Núñez Feijoó en su visita a Pere Garau. | Jaume Morey

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—¿Quién viene? ¿Letizia?
—Sí, claro. Leticia Sabater.
La sorna estaba a la orden del día este martes a las once de la mañana. Una multitud de periodistas y de cámaras se agolpaban a las puertas del mercado de Pere Garau ante la expectación de los compradores habituales. La mayoría, jubilados que no llegan a final de mes que preguntaban quién venía. Con un ligero retraso respecto a la hora prevista apareció Alberto Núñez Feijoó, presidente del PP, que en su gira de un día por Palma recalaba en Pere Garau, bastión obrero y barrio multicultural. La expectación entre los compradores y tenderos era máxima. Armados con móviles, todos pedían su turno de selfies con el líder nacional del PP.

—Vale más que limpien el barrio— dijo una jubilada que contemplaba la aparición de Feijoó, rodeado de dirigentes del PP balear y comenzando su rosario de selfies con vecinos y comerciantes entregados.
—Señora, que el Feijoó es un tío muy majo. Igual viene a despachar chuletas. La culpa de las aceras rotas la tienen los comunistas— dice el vecino.
Ante la entrada de Feijoó al atestado mercado aparecen tímidos aplausos. La comitiva de políticos populares y periodistas dejan atestadas las estrechas arterias del mercado de Pere Garau, epicentro del barrio más poblado de Palma. Los carritos de la compra atoraban aún más el paso de la comitiva mientras se sucedían los flashes.

Como toda visita a mercado de un político, tocaba saludar a los compradores y comerciantes. En un puesto de charcutería, un joven tendero saludaba a Núñez Feijoó con una advertencia:
—Aquí estamos, luchando cada día. Necesitamos más Bukeles en esta vida. Escuchelo, Feijoó— dijo el charcutero Xavi.
Bukele, el presidente millenial de El Salvador, conocido por imponer la criptomoneda como moneda corriente en el país más pequeño de Latinoamérica y con una preocupante deriva autoritaria. El presidente del PP se alejó sin hacer comentarios.

Paseando por los diferentes puestos, el gallego se detenía a admirar una frutería:
—Buen género tienen aquí—dijo ante una pila de tomates alineados primorosamente. Los comerciantes agradecen la visita y la maratón de flashes que los convierten en protagonistas por un día. un día después de que Feijoó anunciara que una de sus medidas estrella iba a ser la bajada del IVA de los alimentos.

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Las señoras de agolpan y lanzan todo tipo de exclamaciones. Desde el «es más guapo en persona», «¡el PP no defrauda!» o «¡yo votaré este año, presidente!». Marga Prohens, presidenta del PP de Balears, le hace de guía en el interior del mercado y se presta gustosa a hacerle fotos con los móviles de lo fans que piden una foto con el líder popular.

Un grupo de señoras recién jubiladas contemplan la escena serias. Feijoó se para ante ellas y Conchi Gutiérrez se muestra tajante: «Hacienda nos está metiendo unos palos... Somos jubiladas que ahora en septiembre hemos tenido que pagar hasta 3.000 euros a Hacienda porque tenemos paga de viudedad». Su queja es la de miles de jubilados que tras una reforma fiscal, aquellos que tienen más un pagador (como es el caso de las pagas de viudedad) se ven obligados a hacer la declaración de la renta cuando rebasan los 12.000 euros anuales. Los jubilados temen a Hacienda como a un nublado.
—Señora, yo desde la oposición no puedo hacer nada. Por eso propongo bajar el IRPF y las retenciones.

Conchi Gutiérrez y sus colegas no queda muy satisfechas por la explicación, pero Feijoó ya ha emprendido su camino hacia nuevos puestos. En la Carnicería Bonnín, un carnicero le reta a un pulso que gana el líder del PP entre aplausos y flashes.
—Aquí tenemos buenos chuletones. Alguno hay gallego— dice el carnicero, que parece dispuesto a venderle algo de su género a Feijoó.

La comitiva sigue arrastrando a compradores por los estrechos pasillos y se encamina hacia la pescadería. Mientras unas señoras gritan «en persona es mucho más guapo, por favor que no le maquillen tanto en la tele», otra mujer dice con mucha retranca y cierta amargura: «Todo estos son gente del Olivar, no de aquí». La división social de Palma se divide ahora por sus mercados y en Pere Garau, el más obrero y multicultural de la ciudad, algunos se sorprenden ante la comitiva de políticos, la mayoría de ellos vestidos con americana azul, como mandan los cánones del partido.

Ya fuera, en los puestos de verduras, Feijoó se para a hablar con una señora a la que le acaban de regalar un ramillete de hierbabuena. El líder del PP no identifica la hierba aromática, la señora se la da a oler. Después, le presenta a su marido, un jubilado vestido con una camiseta con el lema Freedom to smoke marijuana'. «A este le gusta la maría», le dice la señora al líder del PP nacional, que no puede evitar reírse. Al fondo, al final de la plaza, espera un batallón de periodistas para comenzar la rueda de prensa.