malas fiestas» para todos en cualquier momento.

Detrás de cada rostro, hay un sentimiento. Hay testimonios que, a pesar de su condición, no ven la fiesta como algo excepcional. Y a veces es mejor así. Este domingo, día 25, los niños de las familias más vulnerables probablemente no tuvieron regalos al uso. Y aquí entraron en acción las entidades sociales para que tuvieran una sorpresa.

«En Can Gazà nos preparamos este año para unas Navidades de duelo»

«Todos en Can Gazà estamos de duelo», dice el expárroco Jaume Santandreu. Acaba de fallecer la madre de dos voluntarios de la casa y han decidido acompañarlos en su luto. Los usuarios se muestran apagados, pero no dejan de lado su labor social. Preparan tápers con comida variada para repartir entre los comedores sociales de Palma estos días.

La otra Navidad no es muy distinta ni a la del año anterior ni a la de la última década para Juanito, de 63 años. Sin pierna por culpa de las drogas y la mala vida, y conectado a una máquina para respirar, entró en Can Gazà en 2012 para morir. «Me daban 15 días y llevo diez años vivo», cuenta entre risas. Pasa estas fechas sin mucho ánimo,    son días poco especiales desde que murieron sus padres. A pesar de ello, cada año invita a los compañeros a una comida por encargo.

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Manuel lleva un año en este hogar familiar. También rozó la muerte por un ataque al corazón. Él está solo, aunque en Madrid tiene un hermano y una hermana. Se ha dedicado mucho tiempo a la restauración, pero por cuestiones de la vida en vez de ayudar, a él le ayudan en esta casa. «Para mí la Navidad es un día más». A Manuel le llaman en Can Gazà el «hombre más paciente del mundo».

Pep no deja de moverse. Llena como el que más los tápers con el plato principal del día. Hace nueve años que entró en la casa. Tuvo problemas con la droga y perdió todo. Tiene hermanos, tíos y sobrinos, y se hablan, pero no se suelen ver. Junto a él, Josito es el que más lleva aquí, 22 años. Su madre falleció en la pandemia y como deseo de Navidad pide «vivir con mi familia».

«Si mi vejez es estar en soledad, pediría sobre todo tener salud y estar bien»

Esta es la historia de un voluntario de Cruz Roja que en lugar de acompañar por Navidad a personas en soledad, tiene a un usuario que le acoge a él. Manolo García, 55 años y originario de Jaén, vive en Palma desde 1996. Es funcionario del Consell de Mallorca y en 2010 se interesó por el voluntariado en esta entidad. Así conoció a su tocayo, Manolo Martínez, 81 años. Doce años después, son familia.

El voluntario de Creu Roja vive solo en la Isla. Antes tenía el calor de su madre, pero falleció hace cinco años y ahora ese calor lo encuentra en los amigos pero sobre todo en Manolo y su mujer, Carmen Jiménez. Ayer comieron juntos por Navidad. Fueron bastantes en la mesa.

«No me gusta mucho la Navidad», reconoce Manolo, que ha cuidado a sus padres hasta el final de sus vidas. Para él, ser voluntario es «una gran satisfacción», y si le preguntan por una posible soledad en su envejecimiento, pide que ante todo «pueda tener salud y estar bien. ¡Y claro que pediría un voluntario!», reconoce.    «Yo ahora disfruto de mi independencia y la libertad de las pequeñas cosas y viajo solo».

A pesar de que Manolo y Carmen forman una familia estructurada, la mayoría de las personas mayores que viven solas no lo son. Con Manolo (su voluntario y ahora amigo) da paseos cada martes y tienen charlas interesantes. «Le queremos mucho», aseguran.

«Mi único deseo es poder ver a mis dos hijos de nuevo»

La mochila de Amparo, 51 años, pesa tanto que ya no se puede sostener. Es una mochila emocional cargada de dramas y vivencias espeluznantes. Esta mujer, madre de tres hijos, vive desde hace dos meses en la calle. Se ha preparado una cama y a su lado tiene todos sus alimentos y las pastillas para el VIH que arrastra desde hace más de 20 años. Si hablamos de Navidad con ella, esquiva casi contestar, porque no es nada emocionante. «Mi único deseo sería ver de nuevo a dos de mis tres hijos», dice.

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Amparo ha tocado la calle más veces y la prisión. Entró en 1994 por tráfico de drogas. Luego se desenganchó pero ha vivido situaciones muy desagradables, hasta que en 2015 volvió a la cárcel por homicidio. Tras salir en 2021, pasó por Ca l’Ardiaca, donde «nos han tratado muy mal» (enseña su brazo lleno de picaduras de pulgas). Amparo pide justicia por todo lo que le ha pasado y por su gran su amor: «me lo mataron».

