Jordi Marín, posa para este diario. | Laura Becerra

TW
2

El futuro cercano que Jordi Marín i Monfort (Ares del Maestrat, 1974) describe con rigurosidad científica no alerta del fin del mundo, sino de uno concreto, basado en recursos que escasearán y provocarán un deterioro del modelo de vida que conocemos. En Educar per al col·lapse. Reflexions des de l’aula (Onada Edicions), el profesor de Secundaria propone ideas sobre cómo encarar esta situación desde la escuela.

¿Qué entiende por colapso?

—Una degradación de la civilización occidental porque otras partes del mundo están permanentemente colapsadas por nuestra explotación. La crisis climática, energética, digital y de pérdida de biodiversidad son consecuencia del modelo económico capitalista, que está agotando los recursos naturales. El colapso no vendrá de un día para otro, pero cuanto antes lo entendamos mejor nos adaptaremos.

¿Cómo educar sobre algo de lo que la inmensa mayoría de la sociedad ignora?

—La segunda parte del libro da pinceladas, con datos, de los diferentes escenarios que están provocando este colapso. La mayoría de la gente no es consciente de ello porque la vida que vivimos es frenética y dificulta reflexionar sobre lo que hacemos y esta inercia impide actuar. Hay que dejar de pensar en crecer más y más. Debemos enseñar a los niños que no es necesario, que estamos forzados a buscar alternativas. Tenemos conocimientos para consumir menos sin tener que volver a vivir como en el siglo XIX, como se nos critica a los que hablamos de esto.

Pese a haber vivido otras crisis, ¿por qué ahora siente «más vértigo que nunca»?

—Sobre todo a la hora de aconsejar a mis alumnos qué estudiar. En Bachillerato me piden opinión y me resulta complicado porque muchos quieren dedicarse al sector digital y pienso en 2050 y no tengo claro que se puedan jubilar diseñando apps. El futuro altamente digitalizado y masivo lo pongo en duda porque depende de un consumo energético y de unos materiales críticos para hacer dispositivos, como microchips, que escasearán. La tecnología, a la larga, estará restringida a ciertas élites. No es casualidad que los estados estén aumentado sus presupuestos de defensa, se preparan para eventuales revueltas internas.

¿Qué oficios prosperarán?

—Los relacionados con la salud y la ingeniería. También el sector agrario cualificado, porque padeceremos un proceso de relocalización: todo lo que se produce en China se tendrá que hacer aquí. Esto es consecuencia de la gran crisis alimentaria que tenemos a las puertas por la globalización.

¿Qué enseñar a los estudiantes para afrontar el colapso?

—Empatía y la tolerancia porque la salida a esta situación pasará por hacer comunidad, no nos podremos adaptar individualmente. La resiliencia la defiendo, pero no entendida como se describe en la LOMLOE, porque el IBEX35 se encuentra muy cómodo con esta ley, que está a disposición del mercado. La resiliencia implica continuar insistiendo, reconstruyendo y no limitarse a resistir o aceptar las cosas. Además, no debemos culpar a los jóvenes de haber contribuido a destruir el planeta, acaban de llegar. Tenemos que estar a su disposición para ayudarles, nuestra generación lo ha hecho mal. Al decirlo así te miran de otra manera. Los docentes tenemos la obligación de ser optimistas, incluso ante un colapso.