Peces y submarinistas sobre una pradera de posidonia. | Manu San Félix

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El Institut Mediterrani d’Estudis Avançats (Imedea, participado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas y la UIB) está evaluando la mortalidad de la posidonia por los recientes temporales, especialmente por la borrasca Gloria (a finales de enero de 2020) y las olas de calor.
Así lo explicó a este periódico Núria Marbà, investigadora del Imedea tras su intervención en el I Simposio sobre Sistemas Costeros, que organiza la propia entidad científica en el CaixaForum de Palma. Marbà señaló que «el cambio climático está provocando el aumento del nivel del mar, el incremento de temperaturas y temporales más intensos, como la borrasca Gloria, que fue especialmente potente en el Mediterráneo peninsular y Balears. Como consecuencia de ese temporal, parte de la posidonia fue arrancada y también se produjo la erosión del sedimento, lo que debilita la planta. Por tanto, nos encontramos ante daños que no son puntuales, sino que tienen continuidad en el tiempo».

Otra cuestión a la que se refirió Marbà son las olas de calor, destacando que «la posidonia aumenta su mortalidad a partir de una temperatura de 28 grados. El pasado verano, esta planta del Mar Balear ha sufrido durante más de un mes temperaturas superiores a los 28 grados, incluso a los 29 grados. En este sentido, mueren haces de posidonia, dejando claros en las praderas. Con anterioridad, las olas de calor eran más espaciadas en el tiempo y la posidonia podía recuperarse. Actualmente, las olas de calor son más frecuentes y la planta submariana no tiene tiempo para recuperarse». Además del cambio climático, Núria Marbà recordó los impactos directos sobre la posidonia con origen en las actividades humanas, como las anclas, los dragados, las construcciones en la línea de costa y los vertidos de aguas residuales.

La investigadora indicó que «todas estas causas humanas de deterioro de la posidonia fueron especialmente intensas entre las décadas de los 60 y los 90 del pasado siglo. Ahora se ha mejorado bastante con una mayor concienciación social sobre la importancia de la posidonia e iniciativas legislativas como el decreto para su preservación. Se ha mejorado, pero resulta que los impactos derivados del cambio climático, también de origen humano, son ahora más intensos». El Imedea está trabajando en la cuantificación o evaluación de la mortalidad de la posidonia por temporales y olas de calor, con unos resultados que en su momento dará a conocer. En cualquier caso, Marbà apunta que «la reducción de la posidonia y el aumento del nivel del mar puede llevarnos a la pérdida de más del 50 % de las playas de Baleares».

La investigadora recordó que la praderas de posidonia capturas el 7 % de las emisiones anuales de las Islas , además de su importante función para capturar y almacenar carbono. Destacó que «en el primer metro de sedimento de la posidonia hay tanta cantidad de carbono capturado como en todos nuestros bosques. Con una elevada mortalidad de esta planta, una parte de este carbono se liberaría. Otro beneficio añadido es que la posidonia reduce la energía de los oleajes y evita la erosión de las playas». Finalmente, Marbà resaltó la necesidad de mitigar los efectos del cambio climático y, en cuanto a los impactos directos de la actividad humana, «tenemos que seguir reduciéndolos y no contribuir a daños mayores».