Farida Shahir, embarazada de ocho meses, y Sharifa Basir, con sus dos hijos, ríen en el Parc de ses Estacions. | Teresa Ayuga

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El próximo día 4 de septiembre se cumplirá un año desde que 17 personas procedentes de Afganistán pusieron un pie en Mallorca tras un periplo de más de diez días tras huir de un país en manos de talibanes. «Todo ha pasado muy rápido», explica Abdul Khalil Shahir en un castellano casi perfecto y recuerda que el tiempo no ha curado, ni curará, las heridas que se abrieron aquel 15 de agosto de 2021. A Abdul le acompaña su mujer, Farida Shahir, 24 años, embarazada de ocho meses. Junto a ella, están Sharifa Basir, de 35 años, y su marido, Mohammad Arif. El idioma o la falta de trabajo siguen siendo los principales retos, en especial para las mujeres afganas. Poco a poco, intentan adaptarse en un país y en una cultura distintos a ellas.

Por ejemplo, Farida y Sharifa no trabajaban en sus respectivas ciudades. Aquí, la situación es diferente. Farida acaba de finalizar un curso de un mes sobre Comercio y ahora su prioridad es seguir con el castellano a partir de octubre en la Escuela Oficial de Idiomas. «Me gustaría estudiar alguna cosa más para ganar dinero rápido», matiza. Sharifa y su marido tienen ocho hijos y ella, de momento, no puede trabajar, «pero es algo que querría hacer aunque antes necesito mejorar mi español», dice. Preguntadas por cómo se sienten por lo que suede en Afganistán,    responden que se «preocupan mucho cuando vemos las imágenes en la televisión», aunque no pierden la fe. «Tengo esperanza    y espero ver como los talibanes salgan de nuestro país», cuenta.

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Abdul, Mohammad, Farida y Sharifa, con uno de sus hijos, durante la entrevista.

«Afganistán sigue siendo peligroso, me preocupa mucho la seguridad de mi familia», prosigue Abdul Khalil en nombre de los cuatro los entrevistados. Porque recuerda que «nada ha cambiado» y «todavía me vienen pensamientos negativos de todo lo que pasó». El 26 de agosto de 2021, un total de 120 personas –entre ellos, estos 17 afganos– subieron a un avión militar enviado por España a Kabul. Fue un trayecto muy complicado y hasta el final no supieron si conseguirían huir, sobre todo porque viajaban niños y personas mayores. La mayoría, como Abdul y otros familiares que llegaron a la Isla, trabajaban para el Gobierno afgano. «Nuestras familias siguen desprotegidas. El día a día es peligroso, van cambiando de ciudades y no pueden decir dónde están porque si un talibán se enteran de la localización, malo».

Adaptación

Empezaron de cero y han tardado casi un año en conocer bien Mallorca. Abdul consiguió un trabajo como jardinero para una empresa de Mallorca hace unos cuatro meses. Como él, Mohammad está trabajando en una lavandería. La gran mayoría ya ha salido de los programas que Creu Roja les ofreció como refugiados y están distribuidos entre habitaciones compartidas y también en las instalaciones de la Fundació Sant Joan de Déu, que sigue acogiendo a refugiados. La adaptación de todas las familias todavía está en proceso. Lo que les gustaría es encontrar una casa, para vivir de forma independiente, pero «todo está muy caro».

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Sharifa Basir, junto a su bebé, sonríe durante la sesión de fotos.

A esto se suma que «una vez un miembro de cada familia consigue trabajo, se nos acaba la ayuda económica. Yo, por ejemplo, tengo que mantener a mi familia y envío mínimo 300 euros al mes a mis padres y hermanos en Afganistán para que puedan sobrevivir», asegura Abdul. Los más jóvenes de este grupo de refugiados afganos han tenido una adaptación más rápida porque este es su primer año en los colegios, han absorbido mejor tanto el catalán como el castellano y esto les ha permitido a los que ya han cumplido 18 años introducirse más rápido en el mundo laboral. Cuando se les pregunta por el futuro, observan a los dos bebés, que nos acompañan a esta entrevista en el Parc de ses Estacions, y tienen claro que de momento será en Mallorca. El trabajo y la educación de sus hijos es lo más importante. Y rezar porque algún día puedan traer con ellos a sus familias de Afganistán.