Vanesa, durante la entrevista | Pere Bota

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La mayoría de las personas que desarrollan ELA tienen entre 40 y 70 años de edad, siendo 55 la edad promedio al momento de hacer el diagnóstico. Vanesa Rodríguez, sin embargo, cumple 37 años este mes. Su vida no es como la de cualquier mujer a su edad. Desde hace un año con entereza, esfuerzo y ánimo de superación trabaja para frenar o retrasar la debilidad a la que están abocados sus músculos. Lo hace cada martes y jueves, durante dos horas y media, en la unidad específica del Hospital General, donde ya conoce a todo el mundo.

Vanesa se mantiene en pie durante toda la entrevista y eso que «no hacía falta», le comentan al terminar. Responde con claridad y en ocasiones hasta con soltura, aunque los síntomas de su enfermedad empezaron a manifestarse en el habla. «Parecía que me había bebido un par de Estrella Galicia y no me había tomado ninguna», rememora con humor. Explica que la ELA aparece de forma progresiva. «A veces estás atento y sabes identificar algunos síntomas y otras veces haces tu vida y no los ves», dice. O prefieres no verlo, reconocerá después. Porque en seguida se dio cuenta de que detrás de una repentina pérdida de fuerza, o de la dificultad para discurrir, tenía que esconderse algo serio. «Lo dejaba estar porque sabía que era grave, o me lo imaginaba, y quería vivir un poco antes de ir a Urgencias y llevarme el chasco». Ahora sabe que fue un error: «Eso está mal».

Comenta que entre los primeros síntomas y el diagnóstico puede pasar de media un año, aunque saber qué te pasa cuanto antes «es de gran ayuda». Desde entonces ha tenido que dejar su trabajo como encargada de un comercio y dedicarse a sí misma. «Aquí practico el habla, me enseñan cómo respirar para que aún se me pueda entender a nivel conversación», explica. Además del apoyo médico, «los profesionales entienden tu día a día, algo que fuera es más difícil de encontrar».

Defiende la rehabilitación porque «aunque no vaya a mejorar, me va bien para saber cómo desenvolverme», sonríe. También le es de gran ayuda la asociación balear de ELA, «lo tienen bien organizado porque en el momento del diagnóstico te lo facilitan todo», señala. Aún así, «hay gente a la que no le gusta ver su futuro, pero yo veo positivo compartir experiencias, estén mejor o peor», señala.