Mirador de sa Foradada en Deià, repleto de turistas. | Pilar Pellicer

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Mallorca es líder incuestionable de la recuperación turística en España. El de Son Sant Joan es el único aeropuerto nacional que incrementó ya antes del verano su actividad respecto al verano previo a la pandemia lo que, junto con el récord de reservas en hoteles y viviendas turísticas, permitía anticipar lo que estaba por venir e implantar medidas para minimizar los efectos de la masificación pero poco se ha avanzado desde entonces. Por primera vez la masificación está hoy en boca de todos (también en la de una parte del sector hotelero y de las patronales de transporte) y cada vez son más los municipios que piden un SOS ahogados por los atascos y la explotación de recursos.

En la práctica las medidas adoptadas son escasas y excepcionales. La moratoria de plazas turísticas es un paso adelante, pero en el debate sobre el modelo de futuro crecen las voces que, más allá de la congelación, defienden ya un decrecimiento turístico y poblacional. Las críticas a la ‘masificación’ comienzan a quedarse cortas. Para buena parte de la calle y del movimiento ecologista el ‘desbordamiento’ es la nueva realidad. La saturación de parajes naturales como Formentor , el Caló des Moro, Cala Deià, la Foradada o Es Trenc azota a los pequeños municipios, pero la masificación se deja sentir en todas las ciudades y pueblos de Mallorca, especialmente los días de lluvia cuando los turistas de playa se suman al turismo interior.

Megacruceros

El acuerdo alcanzado en diciembre entre el Govern y las principales navieras del mundo para que no haya más de tres grandes cruceros atracados un mismo día en Palma ha hecho historia. Ada Colau quiere aplicarlo en Barcelona y en Eivissa los hoteleros piden una regulación similar en su puerto, pero en la práctica Mallorca sigue desbordada. Las dificultades del propio sector turístico para encontrar mano de obra este verano evidencian que los pasos dados a favor de la limitación esta temporada se han quedado cortos.

El plan piloto para frenar la masificación turística en Formentor, iniciado la legislatura pasada, no se ha extendido a otros enclaves de la Isla. Ni siquiera termina de funcionar en esta carretera sin salida de la Serra de Tramuntana. Taxistas y chóferes de autobuses advierten de «graves riesgos para la seguridad». El principal problema para regular radica en la confluencia de competencias de distintas administraciones (Gobierno central, Govern balear, Consell de Mallorca y ayuntamientos).
Cada vez son más los que se suman al discurso de la masificación que entidades ecologistas como el GOB o Terraferida llevan años denunciando. Pero para ellos, también para algunos líderes políticos de Més y Podemos, ese debate ya está superado. «El problema ahora ya no es que Mallorca esté masificada, es que está desbordada, no da más de sí», dice el coordinador de Més per Mallorca y alcalde de Deià, Lluís Apesteguia. Acaba de instalar barreras automáticas sujetas al aforo del aparcamiento para evitar desmadres en Cala Deià.

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Colas para acceder al Caló des Moro. FOTOS: T.AYUGA

Jaume Centes (Terraferida) advierte de un nuevo fenómeno que se está dando este año y que les ha cogido por sorpresa: «Por primera vez nos escriben turistas y nuevos residentes (sobre todo extranjeros que han comprado casa durante la pandemia) para pedirnos si podemos hacer algo para parar la masificación. Mallorca ya no es el paraíso que les vendieron». «En 2016 lanzamos la campaña Sense límits no hi ha futur que firmamos 140 entidades y que se plasmó en un documento de 50 medidas (que acordamos con la presidenta del Govern, Francina Armengol y el entonces presidente del Consell, Miquel Ensenyat). De aquellas 50 medidas al final 49 no se han llegado a aplicar. Lo único que hemos conseguido es que todos los cruceros paguen la ecotasa», dice Centes.

Para Terraferida «la pandemia nos dio un téntol pero lo único que se está aplicando son cuidados paliativos». La visión del GOB es bastante coincidente: «Lo que vivimos es la consecuencia evidente de no haber sabido entender dos límites: la capacidad de alojamiento y los recursos». «La única parte positiva es que el debate se ha socializado, ahora las saturación la vemos todos, e incluso afecta a la percepción del propio turista», dice Margalida Ramis.

