Imagen de las monjas del Convento Santa Clara. | Teresa Ayuga

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El mundo avanza pero hay cosas que nunca cambian. La religión es una de ellas, a pesar de navegar hoy, más fuerte que nunca, entre viento y marea, que es una forma de llamar a los ‘males’ del siglo XXI. Ninguna congregación de Mallorca hace publicidad, pero la realidad es que se buscan monjas para llenar los conventos. Las jerónimas es una congregación a punto de extinguirse aquí. Apenas quedan tres en la Isla y recientemente han tenido que trasladarse del monasterio de Santa Isabel al convento de Sant Bartomeu, en Inca. Esta imagen se repite en otros espacios de las religiosas porque hay una crisis vocacional, aunque muchas monjas confían en que volverán tiempos mejores.

Según los datos de 2021 de la Iglesia de Mallorca, se contabilizan 457 monjas. Si lo comparamos con 2014, podríamos decir que hay 179 hermanas menos. Y los datos globales de los últimos siete años marcan una tendencia a la baja aunque no tan brusca.

En mitad del bullicio por obras en Son Roca, el convento de las Hermanas de la Caridad, fundadas por San Vicente de Paul, abre sus puertas con parsimonia y paz. Es una casa con historia que hoy está más vacía que nunca. Allí conviven cuatro monjas, la más mayor tiene 91 años y la más joven, 74 años. Sor Pilar, de 83 años, lleva quince años en este convento. Informa de que su congregación nació en el año 1798, fundada por el rector, por aquel entonces, de Felanitx. «Este convento lleva abierto desde hace 80 años por lo menos. Por aquel entonces, esta casa era la de formación, que duraba dos años. Luego, cada hermana era destinada a Sant Llorenç des Cardassar», explica. Sus votos se rigen por la obediencia, castidad y pobreza. En los últimos años han cerrado muchos conventos de esta congregación. Sor Pilar asegura que «quedaremos unas 100 monjas en todo el mundo, y muy pocas casas en Mallorca, unas once en toda la Isla».

Una de las realidades que comparten las cuatro congregaciones que aparecen en este reportaje es el interés mayor que hay por la vida consagrada en países como África o Latinoamérica. Para que se hagan una idea, muchas congregaciones sobreviven porque en esos países hay una fuerte vocación.
Las monjas de clausura de Santa Clara mantienen una férrea presencia en el mundo. Y se estima que habría más de 13.000 hermanas clarisas en España. La hermana sor María y las otras 13 monjas de clausura aparecen tras los barrotes de una lúgubre sala del Convento de Santa Clara de Palma. La hermana asegura que «hay mucha una falta de Dios, se le ha dado la espalda y eso genera un vacío y un sinsentido de vida». Sor María asegura, sin embargo, que hay un problema en Mallorca; la manera de vivir la fe en clausura, a diferencia de en otras Comunidades, «está mal». No hay relevo generacional, aunque sus descensos no son tan impactantes como en otras congregaciones. Sor Nazaret ha sido la última en entrar y tiene 24 años.

Nuevas generaciones

«Yo no venía para ser monja, mi hermano, sacerdote, me dio a conocer este convento y vine a verlo». Sor Nazaret es la más joven del convento. Entró en 2017. «Cuando di el paso, al principio no comenté nada a nadie, y cuando me atreví a decirlo, mi familia se sorprendió». Es una llamada de Dios que cambia la vida de una persona. Así les sucedió a las 14 hermanas clarisas. A pesar que hay muchas mayores, sorprende que casi la mitad sean tan jóvenes:«Aunque pasen los años y el mundo cambie, lo principal no cambiará nunca», expresa sor María. En el convento de Santa Magdalena, sor Sara, de 27 años y de origen polaco, entró en el monasterio con tan solo 19 años. En la casa conviven 15 monjas. Se denominan canónigas regulares lateranenses de San Agustín. Es un