Anyelina Paredes denuncia la situación que vive desde hace años. | Teresa Ayuga

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«Una de las últimas veces que mi expareja me agredió, estaba a punto de quedarme sin sentido cuando escuché a mi hija de seis años gritar histérica 'por favor, no mates a mi mamá'», recuerda entre lágrimas Anyelina Paredes. Esa escena, una de tantas de violencia, se produjo durante la cena de Nochebuena del pasado año. Él se fue a la cama porque no quería cenar, ella puso música en el salón, como es tradición en su país, para bailar con su pequeña. El volumen no era lo bastante bajo, salió encolerizado de la habitación y acabó con el ambiente festivo.

Esta dominicana de 41 años sabía desde hacía tiempo que su relación estaba muerta, pero no fue capaz de recoger sus cosas y a su hija y marcharse de la vivienda de su por entonces pareja: «Simplemente no sabía dónde. Hasta los servicios sociales se sorprenden, pero he aguantado cuatro años de golpes porque no tenía dónde ir», explica cansada esta mujer, que sigue viviendo en la casa de su ex, que se marchó hace unos meses sin avisar, y que le ha cortado el agua y ha bajado la potencia eléctrica hasta tal punto que vivir allí se antoja casi imposible. Pende sobre ella una orden de desahucio, pero mientras lucha para recuperar lo que, asegura, es suyo.

Anyelina recuerda que su vida cambió el día que conoció a su ex, de origen alemán, en el centro de masajes en el que trabajaba. Él tenía 56 años, estaba divorciado, un buen trabajo, la custodia compartida de sus dos hijos y ganas, según le aseguraba, «de mantener una relación estable»; Anyelina, por su parte, buscaba desesperadamente estabilidad emocional y se lanzó a esta nueva relación casi sin conocerlo, sin red. Dejó el piso compartido en el que estaba para mudarse con él.

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«Tenía que haberme dado cuenta de que algo fallaba. El mismo día que nos fuimos a vivir con él, me dijo que como el piso era suyo, debería poner unos 400 euros al mes para pagar gastos. Yo pensé, qué poco tacto, pero, en realidad, tiene razón. Es su casa. Olvídate, no te enfades por nada. Haz que funcione», apunta Anyelina, que pasó a ser pareja a chacha de la noche a la mañana. «Cocinaba, lavaba la ropa, limpiaba la casa y él se iba de cena con sus amigos, a los que me presentaba de refilón. Llegué a pensar que se avergonzaba por mi color de piel y porque, en ese momento, me dedicaba a limpiar casas», confiesa.

La primera agresión llegó en 2019. No es capaz de olvidarla. Los hijos de él estaban en casa esa semana y había discutido con ellos. No estaba de buen humor. Anyelina le echó en cara que no hablara con su hija. Cada vez que dormía allí, la pequeña de Anyelina, que por entonces contaba con cuatro años, tenía que sacar el colchón de la habitación y dormir en el suelo, junto a a cama de su madre. Siempre según la versión ofrecida por la protagonista de esta entrevista. «La adolescente no quería compartir habitación con mi hija. Siempre lo decía, esa era su habitación. Se lo eché en cara y él sacó la ropa de la lavadora y me la tiró de golpe a la cara. Me quedé noqueada. No me lo esperaba», rememora esta mujer. Desgraciadamente, no fue una escena aislada.

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Anyelina Paredes quiere volver a Dominicana cuando su caso se cierre.

«Si limpiaba, le molestaba, si no lo hacía, también. Un día cogió los platos de la pila y los tiró por toda la cocina; en otra ocasión cogió las botellas que había en una bandeja y las estampó contra la pared porque no estaba suficientemente limpio». Los tortazos llegaban porque sí. Anyelina le pidió dinero para hacer la compra, la respuesta fue una patada en la cara. Entonces empezó a quitarle el móvil. «Así no llamas a nadie y no grabas nada. Me decía todo el tiempo», al tiempo que señala que no contaba a nadie lo que sucedía en casa. «No hay informes ni fotos de los golpes. Solo se lo dejaba caer a mi médico de cabecera y a la enfermera, que tomó nota de todo lo que le contaba», se lamenta esta mujer.

Todo acabó de un día para otro. Anyelina fue a recoger a su hija del colegio y cuando regresaron, él se había llevado sus cosas. Intentó averiguar qué había pasado. No supo mucho más hasta que llegó una denuncia por maltrato. Su ex le acusaba a ella. Fue desestimada. Ahora están a la espera de que se haga efectiva la orden de desahucio. Anyelina sabe que tiene que irse de la casa, pero no tiene ingresos. «En servicios sociales no entienden por qué sigo en la vivienda. No tengo dónde ir. Al menos ahora no temo a hacer algo mal para que se le crucen los cables y explote. Quiero que mi hija acabe el curso y volver a mi país. Aquí no nos queda nada. No confío en los hombres, no confío en la justicia de España», finaliza resignada, porque le han archivado todas las denuncias al carecer de pruebas tangibles que demostraran el maltrato.

016

Recursos para quienes sufren violencia de género

El teléfono gratuito 016 atiende las 24 horas del día a las mujeres víctimas de violencia machista en España. El número no queda registrado ni en la factura telefónica ni al consultar en la web, pero sí se debe borrar la llamada del dispositivo para que no deje huella. También puedes escribir un correo electrónico a 016-online@igualdad.gob.es o solicitar asistencia al número de WhatsApp 600000016 (este número no admite llamadas de teléfono).

Para las mujeres que necesiten apoyo emocional inmediato, el Ministerio de Igualdad tiene dos números para contactar con personal especializado: 682916136 y 682508507. Mujeres con diversidad auditiva y/o del habla pueden llamar al 900116016.

También se puede llamar a:

• 112 Emergencias

• 091 Policía Nacional

• 062 Emergencias Guardia Civil

Quienes crean que puede haber una mujer en peligro también pueden llamar a estos números.