Josep Amengual ha estudiado el cristianismo tardorromano en el área balear y tarraconense y sus relaciones con la figura de San Agustín. | Teresa Ayuga

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Durante la entrevista, a Josep Amengual i Batle (Biniali, 1938) se le olvida una fecha histórica concreta, hace una pausa y dice: «Lo podemos consultar en Internet, no soy un ordenador». Sin embargo, quien le escuche hablar sobre su último libro pensará todo lo contrario. La història de Mallorca i les religions del Llibre. Les Balears de la tardana romanitat a l’època musulmana (903), editado por Llibres Ramon Llull, es el primero de ocho volúmenes que ofrecerán la panorámica más exhaustiva publicada sobre el cristianismo, el judaísmo y el islam en las Islas.

El primer tomo, que hoy presenta en el Monestir de la Real a las 19.30 horas junto a la catedrática de Historia Antigua María Luisa Sánchez León y el arqueólogo Jaume Cardell, contiene toda la documentación conocida sobre el período analizado. «Ojalá se encontraran nuevos archivos, pero eso solo pasa una vez cada siglo», dice el historiador y sacerdote, que ha sido misionero de los Sagrats Cors. Su editor, Àlex Volney, se encarga de contextualizar el valor de las más de 4.000 páginas escritas por Amengual que compondrán los ocho tomos: «Serán una referencia porque ha abierto archivos que no había consultado casi nadie».

Convivencia

El autor explica en su libro que la destrucción de Jerusalem en el año 70 dC por parte de los romanos obligó a los judíos a esparcirse «más de lo que pensábamos» por el Mediterráneo, y a Baleares, llegaron como mercaderes, al igual que los cristianos. Ambas religiones convivieron sin problemas y, de hecho, en Magona, como se llamaba Maó, existió un sistema de propiedad compartido, aunque se acabaría imponiendo el cristianismo. Eso sí, con presiones, pero sin violencia física. «La tolerancia religiosa en el mundo romano no era posible, solo lo ha sido a partir del siglo XX», dice Amengual, pero advierte de que «nuevas religiones», como la patria, que es algo «herético para un cristiano», pueden cambiar la situación.

Sobre Magona, el autor también señala que las mujeres judías se negaban a convertirse al cristianismo porque «eran las más fieles a la libertad de conciencia; los hombres, en cambio, no se lo pensaron tanto por intereses y poder». El islam, a diferencia de las otras dos grandes religiones, es la única que fue «impuesta por las armas». Aun así, el autor recuerda que con la conquista de Jaume I ocurriría lo mismo más tarde. «El hecho religioso no es aceptado por todo el mundo, pero es algo antropológicamente antiquísimo y universal», concluye.