Medidores objetivos

Más allá de la percepción individual de saturación turística, a día de hoy las administraciones no disponen de medidores objetivos que permitan conocer en tiempo real los aforos de carreteras y espacios emblemáticos, incluso los medioambientalmente más sensibles. Los últimos datos que ofrece el departamento insular de Mobilitat sobre la ocupación de las carreteras de Baleares corresponden al año 2021. «En 2021 circuló una media de 7.700 vehículos por la carretera de la Serra y sabemos que la cifra ha subido pero, aunque solo fueran estos para un pueblo de 600 habitantes como Deià es algo inasumible», dice el alcalde Lluís Apesteguia. Explica que «los negocios de Deià ni siquiera sacan provecho porque ya están al completo y no pueden atender a más gente».

En la Calobra, uno de los paraísos turísticos más fotográficos de Mallorca, el Ajuntament d’Escorca comenzó a regular ya la legislatura pasada el acceso de autocares que solo pueden entrar con cita previa. Ha convertido todo el municipio en ACIRE para garantizar que sus 210 vecinos empadronados puedan aparcar gratis. El alcalde Antoni Solivellas, que fue el primero en pedir la implicación del Govern para afrontar el coste del excursionismo en Escorca, no comparte el discurso del desbordamiento, ni siquiera el de la masificación.

«Yo no creo que haya que prohibir sino que hay que regular y dotar de medios y personal para hacer cumplir las regulaciones, eso es lo que hemos hecho en Escorca», dice Solivellas. Escorca peleó duramente con el Govern hasta obtener una subvención anual de 10.000 euros al año para cubrir los costes generados de la recogida, tratamiento e incineración de los residuos que generan los miles de personas (locales, nacionales y extranjeros) que les visitan. Y es que la saturación no es una responsabilidad única del turismo en las Illes. Lo peor para Escorca llega en invierno cuando nieva.

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Superpoblación

Que Baleares avanza hacia la superpoblación es ya una realidad innegable. El Instituto Nacional de Estadística (INE) calcula que en 2035 el número de personas que viven en las Islas será el doble de los que vivían en Baleares en 1985. Desde 2010 la población se ha incrementado un 50 % y si se cumplen las previsiones rozaremos los 1,4 millones de habitantes. En Baleares, el parque automovilístico supera el millón de vehículos, con una tasa de 950 coches por cada 1.000 habitantes (el más alto de España) a los que hay que sumar los que llegan al inicio de la temporada turística para satisfacer la demanda de los rent a car. El propio sector ha pedido este verano al Govern que prohíba incrementar la actual flota de alquiler de 75.000 vehículos.

La masificación ya no es exclusiva de la temporada alta turística. En el otoño-invierno los atascos también son una constante en los accesos a Palma y en la vía de cintura, donde el Consell limitó la velocidad máxima a 80 kilómetros por hora para reducir las molestias por ruido y la siniestralidad. La presión humana se trasladará a finales de septiembre cada fin de semana a la Serra de Tramuntana, algo que conocen bien los alcaldes de municipios como Sóller, Alaró, Selva y Escorca que en algunos momentos se han visto obligados a contratar guardas de seguridad para controlar los desmadres, aunque no hay cifras objetivas que contabilicen los excesos.

Turismo sostenible

La transferencia de competencias turísticas al Consell de Mallorca abre un nuevo abanico de posibilidades. En junio de 2021 Mallorca se unió a la red de Observatorios de Turismo Sostenible (OTS) de la Organización Mundial de Turismo (OMT) de la que solo forman parte 33 destinos de todo el mundo. El Observatorio de Turismo Sostenible de Mallorca (OTS) es un nuevo elemento clave de la estrategia de la isla para preservar el destino y evaluar cómo el sector afecta al entorno natural, la economía y los residentes.

El OMT está obligado a monitorizar once indicadores clave: la estacionalidad, el empleo, el beneficio económico del destino, la gestión de la energía, la gestión del agua, la gestión de las aguas residuales, la gestión de los residuos sólidos, la acción climática, la cogobernabilidad, la accesibilidad y la satisfacción local. Solo los dos últimos están operativos. Los datos son de acceso libre a la ciudadanía a través de la web https://www.stomallorca.com. Fuentes de Turisme aseguran que, antes de finalizar el año, estarán funcionado sus indicadores de consumos de agua potable y agua depurada.

