El laboratorio de Microbiología de Son Espases investiga la resistencia bacteriana. | Pere Bota

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Tras el rastro de la COVID, muchas voces expertas recuerdan que la resistencia a las bacterias se está convirtiendo en la nueva y más sigilosa pandemia. En la actualidad causa más muertes que enfermedades como el sida. Los especialistas apuntan a que unas 4.000 al año en España y se estima que unas 400 en Balears. En apenas tres décadas, ya hay quien dice que será la primera causa de muerte en el mundo.

Para afrontar esta amenaza hay muchas líneas de investigación abiertas pero, mientras, se opta por la prevención. Y la mejor arma es reducir el consumo generalizado de los antibióticos. La Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS) elaboró en 2014 su primer plan nacional para disminuir el riesgo de selección y diseminación de resistencia a estos fármacos y, en Balears, hace años que se trabaja en ello y ya se han obtenido resultados.

Para verlo con perspectiva es necesario señalar que en 2019 en los centros de salud se prescribieron 648.155 unidades, mientras que en los hospitales fueron 1.907.574 dosis. El año pasado, los ambulatorios redujeron las recetas a 496.692 y los hospitales, a 1.493.526. La caída global fue de un 28,4 %. «La sensación es que, en general, lo estamos haciendo mejor», señala la microbióloga clínica de Son Espases Estrella Rojo (en la imagen circular), quien es además coordinadora autonómica del Programa de Optimización del Uso de Antibióticos (PROA). «A nivel estatal y en Balears se ha mejorado mucho», añade.

La especialista recuerda que ya en 2020 se hizo una nota informativa sobre la optimización de su prescripción dentro de «una línea estratégica de desarrollo, con el objetivo de homogeneizar los protocolos y estandarizar sus usos en todas las gerencias». Dentro del PROA se ha creado un equipo de vigilancia de determinados antibióticos, de amplio espectro, para que se suministren y se quiten cuando toca. «Se hacen muchas cosas para el poco tiempo que tenemos. Es un grupo que trabaja mucho y está muy concienciado». Y eso es, precisamente, lo que se le pide también a la población. «Se han hecho muchas campañas de concienciación para que la gente sepa que los antibióticos no sirven para todo», señala la doctora Rojo. Y es que estos fármacos «sólo combaten las infecciones bacterianas, mientras que la mayoría son por virus y, en este caso, es el propio cuerpo el que debe resolver la infección de forma natural», añade.

En este sentido, la experta cree que se está empezando a superar la antigua asociación de tomar antibióticos para frenar un constipado. «Es un concepto más de gente mayor que creía que se curaban así por una falta de conocimiento, pero ahora los profesionales informan al paciente de que no son necesarios, lo más cauto es esperar y ver cómo evoluciona, muchas veces basta con paracetamol», señala. Tomar antibióticos de más «genera resistencia a estos fármacos y puede ocasionar que, en el futuro, cuando una infección se tenga que tratar con ellos las bacterias se hayan vuelto resistentes», explica. Y lo cierto es que se ve, cada vez más, en hospitales como Son Espases. «Hay un incremento de bacterias multirresistentes y aunque tenemos opciones para tratarlas son dos o tres, y el futuro es poco esperanzador», concluye.

El apunte

«Las bacterias multirresistentes se diseminan a nivel mundial»

La amenaza se extiende en un mundo globalizado, donde las bacterias resistentes a los antibióticos se trasladan con facilidad. «La gente viaja, está en contacto con otros animales y está expuesta a bacterias multirresistentes que se diseminan a nivel mundial», alerta la microbióloga clínica Estrella Rojo. Si bien antes estos organismos se circunscribían más al ámbito sanitario y sociosanitario, «ahora se ven más entre la comunidad», dice. Sin embargo no genera temor porque sus efectos son silenciosos. Cuando alguien muere por una resistencia se dice que ha tenido un fallo multiorgánico o por problemas derivados de una infección.

Punto de vista
Josep Pons Fraga

Otra pandemia

Josep Pons Fraga

Las súperbacterias resistentes a los antibióticos han pasado, en pocos años, de ser una lejana amenaza a un riesgo cierto e inmediato para la salud. Los investigadores advierten que el mal uso de los antibióticos matará el doble que la COVID y más que el cáncer. De ahí las severas advertencias -que son desoídas- para evitar la automedicación. Pero el problemas son las bacterias multirresistentes, que se adaptan y evolucionan para sobrevivir, y que no contamos con todas las armas para combatirlas.

Las claves
  1. Estos fármacos no se suelen tomar bien

    Los formatos de venta de los antibióticos no ayudan a que la población se los tome como toca. Normalmente se venden más unidades de las necesarias dentro de la caja y se quedan para otra ocasión. Además, no todo el mundo termina los tratamientos.

  2. Al inicio de la pandemia se usaron

    Los datos de 2020 pueden estar distorsionados porque, a nivel hospitalario, hubo un pico en el consumo de antibióticos. Se utilizaron en respuesta a la incertidumbre sobre cómo abordar esta nueva enfermedad hasta que se aprendió a manejarla.

  3. Virus que combaten bacterias

    Una de las líneas de investigación que se desarrollan para buscar alternativas a la resistencia de las bacterias son los virus bacteriófagos, que se las «comen». Sin embargo, la gran contrariedad es que estos organismos evolucionan más rápido que la ciencia.