Margalida Capellà en el campus de la UIB. | P. Pellicer

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Margalida Capellà, profesora de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales de la UIB presenta el jueves 20 la intervención de Sami Naïr en el Club Última Hora. El intelectual francés analizará la situación actual bajo el título ‘Europa en la encrucijada: guerra, solidaridad, futuro’. El acto se celebra a las 19.30 horas en la Fundació Sa Nostra.

En esa encrucijada actual, ¿se ha diluido el papel de instituciones como la ONU?

—Naciones Unidas a la Unión Europea solo pueden hacer lo que los estados han decidido que puedan hacer. La ONU, con un Consejo de Seguridad entre los que están algunos de los mayores violadores de los derechos humanos de la Historia: China, Rusia o también Estados Unidos, tenía un objetivo: evitar un enfrentamiento entre esas potencias y hasta ahora lo ha conseguido. Mientras hay decenas de pequeños y medianos conflictos que se han prolongado a lo largo del tiempo y están pendientes de que los estados se pongan de acuerdo, como Palestina o Ucrania es lo mismo.

¿Y la Unión Europea?

—¿La UE podría hacer otra cosa con los refugiados? Podría, pero lo estados votan en contra. ¿Las instituciones fallan? Los que están fallando son los estados. En el caso de Ucrania está claro. Se activa una directiva de 2001 para acoger a refugiados y no se hizo antes. ¿Por qué no? Porque los estados votaron en contra

¿Refugiados de primera y de segunda?

—También lo entiendo. Ante una catástrofe humanitaria son los países vecinos lo que acogen a los refugiados. Con Ucrania la respuesta ha sido inmediata porque está al lado.

Sí se ha reforzado la OTAN.

—Sí, pero eso siempre ha estado en la idea de la integración europea. Esa idea del alineamiento defensivo viene del año 1949. La cuestión es, de cara al futuro, qué tipo de actor internacional quiere ser Europa. Se habla mucho del gasto militar pero lo que no se dice es que la UE en su conjunto es el principal donante de ayuda humanitaria. Unos hacen la guerra y la UE hace la ayuda humanitaria. ¿La UE quiere seguir haciendo eso, promoviendo un poder blando con diplomacia y derechos humanos, conseguir que los estados estén en organizaciones internacionales y colaboren? ¿Queremos mantener eso o queremos más poder y más inversión en ejército? Las dos cosas no se pueden hacer a la vez económicamente. ¿Para ser una potencia militar hay que renunciar a ayuda humanitaria o al estado del bienestar? La UE estaba en un debate sobre su futuro antes de la pandemia y de ahora Ucrania y ha quedado parado.

¿Por qué se ha convertido la inmigración en un combustible para la extrema derecha?

—Primero por la falta de memoria de la gente. Los mallorquines y los españoles se olvidan que España fue un país de origen de emigración. En la Guerra Civil había mallorquines que iban en patera a Argelia y les acogían. Y después por el miedo a los diferentes, yo diría que dos fenómenos: el racismo, yo estoy convencida de que la política europea de emigración es racista, y la aporofobia, el rechazo a los pobres. Al hablar de inmigración no nos referimos a rusos o saudíes sino a los que llegan en patera o de forma legal pero se les acaba el visado.

¿Por qué dice que la política de la UE es racista en inmigración?

—En la UE, la política de fronteras y visados es comunitaria y hay decisiones que toman sus instituciones. Una de ellas es la que determina en qué países se necesita visado para entrar en la UE. Hay una lista de países en las que se necesita visado y otra en la que no y eso lo decide el Consejo. Eso es lo que determina que una persona se juegue la vida en el Mediterráneo o pueda comprar un billete de avión y llegar a España desde Bolivia, Perú o Argentina. En esa lista no hay ningún país africano. Los africanos necesitan un visado de entrada. En cambio de América Latina no, gracias a la diplomacia española por vínculos históricos. A los africanos nadie los quiere, ni las metrópolis. ¿De quién dependen los visados? de los consulados.

¿Faltan otras alternativas?

—Las organizaciones humanitarias reclaman vías legales y seguras y eso implica modificar un reglamento de la UE para que no necesiten visados desde África o que los estados pongan más recursos para agilizarlos. De todas maneras, vienen. En 2050 la media de edad en la UE será de más de cincuenta años; en África 24. Será un continente de gente joven que verá como avanza el cambio climático y habrá conflictos. Mucha gente no tiene esperanza de vivir o sobrevivir en ciertos contexto y querrán ir a Europa. En la cultura de la globalización hemos exportado un modelo de vida y toda esta gente aspira a ese modelo.

¿Es poner puertas al campo?

—Es contemplar la inmigración o como un problema de seguridad o como mano de obra. Se debería pensar que también son personas. Mi esperanza son las ONG’s y la gente que están ayudando a estas personas.

Ha firmado un manifiesto contra el cambio de postura en el Sáhara Occidental, ¿por qué?

—La política española ha estado mal desde el principio. Ha abandonado al pueblo saharaui y no ha tenido una política activa de resolución del conflicto. Lo comparas con Portugal y Timor Oriental... los portugueses siempre se han preocupado por su desarrollo político, incluso defendiéndolo ante Australia.