Juan Carlos Terán, en su despacho. | Pere Bota

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Muchos pensarán en aquel investigador sagaz que llega a resolver el crimen perfecto de Asesinato en Orient Express cuando hablamos del detective. O una especie de Sherlock Holmes del siglo moderno. Un detective no deja de ser una persona de carne y hueso con una investigación que resolver. El matiz que les aleja de ese personaje de las novelas negras y el misterio es que los casos que resuelven se mueven, casi siempre, entre mercantiles, infidelidades, deudas o familia.

En Baleares hay unos 25 detectives autónomos y 15 despachos o agencias en activo. Es un gremio silencioso, los ojos que todo lo ven, que trabaja desde el anonimato y con la cautela de no ser reconocidos. La mayoría de los temas que más se repiten tienen que ver con empresas, desde resolver mentiras de los mismos trabajadores, bajas, hasta incluso posibles robos.

«Ser detective es un cambio vital. Dejas de ser lo que eras antes y estás disponible las 24 horas porque no sabes cuándo un cliente te necesitará. Y es, ante todo, una profesión arriesgada». Así lo vive Juan Vitoriano Cruz, fundador de detectives Garbo. Él se inició en el mundillo hace unos 15 años. «Cuando voy al cine, reviso siempre los alrededores. Y cuando salgo de casa, me fijo en las matrículas».

Este es el modus operandi de Juan desde que es detective. Sabe de casos extremos, como que a un compañero le apuntaron con una pistola en la cara. «Según la ley, somos una profesión para investigar hechos privados, y los casos particulares deben ser justos y legítimos», describe. Con su mujer e hijos tienen un código secreto que él al decirlo «en cualquier momento o circunstancia saben que se tienen que ir por seguridad».

La paciencia, el olfato o la intuición son ingredientes claves, para ser un buen detective, asegura. Porque para esta profesión se nace, no se hace.

La vigilancia

Los detectives saben cuándo empiezan pero no cuando acaban. Ellos mismos se asemejan al periodista de investigación, que al fin y al cabo trabajan para resolver un caso y dar el resultado al cliente. A ojos de Juan, este gremio trabaja con las 5 W inglesas (el quién, cómo, cuándo, dónde y por qué en versión español).

«El quién es lo fundamental para que no te pillen», explica. Significa que saber de antemano a quién se va a investigar te permite trabajar bien los diferentes escenarios en los que habrá que actuar. Porque un detective también hace de actor.

La vigilancia puede abarcar distintos escenarios, desde los más estrambóticos como una clase de salsa, dormir como un vagabundo en la calle hasta una cena en el restaurante más caro de Palma. Fernando P.S. de Detectives New Record, se sacó la licencia hace siete años. Como él dice, «el detective se nace», y así lo sintió en el momento en que se dio cuenta que «había nacido para esto».

Ha tenido que trabajar en los casos más extraños pero también peculiares, y reconoce que, ante todo, «lo fundamental es saber adaptarte a todo tipo de situaciones porque nunca sabes hasta dónde te va a llevar el investigado. Y sobre todo ser camaleónico». Para él, fijarse en todo tipo de detalles o tener una buena conducción vial son los ingredientes necesarios para afrontar bien esta profesión. Entre los casos más repetidos están las bajas fingidas, custodia de menores, infidelidades y casos penales.

Las vigilancias intentan hacerlas entre dos detectives. Para ello, los despachos disponen de una cartera de autónomos a los que contratan para casos concretos. «La investigación más larga que tuve duró cerca de tres meses. Llegó un momento en que estás tanto con la persona investigada que llegas a saber todo de ella», narra Fernando.

En un coche del detective nunca puede faltar el kit esencial, un maletín con videocámaras, cámaras ocultas y demás tecnología para grabar y fotografiar los movimientos del investigado.

«Aparte, hay que llevar distintas prendas en el maletero. En verano, no se me olvida el bañador ni la toalla», menciona Pepa Moreno, detective desde hace cinco años y vicepresidenta de la Asociación Nacional de Mujeres Detectives Privados. Ella narra que se formó en esta profesión porque su hermana también es detective. Además de trabajar como autónoma, también tiene su propio despacho, Detectives M2. «Una de las cosas que más me motivan de mi profesión es descubrir a quien hace el mal». Alguna vez ha tenido que hacer guardias o vigilancias de 17 horas. «Hay mucha gente que acaba dejando la profesión», asegura. En España hay unas 5.500 licencias, de las cuales solo ejercen 900 personas.

Pepa compagina lo laboral con la crianza. «Nunca sé cuándo terminaré, a veces me llaman sin previo aviso y tengo que llamar al padre de mi hija o a alguna vecina», cuenta sobre cómo se las apaña en casa con la menor.

Infiltración

La mujer detective, a diferencia del hombre, se infiltra más en según qué casos y pasan más desapercibidas. Es uno de los rasgos y facilidades que destacan los entrevistados sobre el género femenino para este oficio. Y aunque todavía siguen siendo una minoría, un 30 %, cada vez hay más fuerza fémina en el sector.

Juan Carlos Terán, que aparte de detective de Unidet es delegado de la Asociación Profesional de Detectives Privados de España, comenzó en el sector en 2013 pero lleva vinculado en la seguridad privada desde hace más de 25 años. Ser honesto, honrado y tener desparpajo son cualidades esenciales para convertirse en detective, dice. Su campo abarca temas nacionales pero también internacionales, desde posibles toxicómanos, hasta empresas o temas familiares.

«Normalmente, un tema se puede resolver en tres días o en meses. Otros incluso en un día», explica. «Cuando me hablan del peligro en la profesión, yo siempre digo que parte del riesgo lo tenemos en la carretera, mientras conducimos un coche o una moto». Y ante todo, lo más importante, dice, «es que no te pillen».

Como participan en juicios para ratificar casos, ellos acuden con un número de licencia en lugar del nombre. Aunque este detective no ha tenido «sustos», sí que reconoce que ha tenido que infiltrarse en sitios muy peligrosos: «Me la he jugado muchas veces haciendo un seguimiento».

La parte más complicada es cuando se resuelve el caso y se presenta al cliente. Los entrevistados coinciden en que lo más difícil es cuando se toca un tema de menores. Porque si hemos dicho que un detective es actor, también es abogado y psicólogo. «Cuando cuentas una mala noticia al cliente, y encima lo conoces, sabes cómo se lo va a tomar. Para nosotros es duro, pero para esa persona más», expresa Fernando. O saber que alguien tiene un problema gordo y no tiene dinero. Juan Carlos dice que se intenta ajustar el precio. Porque lo que prima en la vida de un detective es ayudar.