Luis Berbiela, en el centro de control de incendios de Medi Ambient, dos días antes de jubilarse. | Pere Bota

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Encontramos a Luis Berbiela (Madrid, 1957) desmontando su despacho. Ayer mismo, el jefe del Servei de Gestió Forestal i Protecció del Sòl de la Conselleria de Medi Ambient i Territori, coincidiendo con su 65 cumpleaños, se jubiló tras 20 años en el cargo. Dos décadas dedicadas a la gestión forestal y a la lucha contra los incendios.

¿Hay mejor manera de jubilarse que hacerlo el año con menos superficie quemada en Balears desde que hay registros?

—El dato me produce la sensación de que el operativo de incendios forestales ha cumplido su misión durante un año muy difícil, con sequía y temperaturas extremas, pero también hay que agradecer a los ciudadanos un comportamiento excepcional, desterrando el uso del fuego en terrenos forestales. Dicho esto, existe lo que se llama la paradoja del fuego.

¿Qué es la paradoja del fuego?

—Si un año lo hacemos bien evitando incendios, resulta que se acumula combustible vegetal para el año siguiente.

Un verano difícil, repetible con el cambio climático.

—Sí, el cambio climático va más allá de la situación de cada año. El riesgo es creciente con incendios cada vez más extensos, intensos y peligrosos. Necesitamos una cultura del riesgo para convivir con los incendios con una gestión forestal activa, adaptativa al cambio climático y preventiva. Años atrás, teníamos alguna ola de calor. Este verano hemos tenido una marea de calor. La situación de riesgo ya es estructural y no hay que olvidar que tenemos una orografía compleja en Tramuntana y en Artà.

Se asienta la idea de la importancia de la prevención.

—La extinción es la respuesta, pero la prevención es la solución. Antes, la extinción era un servicio reactivo. Cuando se detectaba un fuego, se salía corriendo para intentar apagarlo. Ahora, el servicio es mucho más que eso. La prevención se anticipa, crea los llamados cortafuegos y áreas para que la progresión del fuego sea más lenta y menos intensa. Todo ello genera más seguridad a la hora de romper el frente de fuego y atacarlo con éxito. También recurrimos a las quemas controladas para, precisamente, evitar el fuego incontrolado. Contamos con un operativo interinsular eficiente que hay que consolidar con más especialización y debe trabajar todo el año. De hecho, ya hay incendios importantes en invierno. Lo importante no es cómo apagamos el fuego, sino cómo lo evitamos. Plantar árboles puede generar bosques, pero, aunque a alguien le sorprenda o espante, cortar algunos árboles puede salvar bosques.

Tenemos más bosques por el abandono del medio rural.

—Sí, más superficie forestal y más densa por el abandono de la agricultura y la falta de aprovechamiento de los bosques. Además, hay un mayor uso residencial en terreno forestal, lo que siempre supone un mayor peligro. En Balears tenemos ahora 220.000 hectáreas forestales, de las que 185.000 son arboladas. El 44 % del territorio es forestal. Es la mayor superficie forestal en Balears en 3.000 años, pero bueno, no hace falta irse tan lejos. El paisaje forestal no tiene nada que ver con el que vieron nuestros abuelos. Un dato: en el gran incendio de Andratx de 2013, el 35 % de la zona afectada era de marges. Es decir, tiempo atrás tenía un uso agrario. La crisis actual podría llevarnos a un aprovechamiento de la biomasa forestal como energía renovable, introducir la madera como elemento clave en la economía circular y local. Si no gestionamos el bosque, nos lo gestionará el fuego.

Andratx fue algo tremendo.

—Se juntaron el viento y mucho terreno forestal por arder. Superó la capacidad de extinción. Fue como si se rompiera una presa de agua e intentáramos pararla con los brazos abiertos, pero había que salvar personas y bienes.

¿Estamos hablando demasiado del fuego?

—Sí, además de la lucha contra los incendios, la gestión forestal en Balears tiene grandes retos con una silvicultura activa, responder y restaurar los espacios forestales ante temporales o la degradación, actualizar el mapa forestal de las Islas, preparar el V Pla d’Incendis, promover ayudas a los propietarios para su intervención y participación activa en la gestión, cumplir los ejes del Pla Forestal, aplicar fondos europeos Next Generation, consolidar los montes públicos y asegurar el disfrute social de los bosques regulando los usos y ordenando las posibles masificaciones. La gestión forestal es una herramienta eficaz para apoyar los espacios naturales protegidos.

¿La cabra asilvestrada es el gran enemigo?

—Ninguna especie es un enemigo. El problema es el uso que le damos. No hay especies nobles y villanas, pero la verdad es que la cabra asilvestrada es un incendio silencioso, día tras día. Impide la regeneración y su sobrepoblación es insostenible, no sólo con los endemismos. Hay suelos de encinares que son auténticos desiertos. Hay que conciliar los diferentes intereses, ajustando la presencia de cabras asilvestradas a los límites aceptables en cada localización.

Una vez jubilado, ¿qué relación tendrá con el ámbito forestal?

—Procuraré mantenerme ligado a la conservación de la naturaleza, siempre vinculado al fomento del sector forestal. Colaboraré en proyectos como Tramuntana XXI y de alguna manera continuaré relacionado con la formación y la seguridad en la gestión de incendios forestales.

¿Qué ha sido lo mejor y lo peor de todos estos años?

—Lo mejor han sido los equipos humanos, con su nivel de vocación y compromiso, más allá de lo que se les puede exigir. También quiero recordar a Mateu Castelló, de quien tanto aprendí. Y lo peor fue la pérdida de los pilotos de extinción Enrique Carré y Antonio Alfaro.