Pere Arquillué se mete en la piel de un Dios «con sentido del humor».

TW
0

Todos conocemos la historia del pecado original, de la manzana prohibida que Eva, seducida por la serpiente, llevó a probar a Adán. Esa fue la perdición del hombre, una condena que todavía hoy está bien presente con emociones como la culpa, la vergüenza o el miedo. Sin embargo, a algunos les consuela el creer que si siguen el buen camino vivirán la vida eterna en el paraíso. Ellos, Adan, Eva, Dios y Satán son los protagonistas de Paraíso perdido, una obra dirigida por Andrés Lima que este fin de semana podrá verse en el TeatrePrincipal de Palma (el viernes, a las 20.00 horas) y en el Audtori de Manacor (sábado, a las 19.30).

El montaje es una adaptación del propio Lima y Helena Tornero a partir del poema épico de John Milton publicado en 1667. Pere Arquillué y Cristina Plazas encabezan el elenco –que completan Rubén de Eguía, Laura Font, Lucía Juárez y Elena Tarrats– con sus interpretaciones de Dios y de Satán, respectivamente. En el equipo también figura el tándem mallorquín Miquel Àngel Raió (videocreación y posproducción) y Jaume Manresa (música original y espacio sonoro).

Dios

Arquillué, que se mete en la piel del mismísimo Dios, reconoce que es un papel muy complejo y difícil de definir. «Es Dios o el autor, es un narrador o un apuntador. No se sabe bien quién es. En todo caso, es una figura muy especial, como lo es toda la obra. La pieza habla de muchas cosas, pero se centra en dos figuras que parecen las dos caras de una misma moneda: Dios y Satanás», detalla el actor catalán. En este sentido, lo que es seguro es que se trata de un Dios alejado de la concepción tradicional que tenemos. «Es un poco gamberro y con sentido del humor. Pasa por diferentes estados, pues es ciego, pero cuando quiere ver es capaz de hacerlo; es cojo, pero cuando quiere correr lo consige. Hace lo que quiere. Castigará mucho a Satanás y lo manipulará como ejemplo para poder tener un contrincante para explicar las cosas. Porque el miedo al castigo está muy presente. El propio Dios sufre, pero también Satanás», añade.

De esta manera, Paraíso perdido aborda «la relación con Dios» y, sobre todo, como subraya el propio Arquillué, «qué significa la rebelion». Este aspecto, según el actor, hace que la obra se acerque más a nuestros días. «¿Hasta qué punto tenemos derecho a rebelarnos ante Dios o ante un poder establecido? Ese es el eje central de la obra:hasta qué punto Dios nos condena a no poder sublevarnos. A cambio, nos arroja luz en este mundo, ¿pero cuál es el precio a pagar?», matiza.

Es por esta razón que los románticos reivindicaron el Satanás de Milton como el verdadero héroe, pues simboliza el rebelde que se alza contra la tiranía. Así pues, se supera la dualidad entre buenos y malos, entre el Dios bueno y el Satanás malo. «Satanás es un ángel caído del cielo y es el que se rebela. Por ello sufre más de lo que se puede pensar en un primer momento y es por eso que es el escogido como héroe. Es el que hará que Eva muerda la manzana del pecado, pero a la vez lo hace para sublevarse. Y pagará por ello. No se sabe hasta qué punto será una víctima», puntualiza Arquillué, enigmático, sin querer dar demasiadas pistas sobre esta pieza inspirada en «una de las obras de referencia de la historia de la literatura». «Es mejor que el espectador vaya a ver una obra lo más limpio posible, sin saber demasiado lo que se va a encontrar», asegura.

Por otra parte, Paraíso perdido quiere ser también un homenaje al oficio del comediante, «tantas veces demonizado por su fascinante capacidad de transformación y de transgresión». En esta línea, el actor Arquillué destaca que «hay una frase que dice: ‘Y el hombre creó a Dios, Dios creó al diablo y, este, al actor’. El teatro ha sido muy perseguido y prohibido a lo largo de la historia, a un nivel nunca visto en las otras artes como la música, la pintura o la danza. Y es que es un arte político, expresa ideas y no deja de ser una rebelión que ofrece un momento de catarsis. Tiene ese aspecto rebelde de decir verdades y de hacer de espejo».