Por el momento, aquellos que deseen información se tienen que conformar con un puñado de cifras curiosas como la de que los baleares dedican de media 166,10 minutos al día al cuidado del hogar muy por debajo de la media estatal establecida en 182 minutos. El OTS nos permite saber también que el 51,71 % del total de la población agrícola de Baleares es propietaria directa de sus tierras frente a la media estatal que está en un 45,2%. Algunos indicadores podrían contribuir a retratar el problema de vivienda, pero los datos aún son insuficientes también en ese ámbito. 15,37 de cada 100 habitantes de Baleares tienen una segunda residencia en las Islas. Respecto a la masificación turística sabemos que en 2019 (último año del que ofrece cifras el OTS) había 23,18 turistas por cada cien residentes en Baleares.

El Observatorio promete hacer un seguimiento sistemático del impacto ambiental, social y económico del turismo y facilitar así la toma de decisiones basada en datos. Los objetivos clave para el sector turístico de Mallorca incluyen la promoción de una economía circular dentro de la hostelería, la reducción de la huella de carbono global y la promoción de la gastronomía local para mejorar la reputación de Mallorca y aumentar su atractivo.

Crisis de gobierno en el Consell

En los últimos días los partidos de gobierno (PSOE, Més y Podemos) se esfuerzan en marcar posturas en materia turística. No es casualidad que el contrato promocional con el RCD Mallorca haya puesto al pacto del Consell entre las cuerdas. El Departament de Mobilitat i Infraestructures del Consell defiende las «medidas «paliativas» (término que también utiliza Terraferida) adoptadas hasta el momento dentro de su margen de competencias. «Hemos limitado el acceso a lugares tan sensibles como la península de Formentor en colaboración con el resto de administraciones, en tanto que Carreteres no tiene competencias para disponer límites de este tipo unilateralmente. También hemos implementando políticas en contra de la masificación disponiendo en los próximos meses el que será el primer carril Bus-VAO de Les Illes Balears, eliminando hasta 26 grandes proyectos similares al desdoblamiento Llucmajor-Campos del actual Plan de Carreteras, y diseñando un Plan de mejora de la movilidad viaria y fomento del transporte público mediante estacionamientos de cambio intermodal ya en tramitación, entre otras cuestiones», dice el conseller de Mobilitat, Iván Sevillano (Podemos).

«No podemos olvidar que el problema de la masificación y la degradación que de su mano está padeciendo Mallorca, solo puede abordarse globalmente en un trabajo conjunto entre todas las administraciones. No sirve de nada establecer límites exclusivamente en una temática, si en el resto se continúa apostando por la masificación y la barra libre. Se ha de trabajar conjuntamente desde todas las formaciones políticas y de la mano de los sectores sociales, para establecer una planificación global e integral que restrinja ciertas actividades y acoja la palabra límites: se debe limitar el precio del alquiler y favorecer el acceso a la vivienda, especialmente de nuestros jóvenes y trabajadores; se debe limitar la entrada de cruceros de forma ambiciosa y valiente; se debe limitar la entrada de coches de alquiler a nuestra isla y ampliar y mejorar el servicio de transporte público; y se debe limitar la explotación de nuestros recursos naturales protegiendo nuestro entorno y medioambiente del consumo desmesurado. Todo ello, para que los residentes de esta maravillosa isla podamos seguir viviendo dignamente y nuestro bienestar diario no se siga viendo amenazado por la creciente masificación», añade Sevillano.

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Turista, en el mirador del Colomer. FOTO: PILAR PELLICER

También se ha manifestado esta semana sobre el asunto el conseller de Medi Ambient del Govern, Miquel Mir (Més per Mallorca). Pide hablar de masificación «sin tabúes». Explica que la masificación en las Illes este verano «es una realidad nítida» y que «se han sobrepasado los límites de una manera bastante notable». Según el conseller este verano las islas «están viviendo una masificación nunca vista». «Esto está llevando a una situación de percepción social negativa y está poniendo en serios problemas los recursos naturales.

Contrastan con las palabras de sus socios las del conseller de Model Económic del Govern, Iago Negueruela, que hasta el momento ha evitado hablar de saturación turística y ha defendido la recuperación económica y del empleo. «Hay que recordar de dónde venimos: de dos años muy duros», ha dicho el conseller. «La valoración la haremos al final de temporada, pero lo importante es que se han incorporado los trabajadores a sus puestos de trabajo y que miles de personas que estaban cobrando un subsidio ahora tienen un salario que permite a muchas familias sostener su nivel de vida», precisa.