María Aliójina utiliza como complemento su pulsera de localización. | Pere Bota

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La activista rusa María Aliójina, conocida como ‘Masha’ dentro del grupo punk Pussy Riot, famoso por sus acciones en defensa de la libertad de expresión en Rusia, participa este miércoles en la Bienal de Pensamiento que se celebra esta semana en Palma, Valencia y Barcelona. A principios de año logró escapar de su país para evitar ser víctima de la creciente represión de Putin.

Consiguió salir de Rusia vestida de repartidora.
—En los últimos años usaba uniformes para salir y realizar actuaciones. Una vez utilicé uno de la policía, que se pueden comprar, en otra ocasión me metí dentro de una maleta, y para salir del país me puse el uniforme de repartidora a domicilio que mi novia dejó antes de irse. En 2018 crucé la frontera con la banda, en tres ocasiones, pero en ésta no tenía ni pasaporte, ni a nadie a quien pedirle asilo.

¿Lleva una pulsera de arresto domiciliario?
—Sí, creo que soy la única prisionera política a la que le pusieron el brazalete y no se lo ha quitado. Sé abrirlo y cerrarlo. No tiene GPS. Ahora es mi accesorio, toco en los conciertos con él. Es el original, me lo pusieron en el segundo caso criminal que me abrieron en 2021, por un post en Instagram.

¿Se siente exiliada?
—Yo soy rusa. En Rusia había una protesta por Ucrania, que ahora no es muy visible pero existe, y para mí fue una decisión difícil optar por ello porque la mayoría de la gente no lo tiene claro. Pero yo elegí ayudar a Ucrania porque quiero que este país gane la guerra y les quiero apoyar en lo máximo posible. Ahora necesito ayuda pero el foco debe estar en Ucrania que está luchando para ser parte de Europa, para ser independiente.

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¿Cree que cambiaría algo sin Putin en el poder?
—Putin y los suyos están perseguidos por la corte internacional como criminales, deberían ser procesados. Creo que se les puede capturar y sí, el cambio es posible.

‘Masha’ es líder del grupo feminista ruso Pussy Riot condenado a cárcel en varias ocasiones.
‘Masha’ es líder del grupo feminista ruso Pussy Riot condenado a cárcel en varias ocasiones. Una de ellas por saltar al campo en la final del Mundial de Rusia; otra, en 2012, por protestar contra Putin en la catedral de Moscú.

¿Quién debe pararle: Ucrania, la OTAN o el pueblo ruso?
—Rusia no está en Marte o en Venus, sino aquí y hace mucho tiempo que Putin está en el poder. Lo primero que hay que entender para pararle es que es un asunto internacional y la responsabilidad también. Puedo decir, tras diez años protestando en Rusia, que ahora la protesta sigue. Está más oculta y forma parte de la resistencia pero existe. Por otra parte, Ucrania está luchando como nadie, hay que entender cómo empezó todo y lo hizo en diciembre de 2013. La gente votó sacar al presidente Yanukóvich, puesto por Putin, y básicamente ganaron, se hicieron independientes. Pero empezó la guerra en el este de Ucrania, en Donetsk y Lugansk, y durante ocho años fue invisible para los países europeos. Se empezó a visibilizar el 24 de febrero porque no puedes cerrar los ojos cuando bombardean Kiev pero hacía ocho años que había empezado. Putin representa el orgullo de ser una especie de nietos del sistema represivo de la Unión Soviética. Y, si eres activista rusa y te han detenido, es fácil de entender porque ves los retratos de Stalin en todas partes o el culto que se le hace, incluso en el Parlamento.

¿Vive con miedo?
—No. No soy la única en la lista negra. Pero ahora no es el momento de estar asustada, hay gente bombardeada y muchos muertos.

¿Cómo es ser LGTBI en Rusia?
—En 2013 se aprobaron una combinación de leyes represivas en incremento. Una de ellas fue contra la propaganda gay y ni siquiera definía lo que era. Se perseguía a la gente por postear en redes. Son leyes propagandísticas para hacer ver que el Estado defiende los valores tradicionales. Es hipócrita porque su promotor, Putin que tiene a dos amantes y no llama a sus hijas por su nombre, no es precisamente un gran hombre de familia. Pero le encanta buscar enemigos para seguir con este rol.