Una nutricionista y una psicóloga, especialistas en TCA, analizan los peligros de la moda de la alimentación saludable.

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En los patios de los colegios escasean los típicos bocadillos de embutidos envueltos en papel albal y se ven con malos ojos los cereales de chocolate para desayunar. Por contra, son tendencia las zanahorias con hummus de merienda y las gachas para desayunar. Comer brócoli está de moda. La alimentación ha cambiado de paradigma en la última década. Lejos quedan las dietas milagro para perder cinco kilos en una semana, como la -por aquel entonces- famosa 'Dieta Dukan', dando paso a estilos de vida y de alimentación que adoptar a largo plazo. ¿La causa? La presencia de nutricionistas y 'coaches alimenticios' en redes sociales, con rotundos mensajes sobre lo que se debe o no se debe comer. Es la era de la alimentación saludable.

Prueba de ello son los expertos en nutrición convertidos en influencers y estrellas mediáticas, como el creador del 'Realfooding' -dieta basada en evitar alimentos procesados-, Carlos Ríos, con 1,5 millones de seguidores en Instagram o 'Keto con Laura' -cuenta basada en reducir al máximo los hidratos de carbono-, con cerca de 260 mil seguidores en la misma plataforma. En redes son populares tipos de vídeos como los '¿Qué como en un día?', las recetas fitness o saludables (recrear dulces con alimentos saludables) o enseñar las compras en el supermercado. La nutricionista Almudena Martín ha percibido el cambio de primera mano en su consulta de Palma: «Cuando los pacientes vienen por primera vez a consulta ya no piden bajar de peso sin importar cómo. Quieren empezar a llevar una vida saludable». Un indicativo de la diana poblacional influenciada por estos mensajes es el perfil de sus clientes: sectores cada vez más jóvenes, incluso menores de edad, preocupados por sus hábitos alimenticios.

A pesar de que hay elementos «muy positivos» a remarcar -como la toma de consciencia por parte de la población de la importancia de llevar un estilo de vida saludable, comiendo bien y haciendo ejercicio- también percibe la otra cara de la moneda: «Algunos nos llegan realmente obsesionados», remarca Martín, que atribuye la problemática en gran medida a las redes sociales. Es lo que se conoce como el fenómeno de las «burbujas de información», según el autor y activista Eli Pariser, que propician que el usuario acabe consumiendo mayoritariamente contenidos parecidos, tornándose, en este caso la alimentación, en un pilar y hasta en una obsesión vital.

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Almudena Martín en la clínica Vidal Salud. Foto: T. Ayuga.
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El contenido hace mella en especial en ciertos colectivos más vulnerables, que, por factores psicológicos pueden acabar desarrollando un Trastorno de la Conducta Alimentaria (TCA). Aina Sastre es psicóloga clínica, especialista en TCA. Forma parte del Grupo de Trabajo de Psicología Clínica en el Sistema Nacional de Salud del Colegio Oficial de Psicología de las Islas Baleares (COPIB) y declara un evidente aumento de las consultas por sospechas de trastornos alimenticios, así como de pacientes diagnosticados y concuerda con Martín en el adelantamiento de los mismos: «Hace cinco años la anorexia se empezaba a manifestar a los 15 años y la bulimia entre los 18 y 20. Ahora tenemos niñas de 12 años con anorexia nerviosa». Los datos ofrecidos por el COPIB recogen que en torno a un 0,5 % de las mujeres de las Islas padecen anorexia (el trastorno mental con mayor índice de mortalidad); entre el 1 y el 3 %, bulimia y un 1 % trastorno por atracón. Aunque minoritarios, también se incrementan los casos entre hombres.

Tipificados por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como trastornos de la conducta mental, la manía de evitar a toda costa químicos y procesados ha derivado en una nueva patología, que Sastre recibe cada vez más en consulta: la ortorexia, la obsesión patológica e irracional por comer sano y por la calidad de los alimentos, convirtiéndose en la principal preocupación de la persona.

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Aina Sastre, psicóloga especialista en Trastornos de la Conducta Alimenticia (TCA).

Uno de los principales problemas entre los afectados por este trastorno es que en la mayoría de ocasiones no hay consciencia del problema. Para prevenir extremos, la psicóloga Aina Sastre recomienda prestar mucha atención a una serie de síntomas, indicativos de una posible obsesión, como son:

  • Pensar de forma desmedida en lo que se va a comer, en qué comprar o en cómo se va a preparar.
  • Dejar de quedar con amigos o tener problemas familiares porque comen alimentos considerados insanos. La nutricionista Almudena Martín recuerda que una alimentación saludable también incluye paellas, pizzas y chocolate: «Se puede y debe comer casi todo con moderación».
  • Padecer cambios hormonales (un indicativo en las mujeres es la desaparición de la menstruación y la aparición de vello corporal excesivo).
  • Restringir cantidades de comida.
  • Tomar diuréticos o laxantes.

De percibir algunos de estos comportamientos, la psicóloga recomienda que, debido a la falta de percepción del afectado, amigos y familiares inviten a la persona a acudir a una consulta psicológica, para que no sus conocidos, sino un experto, de forma objetiva valore si existe una problemática.