«Soy madre de dos hijas y sin familia, pero salgo adelante»

Unas navidades sin regalos son, probablemente, las más dolorosas para cualquier familia con menores. Pero hay veces en que la situación económica no da para más y hay que priorizar. Es ahí cuando entran en acción las entidades, como la Fundación Hadas Kids, que entrega un centenar de regalos a sus niños inscritos y a los del barrio.

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Consuelo Mendoza acudió el viernes con sus hijas Emily, cinco años, y Judith, diez años, a ver a Papá Noel y a recoger las sorpresas. Una cola larga rodeaba casi la Fundación, pero los niños estaban entretenidos porque    voluntarios de la Asociación de Amigos de la Ciencia Ficción asistieron disfrazados para amenizar la espera.

Consuelo, madre coraje, está en el paro y, a pesar de que tiene familia «es como si no la tuviera, así que estoy sola con ellas dos». Saca adelante a sus hijas como puede. Ha podido comprarles unos regalos a sus hijas por Navidad pero no es un buen año, y gracias a Hadas Kids tuvieron una gran sorpresa. «Mis hijas acuden a la Fundación desde hace dos años, allí comen y le dan refuerzo de repaso. Sobresalimos como podemos, pero ellos me dan una gran ayuda», reconoce.

Salir adelante

Pasará la Navidad en casa, sin mucho lujo pero se muestra agradecida: al menos podrá alimentar a sus hijas cada día. Consuelo no cuenta con ayudas sociales, ya que en una ocasión los asistentes sociales le advirtieron    que si no tenía dinero «podrían quitarme a mi hija, así que he salido adelante yo sola».

Como consejo, le diría a las otras madres que puedan tener una situación similar «que salgan adelante como sea, que no se desanimen y luchen por los hijos».

Los regalos en Hadas Kids han sido donaciones hechas por particulares y empresas privadas. Son los denominados padrinos. Los cien niños que forman parte de la    entidad escriben una carta, los donantes las leen y colaboran en lo que puedan para conceder a los pequeños sus deseos.

«Lo único que pido para 2023 es poder hacer vida normal»

Aquí aparece esa Navidad indeseada que, por circunstancias que no controlas, tienes que afrontar como mejor puedas. La semana navideña para Marc Guaita, 16 años, fue entre cuatro paredes. El ciclo que le tocaba de quimioterapia para combatir su leucemia le dejó en cama y coincidió con estas fiestas.

El padre de Marc nos abre la puerta de la habitación, en Pediatría del Hospital Son Espases. Hoy es día 23 de diciembre y, vestido con un pijama de reno, saluda con una mirada fuerte y    entusiasta. A él, pasar un día 24 o 25 fuera de casa no le resulta complicado, pues en esta planta hospitalaria hay diversión y alegría en cualquier rincón, y Marc, ante todo, se siente muy cómodo. «Yo prefiero pasar aquí las fiestas con las enfermeras si me encuentro bien», dice.

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Empezó con el tratamiento oncológico en agosto de este año y reconoce que ha tenido ciclos buenos y otros malos. Lo importante es que si tras la quimio echa los tóxicos, puede irse a casa. Pero si no, tiene que esperar en la habitación hasta que su cuerpo los expulse. Y justo esta espera le llegó por Navidad. Marc afronta su cáncer con el amor de sus padres, hermano y amigos. Pudo celebrar su cumple hace meses pero «nos fuimos a un parque», porque no sería bueno para él mezclarse con tanta gente en un entorno cerrado. Por eso, si celebra en casa las fiestas, «sería solo con mis padres, no nos reuniremos con el resto de familiares», asegura.

Deseo

Está claro que Marc se hubiera imaginado otras navidades, pero ya en su día lo afrontó y ahora lo lleva muy bien. Si tuviera que pedir un deseo para 2023, «pediría hacer vida normal pronto. Es lo único», y es algo, dice, que espera hacer –«porque las cosas van bien»– en tres meses.

De todo se aprende, y esta es la filosofía que sigue este joven luchador. «He aprendido a no quejarme tanto por las cosas, y estoy muy agradecido por todo, porque podría haber sido peor. Esta etapa que me toca vivir ahora me ha enseñado mucho», reflexiona. Y como mensaje para otros jóvenes en su misma situación, menciona que «si te toca esto, llévalo con positividad».