Manuel Salas, en la cubierta de su barco. | Archivo

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«Gracias a Dios, Juan March le quiso tapar con dinero». Eso le confesó el empresario Manuel Salas Sureda a la tía de Sofía Rotger, que recupera en un libro la trayectoria vital y profesional de su abuelo. «El gran desaparecido», apunta la autora, porque su figura ha sido casi olvidada pese a que nunca se doblegó ante la influencia de March, que jamás quiso que nadie le hiciera sombra en el mundo de los negocios. «Mi abuelo sí que lo hacía», dice Rotger, y asegura que este enfrentamiento le hizo sufrir mucho.

La única vez que se reunieron acabaron a gritos. Se citaron en el molino de Xorrigo ante la presencia del suegro de Salas, pero la cosa no acabó bien. Al día siguiente, March se desdijo de lo hablado y fue a visitarle, pero Salas no quiso recibirle. «Había buscado una ruptura con testigo. Creó una distancia abismal entre ambos que mi abuelo nunca quiso cerrar», escribe la autora en Manuel Salas Sureda (1880-1942), el mayor refinador de petróleo de España. Su constante lucha contra Melchor, Juan March Ordinas (Lleonard Muntaner Editor). Pese a las hostilidades, Salas siempre mantuvo el buen humor y solía referirse a March como ‘Melchor’, porque «conseguía lo que quería como por arte de magia», puntualiza Rotger, que ayer presentó su obra en la Fundació Sa Nostra de Palma.

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Sofía Rotger, a la izquierda, este miércoles, junto a Isabel Moll.

Su abuelo heredó del padre, Manuel Salas Palmer, varias empresas, como La Petrolera del Molinar, aunque supo llevar el negocio mucho más allá, hasta ser un empresario de ámbito internacional. El libro, de hecho, es una radiografía de sus negocios, documentados gracias a las cartas que Rotger conserva de su abuelo. «Los empresarios no atraen a los historiadores, como indica Isabel Moll en el prólogo; por eso le reivindico, dio mucho trabajo», dice.

Desapercibido

«Mi abuelo tenía lo que hoy conocemos como trastorno obsesivo compulsivo, y eso le paró mucho. No podía dar la mano y se ponía muy nervioso. Le generó un malestar que se unió a su carácter; prefería estar en segunda fila», asegura Rotger. Al contrario que March, Salas Sureda rechazó invertir en los medios para que hablaran bien de él. Además, pese a su posición social, siempre fue un «apasionado de Mallorca». «No quería salir; por la mañana trabajaba y por la tarde desconectaba en las fincas que tenía y que nunca troceó ni revendió», añade su nieta, que valora el hecho de que ya practicara una economía circular porque usaban todos los productos. Rotger seguirá recuperando el legado de sus antepasado en otros dos libros más.